4. Viaje

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Kyungsoo

A pesar de haber desayunado ya sus cereales, Tae no tuvo problema para zamparse un plato de pancakes calientes, dos lonchas de bacón y un vaso de jugo de naranja.

Parecía que se acercaba un nuevo estirón. Mierda. Me daba la impresión de que acababa de comprarle ropa nueva.

En cuanto conseguía equiparlo al completo, las cosas empezaban a quedárle pequeñas.

—¿Listo? —le pregunté mientras me reclinaba en el asiento de la cafetería.

Habíamos acabado de empaquetar nuestras cosas hacía una hora y Kai y Horse nos habían hecho salir —aparentemente les estorbábamos—.

Kai me había dado un par de billetes de veinte dólares y me había dicho que llevara a Tae a desayunar en la esquina, lo que tenía sentido, dado que nos esperaba un viaje de varias horas.

No me gustaba nada aceptar su dinero, pero tenía que ser práctico. Yo no podía permitirme gastar en algo tan frívolo como comer fuera de casa.

—¡Listo! —respondió Tae, sonriente. Qué guapo era.

Su cara conservaba la suavidad infantil que tenía cuando era pequeño, pero los brazos y las piernas se le habían estirado mucho. A él le gustaba llevar el pelo largo, así que le colgaba, despeinado, sobre la frente y los hombros. No lo llevaba tan largo como para hacerle una coleta, pero casi. La gente me decía que tenía que cortárselo, pero yo prefería dejarle escoger a él.

Ya averiguaría más adelante lo que significa la presión social y la necesidad de encajar en el rebaño. Por el momento, que disfrutara de la libertad que da el que te importen una mierda todas las opiniones del mundo.

Tenía la piel canela clara, con algunas pecas en la nariz y en las mejillas. Algunas veces creía ver cosas mías o de Ryeowook en él, pero pocas. Tae era él mismo, no había ninguna duda.

En ese sentido recordaba en algo a Kai, pensé.

—Muy bien, entonces vámonos —dije y deposité unas cuantas monedas en la mesa. Era una propina del doble de la cuenta. La camarera estaba saturada de trabajo y sé lo que es eso. Además, no era mi dinero...

Al salir le mandé a Kai un mensaje de texto, pues no sabía si habíamos hecho tiempo suficiente.

Él respondió que todavía les faltaba una media hora.

No había ningún parque en las cercanías, pero sí un solar vacío unas cuantas calles más abajo, donde a Tae le gustaba corretear. Había oído decir que solía ser un lugar de encuentro para yonkis, pero en esa zona habían empezado a adquirir inmuebles gente de mayor nivel adquisitivo que en el resto del barrio.

Ahora habían empezado a adecentar aquel espacio para convertirlo en área de recreo y ya habían instalado un columpio de madera.

Las fachadas de los edificios que lo bordeaban habían sido decoradas con murales, que le daban un aspecto alegre y acogedor.

Tardamos unos diez minutos en llegar al lugar y Tae lo pasó en grande allí. Le desafié a correr varias veces, con la esperanza de cansarlo, pero no funcionó, por supuesto. Después de que se hubo desfogado a fondo, emprendimos el camino de vuelta y nos detuvimos en una librería para escoger algo que leer durante el camino.

Al llegar vimos a Kai y a Horse en la calle, junto a la puerta de nuestro edificio, acompañados de otros dos hombres a quienes no reconocí.

Los recién llegados llevaban chalecos de cuero con parches a la espalda en los que se leían las palabras «Goblin's Jacks».

El Legado de Kai - KAISOODonde viven las historias. Descúbrelo ahora