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Momentos antes de que Liz y Yael llegaran a la mansión, ambos se encontraban en el vacío de Yael viéndose de frente. Yael estaba igual de serio y Liz un poco asustada de ver a su hermano mayor de esa forma

Liz: yo...

Sus palabras fueron cortadas, Yael le había dado un abrazo, pero no sentía el cálido amor que alguna vez sintió

Yael: no te puedo perdonar por lo que nos hiciste, pero tampoco puedo estar tranquilo, lo único que puedo hacer es permitir que vuelvas al escuadrón.... Pero ya no serás la líder, si no, que estarás bajo mis órdenes, ¿Te parece bien?

Liz no lo podía creer, creía que su hermano la rechazaría o mataría por lo que había hecho, pero no fue así. Sintió que su hermano la estaba perdonando y comenzó a llorar derramando lágrimas en su hombro

Liz: nada me haría mas feliz que volver a ver a la gente que alguna vez trate como mi familia y que fueron mi escuadrón

Liz estaba arrodillada

Yael: pero, deberás cumplir ciertas cosas

Liz levantó la cabeza un poco sorprendida

Yael: la primera, deberás comerte una de mis estrellas. La segunda, deberás liderar una pequeña fracción de mi pequeña gran familia para aligerarnos un poco el trabajo. La tercera, solo si ellos y ellas te vuelven a decir hermana, podrás tener a tu escuadrón de vuelta, si no lo hacen, seguirás siendo bajo mis órdenes, ¿Quedó claro?

Liz lo pensó y meditó un poco

Liz: acepto, lo tomaré cómo un castigo por todas las acciones egoístas que tomé y todo el daño que causé

Yael invocó a pandemónium y de ahí sacó un estrella negra con líneas rojas

Yael: te otorgo la estrella del caos, el demonio de la locura y madre de todas las pesadillas de este mundo. Trágatela y podrás estar con los que alguna vez amaste

Liz se tragó la estrella que estaba en la mano de su hermano y de inmediato empezó a sentir un dolor insoportable en el pecho. Sentía como algo la estaba destrozando por dentro e intentaba salir de esa prisión.

Su cabello rojo pasó a tener mechones negros, sus pupilas se hicieron heterocromaticas, la izquierda se volvío negra mientras que la derecha seguía roja, sus iris también se invirtieron quedando del color contrario y las escleróticas se volvieron tan oscuras como el infierno más profundo. Su piel se volvió tan blanca como la nieve y líneas rojas salieron debajo de sus ojos. Sus dientes se convirtieron en colmillos y sus uñas crecieron hasta convertirse en afiladas garras; dos alas esqueléticas envueltas en llamas salieron de su espalda y una corona oscura apareció arriba de su cabeza. Finalmente, una delgada cola terminada en un corazón hizo acto de presencia

Yael: de ahora en adelante eres el demonio de la locura... ¿Cuál es tu nombre?

Yael miró desafiante a la contraria, la cuál, estaba de pie con la cabeza agachada

Liz: no creas que me dejaré dominar tan fácilmente, sin importar el que, sin importar el poder... Yo sigo siendo Liz... ¡El demonio carnicero de la locura!

Una carcajada sonora salió de sus fauses y su cuchillo apareció en su mano envuelto en llamas oscuras

Uriel: bueno hermanita, veamos quién domina a quién...

Ambos desplegaron sus alas y emprendieron el vuelo en dirección a la mansión. Al llegar, Liz escuchó cómo los de adentro hacían preguntas sobre lo sucedido y el castigo que le impondrían a Quasar por permitir que la menor escapara.

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