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El ruido del amanecer resonaba en la habitación y el brillo cegador caía sobre su rostro, despertándolo al instante. Se levantó lentamente recordando por qué estaba en este lugar y por qué tenía al lado al hombre más idiota del mundo. Se percató de que el rostro del contrario parecía tranquilo e inocente, casi como un ángel, lo cual era todo lo contrario a la realidad.

El pequeño castaño se estremeció cuando el pelinegro abrió sus ojos somnolientos, mirándolo con extrañeza y luego sonriéndole al instante.

—Te quedaste impactado por lo guapo que soy.

—Obviamente, me impacta tanto que solo con verte quiero vomitar.

—¿Estarás embarazado? No hemos tenido sexo, así que ese niño no es mío.

—Imbécil, a veces pienso que tienes un retraso mental.

—Pues la única manera de explicar que tienes asco al verme es porque estás embarazado. No encuentro otra razón.

—Ja... De verdad que no tienes ni un poquito de cerebro, los hombres no se pueden embarazar.

—Pues mejor, eso significa que te puedo llenar tu lindo agujero, y así estoy seguro de que tendremos muchos niños aunque seas hombre.

—Eres tontamente perseverante y no tienes ni un poco de orgullo. Por favor, no me arruines más la mañana, que solo con verte siento que me quitas vida.

—Yo también te quiero, Tae.

Pasaron ya días desde que el castaño llegó a la escalofriante mansión de los Jeon. Extrañamente, no se sentía incómodo con la presencia de Jungkook aunque todavía no eran tan cercanos para llamarse amigos. Pero podría decir que su presencia le divertía y le causaba curiosidad cómo el pelinegro le respondería a sus ataques. Era casi de rutina que esos dos pelearan. Descubrieron que tienen el mismo gusto por los videojuegos y por la comida, y también que Jungkook es más competitivo que un tejón de miel y que es un maniático del ejercicio. Y Jungkook descubrió que a Tae le gusta imitarlo con una voz de maleante y que le gusta cantar cuando se ducha. Aunque esta información no debe saberla Tae.

...

—¿Tus padres todavía no llaman?

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—¿Tus padres todavía no llaman?

—Sí, su viaje se alargará más tiempo. Tuvieron problemas para reanudar una reunión con los empleados, y tus padres, como ya se recuperaron, van a arreglar lo que tenían pendiente, así que se tardarán más.

—Parece que no tienen corazón. Y nosotros estamos haciendo aquí su trabajo sin ganar ni un mísero euro. La vida es horrible.

—Ni te lo imaginas, bonito.

—Por cierto, ¿por qué mis papás no me han llamado? Ya llevo 12 días aquí y ni siquiera me han mandado un mensaje.

—No lo sé. Deben de estar ocupados. De verdad, tienes hepatitis, eres adicto a tus padres.

—Así no se dice, animal. Se dice trastorno de apego. De verdad que eres tonto —soltó Tae, iluminando toda la habitación con su hermosa sonrisa cuadrada.

—Solo lo dije para que sonrieras.

—Ajá, y yo soy el jefe de la mafia.

—No eres, porque Tae es muy lindo para ser de la mafia.

—Siempre me sorprendes con cada burrada que dices. Eres tan raro.

—Tae, siempre pensé que estabas más allá de mis pensamientos y ahora lo confirmo.

—¿Por qué dices eso de la nada?

—Porque es verdad.

Entonces Jungkook tomó por la cintura a Tae y lo cargó hasta el mueble, haciéndole cosquillas. Tae estaba sin aliento de tanto que se reía; iba a desfallecer si Jungkook seguía tan cerca de él. Se le estaba yendo el aire de tanto reírse, y no ayudaba que él lo mirara con esos ojos brillantes y al mismo tiempo temerarios.

—Conejo tonto, por favor, déjame.

—Te dije que te tendría debajo de mí rogando y mira que lo he logrado.

—¿Cuándo será el día que tengas un poco de decencia?

—El día que tú me beses, Tae.

Como si fuera un impulso de su cuerpo, Tae llenó la necesidad por los labios del contrario. Lo besó; solo fue un pico, pero sintió cómo todo su cuerpo se llenaba de electricidad, y cada parte de su ser se sentía debilitada. Su corazón latía al ritmo de cada sentimiento que había escondido en lo más profundo de su ser.

Entonces Jungkook lo miró con los ojos más oscuros y profundos, dando un flechazo al corazón del pequeño castaño. Tae lo besó de nuevo, dando tres besos más hasta que, al final, Jungkook se aclaró la garganta y hablo .

—Tae, abre la boca.

Como si fuera un perro obediente haciendo caso a su amo, Tae abrió sus labios, y al instante sintió una lengua que no era suya explorar toda su cavidad oral. Sus labios chupaban y lamían suavemente al contrario, y Tae no pudo evitar soltar un pequeño suspiro. La habitación se llenó de suspiros y sonidos sucios por la fricción de sus lenguas.

Un estruendo resonó en la cocina, haciendo que se separaran abruptamente.

—Mierda... —es lo único que pudo salir de sus labios.

Como si fuera un sueño que estaba idealizando, despertó a la realidad. Había besado a Jeon Jungkook, le había dado su primer beso al idiota que lo estuvo atormentando no hace mucho. Además, que era hombre... ¿Cómo le pudo dar un beso a un hombre? Eso lo hacía sentir tan culpable. Sentía que le había fallado a sus padres, a Dios, a todo el mundo que lo conocía. Sentía vergüenza por sí mismo. ¿Estaba enfermo? ¿Cómo pudo hacer eso? No lo creía. Jamás pensó que iba a llegar a esto. Pero sabía que después de probar esos dulces labios, no había vuelta atrás.

Exilio ❌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora