Capitulo 3

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Ser directora no era nada divertido, siempre abrumada por las exigencias y el estrés constante de los maestros. Suspiraste, dejando caer tu rostro en el escritorio mientras los rayos de sol se filtraban por la ventana.

—También odio el sol —murmuraste, echando de menos tus tardes saliendo en busca de omegas para pasar noches desenfrenadas.

La idea de aquel chico que parecía vivir bajo una roca cruzó fugazmente tu mente.

"¿Cómo es posible que no sepa quién soy? Literalmente soy dueña de todo... o al menos, temporalmente despojada de ello."

La puerta de tu despacho interrumpió tus pensamientos.

—Adelante...

Entró de nuevo la profesora que te tenía intrigada y deseosa de explorar cada centímetro de su cuerpo.

—El equipo de vóleibol está entrenando. Debería presentárselos, son el orgullo de la academia —propuso ella.

—Oh, sí —te levantaste, observando los jardines a través del ventanal.

—¿Quiere conocerlos? —preguntó, mostrando entusiasmo.

—No me interesa mucho el vóleibol. Revisar sus expedientes será suficiente —rechazaste con indiferencia.

Ella no insistió y se retiró.

"Esto es tan aburrido..."

Pero la maestra regresó inesperadamente segundos después.

—Los chicos tienen un juego importante mañana. Sería ideal que asistiera —dijo, asomando la cabeza por la puerta.

—Lo intentaré —respondiste, pensando en lo mucho que te distraía el vóleibol de tus responsabilidades.

Después de que la profesora se retirara, quedaste absorta pensando en el equipo de vóleibol, una distracción que no necesitabas en ese momento. Decidiste dirigirte al gimnasio por tu cuenta, deseando evitar a la mujer que tanto te tentaba.

"Seguramente debe ser... venado. Siento que sí", murmuraste mientras intentabas descifrar qué te atraía tanto de ella. La única manera de descubrirlo, según pensabas, era entregándote a ella por completo.

Por pura casualidad, encontraste al equipo entrenando intensamente en el gimnasio. Observaste al chico que, según tu percepción, no tenía idea de tu existencia. Bebía agua mientras el sudor empapaba su cuerpo, y aunque parecía bromista, algo en él te cautivó profundamente.

Te preguntabas qué hacía que ese chico captara tu atención de esa manera tan peculiar. Sus miradas se cruzaron brevemente y, antes de que te dieras cuenta, te sonrojaste levemente.

"¿Qué demonios me está pasando?" te preguntaste a ti misma, regresando a tu oficina. Antes de cerrar la puerta, te giraste para echar un último vistazo al chico. En ese momento, una pelota voló hacia ti y, por puro reflejo, la golpeaste con la mano, provocando un sonido estruendoso que sorprendió a todos en la sala.

Todos quedaron asombrados por tu rápida reacción y tu expresión de susto al evitar el impacto.

—¡Mierda! —exclamaste, dejando escapar tu sorpresa en voz alta. Te disculpaste rápidamente por tu lenguaje inapropiado.

Lleno de vergüenza, te retiraste y escuchaste al entrenador tomar acción.

—¡Bokuto! Ve a ver si la directora está bien. Y el que lanzó la pelota, no juega el próximo partido —ordenó el entrenador, temiendo tu reacción.

Mientras caminabas de regreso a tu despacho, sentiste dolor en la muñeca.

—El deporte nunca fue lo mío —suspiraste, recordando por qué nunca te animabas a participar, a pesar de tus habilidades como alfa.

UN DULCE OMEGA (OMEGAVERSE BOKUTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora