Prisionera [Sett X Lectora]

Capítulo 3: La Arena

Te despertaste antes de que amaneciera. Estabas nerviosa por el nuevo lugar al que ibas a ser enviada, suponías que tendrías que vivir allí, conociste algunas arenas noxianas en tu tiempo en dicho sitio, los luchadores estaban obligados a vivir en dicha arena, liderados por, normalmente, un mafioso.

No sabías bien qué hacer, aun menos en esta región. No conocías las costumbres de la gente, ni tradiciones, ni nada, además, estabas preocupada de que el acoso que sufriste en Noxus regresara.

-Será mejor que tome medidas antes de que nada ocurra... -Dijiste, angustiada para después dar un largo suspiro mientras te frotabas uno de tus ojos con tu mano izquierda.

Decidiste buscar en tu armario.

Querías encontrar telas o cualquier cosa para poder cubrirte las partes que revelaban tus rasgos Vastaya.

Unas horas después ya había amamecido y ya estabas preparada para el viaje. Te hiciste una capucha improvisada con unas telas color veige que encontraste, a modo de chaqueta, de tal forma que tus orejas no eran visibles, de paso, tampoco se sabría que eres mujer. Por regla general no hay mujeres en dichas arenas, y preferías ahorrarte algún susto si es que descubrían esto.

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Te encontrabas apoyada sobre el marco de la ventana de tu habitación, observando como tus compañeros trabajaban afuera, esperando ver a tu compañera, Martha para poder despedirte antes de irte, ya no podróas defenderla más del señor Z. Un pequeño dolor en tu pecho se hizo presente, por lo que agarraste tal sitio con tu mano derecha, apretando la tela en dicho lugar, una mezcla de rabia, confusión y tristeza estaba presente en ese momento. Rabia, por ser utilizada otra vez más solo por tu fuerza al ser mestiza. Confusión, por el gran desconocimiento del lugar al cual tendrías que ir y, seguramente, donde tendrías que ahora, vivir. Y, tristeza por tener que abandonar este lugar ahora que conociste gente que te apreciaba, el sitio donde no te sentías apartada por tu condición, el sitio donde hiciste una amiga... Inconscientemente, apretaste tu puño derecho y diste un golpe al marco de la ventana en la que te estabas recostando, haciendo que un sonido de madera crujiendo se hiciera presente.

Tus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta de tu habitación abriéndose detrás de ti, por lo que, con una expresión seria, te giraste, viendo ante ti al señor Z, el cual te hizo una señal indicando que ya nos marcharíamos, te colocaste tu mochila a la espalda, a lo que Z respondió dándote la espalda y comenzando a caminar, indocándote que le siguieras, cosa que hiciste.

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Cuando estabas apunto de salir de la cabaña que fue tu hogar durante estos meses, unos pasos interrumpieron los tuyos, Martha corrió hacia tu dirección con lágrimas en los ojos, forzándose para no romperse en llanto por estar frente a ti. Esto hizo que tus sentimientos de rabia aumentaran demasiado.

-Yo... solo... quería- Intentó decir Martha, cortada por las lágrimas que tanto intentaba ocultar mientras te miraba a los ojos con las manos en su pecho, al ver eso, tú, instamtáneamente te acercaste, te agachaste un poco y la rodeaste con tus brazos, apretándola, sin pasatte de fuerza para no lastimarte, cosa que ella correspondió al instante. -Ya está, no hace falta que digas nada... yo también te echaré de menos. -Dijiste con voz relajada en un intento de que se calmara. Ella solo apretó más su abrazo y escondió su cabeza en tu hombro.
La separaste de ti para mirarla a los ojos, con una sonrisa relajada en tu rostro. -Venga, no te preocupes, volveré dentro de un tiempo, escucharás noticias de como le parto la cara a todos los luchadores de ahi dentro. -Dijiste, riéndote en esa última parte, haciendo que ella se alegrara un poco, cosa que reaccionaste poniendo una de tus manos en su cabeza y sacudiéndola.
Poco después te levantaste y te despediste con una sonrisa.