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Alessandro

La corrí como un perro, le grité, pude ver el dolor reflejado en sus lindos ojos, me sentía como la puta mierda.
Me molestó que me no me haya cuestionado, se quedó callada como una cobarde. Esperaba que me respondiera con la misma intensidad con la que le hablé, que se defendiera como sé que puede hacerlo, pero no lo hizo, prefirió aceptar mis gritos y regaños.
¿En qué clase de monstruo me he convertido?

Sacudo mi cabeza dejando todos esos pensamientos estúpidos de lado

¿Por qué carajos me siento mal?

Eso es lo que debo hacer: tratarla mal, hacerla sufrir como hicieron con mi familia; si ellos no tuvieron piedad, yo tampoco la tendré menos ahora que ya está bajo mi mando. ¡Es mía!

—Señor, tenemos un problema —entra Stefan sin avisar.

—¿ Por Qué carajos entras en avisar?—recriminé molesto.

—Disculpe, mi señor, pero tuvimos un problema. La señora Aurora se ha escapado.

El aire deja mis pulmones

Furioso me levantó de la silla y voy hacia él en zancadas

—¡¿Cómo que ha desaparecido?!—Sin importarme nada, lo tomó por el cuello, reventándolo contra la pared.

Jadea de dolor cuando lo presiona aún más.

—Lo siento, mi señor, no nos dimos cuenta en el momento en que salió—su voz sale entrecortada por la parte de aire.

—Si algo le pasa, te mato —lo suelto y salgo como alma que lleva el diablo.

°°°
Han pasado 6 horas y no se ha sabido nada de Aurora. Tengo a toda mi gente buscando hasta por debajo de las piedras y nada, parece que la tierra se lo hubiese tragado. No miento, ya estoy desesperado, muy desesperado para ser sincero.

El primer lugar que estuve en su búsqueda fue la casa de Paolo.

No estaba, de un destello de angustia en sus ojos, no podía estar mintiendo, pero, como soy Alessandro Lombardi, ese cuento no me lo comí. Su casa fue revisada hasta el último sitio, y como dije anteriormente, no la encontramos allí.
Así como ese, fueron muchos más lugares a los cuales recorrimos en su búsqueda.

Regresé a casa a eso de las 5 de la tarde, sigo sin tener pistas de dónde pueda estar. Me parece extraño que, a pesar de estar en mi territorio, aún no haya podido tener rastro de ella.
Siento una ráfaga de terror que eriza todos mis vellos, cuando imagino que mis enemigos la tengan bajo su poder. Estrello mi puño contra el escritorio, intentando mantener la tranquilidad que al día de hoy nunca ha tenido.
¿Cómo, mierda, esos hijos de puta no se dieron cuenta cuando salió de la empresa, peor aún, ¿cómo salió sin que nadie la descubriera?

En el despacho intenté trabajar en uno de los tantos problemas que llevo encima; sin embargo, no podía concentrarme. Mi mente me estaba jugando una mala pasada. Si algo malo le llegase a pasar a Aurora, destrozó Roma. Nadie puede hacerle daño, solo yo tengo ese derecho.

Unos toques en la puerta se hacen presente mientras que por ella entra lucas.

—Hola, hermano —saludó, sentándose en la silla que está al frente del escritorio.

—¿Qué haces aquí?—omito el saludo.

—Sé lo que pasó con Aurora y créeme que, aunque no estoy de acuerdo con este matrimonio, no quiero que le pase nada.

Sonreí sin gracia

—Gracias por tus condolencias, hermanito, pero no las necesito.

Él negó y siguió:

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