3. Trabajo Sucio

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Diez minutos después, no podía dejar de preguntarme qué era lo que entendía Kai por la

palabra «accidente».

¿Planeaban un «accidente» mortal?

Me repetía a mí mismo que aquel no era mi problema. El destino de Sung-Min había quedado sellado en el momento en que Tae llamó a Kai llorando y pidiendo ayuda —y eso era algo que quedaba fuera de mi control. Decírmelo a mí mismo funcionó durante una media hora, pero después mi conciencia comenzó a golpear a la puerta.

Si no planeaban matar a nadie ¿para qué necesitaban un bate y un rollo de cinta adhesiva? Aquellos no eran elementos adecuados para acompañar una «conversación constructiva sobre las cosas que has hecho mal». Lo eran más bien para la tarea de matar a alguien y esconder el

cadáver. Lo único que faltaba era un paquete de bolsa de basura de las grandes. Sé de qué me hablo. He visto todos los capítulos de la serie Dexter.

Sung-Min se merecía un buen castigo por lo que había hecho con Tae, pero tampoco la pena de muerte. No necesitaba para nada ese tipo de karma.

Llamé al teléfono de Kai. No hubo respuesta.

Salí al pasillo, lo recorrí de puntillas y llamé a la puerta de Sung-Min. No se oían gritos ni nada en el interior.

¿Buena o mala señal? Aquel era el primer delito en el que participaba y no conocía muy bien el procedimiento.

De pronto, oí que el suelo crujía al ser pisado por botas de buen tamaño.

—Soy yo —dije en voz baja—. ¿Puedes salir, Kai? Tengo que decirte una cosa, en serio.

—Kai está ocupado —oí decir a Horse a través de la puerta—. Nos queda poco aquí. Termina de empaquetar tus cosas y cuida al chico. Enseguida salimos.

Intenté abrir, pero no lo conseguí.

—En serio, Kyungsoo, vuelve a tu apartamento —volvió a decir Horse.

Me retiré de la puerta. ¿Y ahora qué?

La ventana abierta al otro extremo del pasillo me llamó la atención. La escalera de incendios. Kai la había utilizado para entrar en mi estudio y el de Sung-Min era exactamente igual al mío. Tal vez podía entrar por ahí y averiguar qué ocurría.

Volví a mi estudio para echar un vistazo y asegurarme de que Tae estaba bien. Aún seguía profundamente dormido, lo que no era extraño, con la noche que habíamos pasado. Cerré la ventana con pestillo y después salí y cerré también la puerta por fuera. Acto seguido, me dirigí a la ventana del pasillo y me asomé al exterior, para sopesar la situación.

Como imaginaba, la estrecha plataforma de hierro pasaba junto a la ventana de Sung-Min y llegaba hasta la mía. Saqué la pierna por la ventana y apoyé el pie en la plataforma, que me recibió con un crujido. Miré hacia abajo y tragué saliva.

Nunca he sido un gran aficionado a las alturas.

Sujetándome a la barandilla con una mano y deslizando la otra a lo largo de la fachada de ladrillo, llegué hasta la ventana de Sung-Min y me agaché para mirar al interior.

Mi vecina no era una gran decoradora, así que no tenía verdaderas cortinas, sino una tira de tela más bien translúcida que había enganchado a la barra. Los detalles se veían borrosos, pero en general podía observar bien lo que ocurría.

El amigo de Sung-Min estaba tumbado en el suelo, boca abajo y con las manos firmemente amarradas a la espalda con cinta aislante. También le habían anudado los pies y cubierto buena parte de la cabeza con la cinta, como si hubieran querido taparle la boca y, ya puestos, hubieran decidido no parar. Sangraba por un corte en la frente y también por la nariz. Parecía inconsciente.

El Legado de Kai - KAISOODonde viven las historias. Descúbrelo ahora