Capítulo 18 : Desconcierto

15 1 0
                                    

Narra Alice

La situación es estresante para todos, incluso para mí, pero quien más afectado parece es el capitán del equipo de fútbol. Por primera vez, veo al verdadero Zack. Ya no es el chico seguro de sí mismo que todos admiran, sino uno inseguro, frágil, vulnerable, oculto tras una máscara que nunca muestra sus emociones. Siempre lo vi como los demás lo describían, pero ahora sé que estaba equivocada, especialmente desde aquella vez en el bar Marshall. Cuanto más tiempo paso con él, más me sorprende.

-¡Tengo que pensar, necesito estar solo! -Zack se soltó de mi mano con brusquedad-. Entra ahora mismo, Alice.

-No eres quien para decirme qué hacer -repliqué alzando la voz, sorprendiendo a Zack.

-¿De verdad no te importo? Hace dos minutos no querías que me fuera, y ahora soy insignificante para ti. Solo trato de protegerte, pero, ¿sabes qué? Mejor me voy. Hablamos cuando madures.

Dándose la vuelta, Zack me dejó con la palabra en la boca. Me arrepentí al instante. Lo que más deseo es que se quede a mi lado, pero no sé cómo decirlo. Corrí a casa para contarle todo a mi amiga y a Roger.

-Chicos, tenemos que hablar -dije al entrar, viendo cómo Hannah y Roger se miraban, ajenos a lo que acababa de pasar.

-¿Qué ocurre, Alice? -preguntaron al unísono, notando mi seriedad.

-No se trata de mí, creo que a Zack le pasa algo.

-No lo creo -contestó Roger con seguridad-. Nos conocemos desde niños, si algo le pasara, me lo diría. Lo quiero como a un hermano.

-Lo sé, pero realmente lo noto extraño, y no sé qué hacer -murmuré, preocupada.

Un silencio pesado llenó la habitación. El tiempo pareció detenerse mientras los tres compartíamos la misma inquietud. Roger, incapaz de imaginar que su mejor amigo pudiera estar en peligro; Hannah, aunque distante, preocupada a su manera.
silencio en la habitación se hizo insoportable. Sentía cómo mis pensamientos chocaban unos con otros, desordenados, buscando sentido a lo que acababa de suceder con Zack. Rogué porque Roger, o Hannah, dijeran algo, pero la tensión parecía haberles robado las palabras. El aire se volvía denso, casi irrespirable.

-No podemos dejarlo solo -dije finalmente, rompiendo el silencio.

-Alice, Zack siempre ha sido capaz de manejar sus problemas -interrumpió Roger, aunque esta vez su voz no era tan firme como antes-. Pero si estás tan preocupada, tal vez deberíamos ir a buscarlo. Solo para asegurarnos.

-¿Y si no quiere hablar? -preguntó Hannah, con un destello de duda en sus ojos-. Puede que lo empeoremos.

-Prefiero intentarlo y que me rechace a quedarme aquí sin hacer nada -sentencié, mientras me levantaba de golpe.

Roger me observó en silencio, luego se levantó también, decidido. Hannah, aunque reticente, asintió. Sabía que ninguno de nosotros estaba preparado para lo que Zack estaba viviendo, pero algo dentro de mí me decía que lo que venía sería peor si lo dejábamos escapar esta vez.

Salimos de la casa sin decir una palabra más. La noche había caído y la oscuridad envolvía la calle de una manera opresiva, casi como si el mundo estuviera conspirando para que no encontráramos a Zack. Caminamos rápido, con el corazón en la garganta, hasta que llegamos a su casa. Las luces estaban apagadas.

-No está aquí -murmuró Roger, frunciendo el ceño-. Conozco a Zack. Si necesita estar solo, irá a su sitio favorito.

-El viejo campo de fútbol -dije, comprendiendo al instante.

Comenzamos a correr hacia el campo, las hojas secas crujían bajo nuestros pies y el frío aire nocturno cortaba la piel. Cuando finalmente llegamos, la figura de Zack estaba allí, sentado en el centro del campo vacío, con la cabeza entre las manos, la silueta rígida y derrotada bajo la tenue luz de la luna.

-Zack -susurré, acercándome despacio.

Él no levantó la cabeza, pero sus hombros se tensaron. Sabía que nos había escuchado. Roger, siempre confiado, avanzó primero.

-Hermano, ¿qué pasa? -dijo, con la voz cargada de preocupación, lo que era raro en él. Zack no respondió.

Nos quedamos los tres ahí, expectantes, sin saber qué decir o cómo hacer que ese muro que Zack había levantado se derrumbara. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Zack levantó la mirada. Sus ojos estaban enrojecidos, llenos de algo que nunca le había visto: miedo.

-No soy el que ustedes creen que soy -dijo en un susurro casi inaudible.

Mis piernas se debilitaron ante el peso de esas palabras. Sentí que estábamos al borde de descubrir algo que cambiaría todo, algo que iba mucho más allá de lo que habíamos imaginado. Roger, normalmente tan seguro de todo, parecía perdido. Y yo, por primera vez, me di cuenta de que lo que estaba ocurriendo con Zack no era algo que pudiéramos solucionar con una simple conversación. Esto era profundo, oscuro, y ninguno de nosotros podía ver en sus ojos algo que nos diera una pista de a que se refiere

-Entonces, dime quién eres realmente -dije con voz temblorosa, dando un paso más cerca. Porque lo que fuera que estaba por revelar presentía que sería devastador como un tsunami

La Sombra Del Amor  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora