Capitulo 9

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Tus padres habían acudido al hospital más privado de la familia Nashimura, conocido por su discreción en el tratamiento de enfermedades sensibles para evitar la atención de los medios. El médico se recostó en su silla, mientras tus padres esperaban ansiosos la entrega de los resultados.

“Es la primera vez que sucede algo así en la familia Nashimura... ¿Qué dirán los medios ante esto?”, se preguntaba tu padre, preocupado por cómo la prensa podría interpretar la condición de su pequeña hija como algo similar al canibalismo. Recordaba vividamente la noche en que apareciste en su despacho con hambre, cubierta de sangre.

—Tengo los resultados de los exámenes de sangre —dijo el doctor, abriendo el sobre con los resultados y comenzando a leer—. Esto no se ve bien para una niña de cinco años.

—¿Qué sucede, doctor? —preguntó tu madre, mientras tu padre temía lo peor.

—El paciente ha sido diagnosticada con Carnis Voraxia, una condición extremadamente rara y compleja —explicó el doctor, pasando el informe a tus padres—. Los síntomas incluyen hambre excesiva, un deseo intenso por carne de especies presa, particularmente conejos y un placer significativo al consumirla.

—Mierda —murmuró tu padre, con el semblante preocupado—. No creí que fuera tan grave.

—Sin un tratamiento adecuado, las células de su cuerpo se volverán agresivas, llevándola a un estado salvaje.

—¿Qué significa exactamente “estado salvaje”? —preguntó tu madre mientras su voz temblaba.

—Significa que su comportamiento se volvería extremadamente primitivo y violento —aclaró el doctor, haciendo una pausa al notar las lágrimas en los ojos de tu madre—. Sería incapaz de controlar sus impulsos, atacando cualquier cosa a su alrededor en busca de alimento y satisfacción. En términos simples, su condición la transformaría físicamente, exhibiendo características animales.

—¿Y cómo podemos ayudarla? ¿Hay alguna cura? —preguntó tu padre, ofreciéndole un pañuelo a tu madre.

—Lamentablemente, no hay una cura —respondió el doctor—. Sin embargo, podemos manejar la condición mediante el consumo regular de carne de especies presa.

—¿No será necesario recurrir a esos medios si intentamos otras formas? Ella no le gusta la carne sintética... Es joven, es como darle licor a una niña —objetó tu madre.

—Aunque la carne sintética es una opción, es más adecuada para adultos. Existe un tratamiento más específico que implica la interacción sexual con un omega de especie presa —explicó el doctor.

—Gracias a Dios —se relajó tu padre al escuchar que había otra opción.

—Este omega debe tener una condición similar a la de la paciente, con irregularidades del celo y un apetito sexual excesivo —añadió el doctor.

—Entonces sugiere que busquemos a un omega así... ¿Cómo podríamos encontrar a alguien dispuesto a ayudar sin llamar la atención de los medios? —inquirió tu madre, con preocupación.

—Las posibilidades son extremadamente bajas, aproximadamente una en millones. Sin embargo, cuando se encuentra un omega compatible, la interacción sexual y el consumo de sus secreciones pueden estabilizar significativamente los síntomas de la paciente —detalló el doctor.

—¿Qué tipo de secreciones? —preguntó tu padre, su incomodidad evidente.

—Principalmente semen, bebido en pequeñas cantidades, o las lubricaciones naturales del omega —respondió el doctor.

—¿Está sugiriendo que mi hija de cinco años tenga actividad sexual? —exclamó tu padre, furioso.

—Nada de eso —respondió el médico, calmandolo —. Una forma de controlarlo es que consuma en sus alimentos dos o tres gotas de sangre del omega compatible, debido a tu temprana edad pero no es recomendable por mucho tiempo.

UN DULCE OMEGA (OMEGAVERSE BOKUTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora