Prisionera [Sett X Lectora]

Capítulo 6.

Dara, observando atentamente a la mujer se dio cuenta de que poseía orejas caídas, rasgos vastaya, no se lo podía creer, esa señora era una vastaya, había más vastaya como ella viviendo entre humanos. Pero ella no se ocultaba, no estaba con miedo ni intimidada de ninguna manera, solo era una más de la gran multitud, ahora algo extrañada por la reacción de Dara en mitad de la calle —¿¡Eres vastaya?!—Exclamó Dara, increíblemente sorprendida, haciendo llamar la atención de varios que estaban alrededor. —¿Nunca viste una vastaya antes?—Se rio la señora ante la extraña reacción de Dara. —Sí, pero... ¿Cómo es que estás aquí? —Hizo una pausa para coger aire.—En mitad de todo el mundo, ¿no tienes miedo a que te hagan algo?— Dara estaba extremadamente  confundida, ¿una vastaya en mitad de la calle? ¿sin miedo a que la atacasen o la mirasen mal? Toda su vida había sido discriminada, acosada e incluso agredida por tener parte de esa raza, había sido rechazada incluso por otros vastaya, no entendía nada. —Ay hijo... yo dejé a mi tribu hace mucho, llevo viviendo aquí junto a humanos desde hace casi cuarenta años.— Esta respuesta solo hizo que más dudas aparecieran en la cabeza de la chica, que se estaba empezando a marear. Estaba emocionada, sí, había encontrado a otra vastaya, algo que ella creía imposible y, los rasgos de esta mujer hacía que le llegasen a recordar a su madre, dejándola algo melancólica, sentía que iba a llorar. —¿Te gustaría venir a mi casa? Puedo resolver cualquier duda que tengas y así pagarte por el favor que me acabas de hacer.—Dijo a señora con una sonrisa amable, Dara aceptó casi de inmediato, por lo que la señora empezó a guiarla mientras hablaba con ella. —¿Y por qué tienes tanta curiosidad, hijo? Tu reacción ha sido extraña cuanto menos—Dijo la señora riendo levemente en la última parte.—Yo también soy vastaya.—Dijo, felizmente Dara una vez estaban lo suficientemente lejos de la multitud para asegurarse que nadie la escuchase, cosa que sorprendió a la señora y la hizo alegrarse igual que Dara, ella también llevaba muchísimo tiempo sin ver a otro vastaya. Una vez dentro de la casa de la señora, Dara se quitó la capucha y se desató la cinta dejando ver sus orejas, la mujer se veía feliz, pero también algo preocupada. —Dara, cariño, ¿por qué te escondes?—Dijo la señora dirigiendo una mirada triste hacia Dara mientras se sentaban en el sofá de su sala de estar. —Yo...—Respondió Dara, mirando al suelo ante la atenta mirada de la señora. Suspiró antes de responder.—Desde que he sido pequeña he tenido problemas toda mi vida por ser lo que soy.—Continuó Dara, estaba visiblemente desanimada frotándose el brazo izquierdo. 

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El tiempo trascurrió rápido, Dara se pasó todo lo que quedaba de mañana y una gran parte de la tarde en casa de la señora, conversando con ella sobre su vida y cómo llegó a vivir a este lugar, tenía un hijo, que era medio vastaya, al igual que Dara, la mujer le aseguró que la próxima vez que viniera a visitarla podría conocerlo, según la mujer, su hijo era un hombre alto, fuerte y guapo, que trabajaba en temas de construcción y se pasaba fuera todo el día, a la chica le dio curiosidad por conocerlo, era otro mitad vastaya al igual que ella y parecía una buena persona, Dara también le contó sobre su vida, saltándose algunos detalles no tan legales como su actual trabajo en el pozo. La señora también se preocupó de hacerle algo de té con galletas caseras que acabaron por fascinar a la joven vastaya, pasando un muy buen rato para distraerse del mundo real. No se sentía fuera de lugar como lo estaba la mayoría del tiempo, estaba tranquila, despreocupada de que otra persona pudiera ver lo que era por primera vez en casi toda su vida... se sentía tranquila, incluso feliz y el tiempo pasó volando para ella, tanto que cuando se dio cuenta ya era muy tarde y tenía que volver al pozo, no sin antes agradecer a la señora y prometerle volver a visitarla la semana que viene, cosa que alegró a la mujer. Antes de salir, Dara volvió a ponerse la capucha y camuflar sus orejas, pero no se aseguró tanto de apretarlo, era tarde, así que iba algo despreocupada.