XII - Despedidas, recuerdos y azul

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Escrito: 14/12/2023 - 08/01/2024
Publicado: 18 /05/2024


Era un día nublado.

—¡Apresúrate Momo! ¡Es une emergencia! —exclamó una gran loba gris oscuro.

Un pequeño grupo de lobos corrían a una velocidad acuciante. La seguían.

—¡Lo sé, mamá! ¡Ya voy! —Iba a la velocidad máxima posible en sus cuatro cortas patas.

El camino era complicado, mas no por eso desaceleraron. El mensaje enviado había sido corto y directo.

Desertores

Yaoyorozu se sentía de alguna forma emocionada. A sus trece años, era la primera vez que le permitían ir con la guardia de la manada. Ella no tenía ni la menor idea de qué manada había sido atacada, su guía era una nube de humo que cada vez se hacía más oscura.

Llegaron.

La que aparentaba ser la líder de la jauría se agachó y todos la imitaron. Al parecer los Desertores se habían marchado, pero eso no les podía garantizar seguridad. De último llegó Momo, no puso atención a las palabras de su madre; dio un salto de lleno a tierra baldía.

Y si no hubiera sido por su madre, que alcanzó a tomarla de la cola, a los segundos se encontraría cordillera abajo.

Su madre no tuvo que decir nada.

—Perdón... —dijo la cachorra que en unos minutos viviría uno de los sucesos más grandes de su vida, con las orejas gachas.

Con un movimiento de su hocico, la líder señaló a un lado para rodear y fue obedecida. Desde ese lugar, Yaoyorozu vio como lo único que había era escombros, fuego y buitres dándose un festín. Atravesar aquel desastre no fue muy diferente a lo que vio antes, con la única diferencia de un olor desagradable por todos lados.

—Mierda, llegamos tarde.

No había quedado nada.

Momo pocas veces podía ver a su madre maldiciendo.

—Agrupen los cadáveres y busquen sobrevivientes —fue lo único que ordenó antes de irse por su lado.

Con las mismas cortas patas de las que Momo se quejó, fue a demostrar que traerla no había sido inútil.

Olió toda dirección y ninguna al mismo tiempo. La mayoría de los rastros terminaban en escombros o cadáveres. Todas las casas estaban desmoronadas o a punto de hacerlo, y el simple hecho de catástrofe le ponía la melena de punta.

Dio la vuelta e iba a intentar buscar en otra dirección, cuando un llanto clamó su presencia. Era una pequeña niña de no más que seis años, un oscuro cabello violeta y vestida con prendas que parecieron ser hechas con amor, hasta convertirse en harapos por culpa del hollín.

Sin pensarlo se acercó a ella y la olió completa. No parecía tener heridas y la sangre sobre ella no era suya.

—Mamá... —gimoteó la pequeña, señalando con las lágrimas.

Momo levantó la mirada y por el rabillo de los ojos vio los escombros moverse. Estuvo a punto de avisarle a quien fuera sobre su hallazgo, hasta que al cabo de un segundo fue innecesario.

—¡Necesito apoyo por aquí! —exigió su madre.

Con el paso de los parpadeos, el montículo de madera iba disminuyendo. La pequeña estaba aferrada a Momo como podía y ella escudriñaba cada parte de su cara. Solo tenía unos pequeños moretones.

El Omega de la profecía ꧁[KatsuDeku]꧂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora