Capítulo 14

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Paz

Levi Ackerman

El segundo celular ya estaba todo cargado. Eran las dos y veinticinco de la mañana. El único despierto era el chico alto y castaño, creo que ese era Jean. Su mirada perdida en alguna parte del suelo era realmente incómoda. ¿Qué podía esperar? Ayer perdió a su amigo. Imagino como debe sentirse, si algo les pasara a Erwin, Hange o ___, yo estaría totalmente devastado, mis ganas de seguir se irían junto con ellos. Así de simple son las cosas.

Conecto el siguiente celular, uno con fondo de pantalla en tonos pastel y conejos en diferentes poses. Los gruñidos no cesan por más que quiera, pero debo admitir que al menos es de ayuda porque puedo saber si estamos, o no, en peligro. Mis piernas están adormecidas por estar arrodillado, el duro suelo de madera no colabora y no tengo nada donde pueda sentarme, ¿por qué?, porque las sillas y mesas están en la puerta para evitar que alguien entre o salga.

Suspiré y, de nuevo, miré al castaño, quien seguía cabizbajo.

Bien, Levi, hora de hacer del papá que siempre quisiste tener.

Con dificultad, por el claro adormecimiento, me levanté cómo pude y comencé a dar pasos lentos al no sentir mis pies chocar con el suelo y temer que en algún momento pueda caer en seco y no solo llamar la atención de los demás —y que piensen que soy estúpido—, también la de los zombies que rondan afuera. Sacudí la cabeza, eliminando pensamientos innecesarios y de porquería, ninguno de ellos me ayudaría a hablar con Jean, y hablando del rey de Roma, ya estaba a unos pasos de él y no había pensado en nada que pueda decirle.

Qué buen intento de padre eres, Levi.

Bajé la vista y noté que finalmente había llegado al final de mi corto camino. Como lo supuse, Kirschtein continuaba con la cabeza agachada y los ánimos por el suelo y sin intenciones de elevarse. Cómo si eso fuera poco, su postura era ovillada, en verdad Jean no estaba dispuesto a dejar su posición. Con cautela, me acerqué a él y me senté a su lado.

—Eres un gran amigo. —dije, ahora sentándome en flor de loto.

—Gracias por el «cumplido». —rechistó, alzando la cabeza y viéndome fugazmente antes de volver a su posición inicial. Pero qué idiota eres, Ackerman.

—No me refería a eso, solo…

—Ya sé que debo superarlo y más cosas —interrumpió, ahora saliendo de su posición ovillada—, pero no creo que usted entienda mi dolor. Mi familia está expuesta, tal vez ya fueron infectados y yo estoy aquí, sentado y sin poder brindar ayuda —Nuevamente me observó, solo que esta vez sus ojos se achinaron y comenzaron a cristalizarse—. No creo que usted sepa cómo me siento ahora.

Auch. Aunque no lo niego. No sé por qué cosas estará pasando, pero puedo animarlo un poco. ¿Cómo? Ni idea. Puedo hablar cualquier estupidez y eso serviría, ¿o no? No comprendo a la generación de ahora, pueden estar llorando, les dices una estupidez y ellos se encuentran llorando y riendo como payasos.

Nada pierdo intentando consolarlo.

—Tienes razón, no sé cómo te sientes —le di la razón y me volteé a verlo—, pero puedo intentar alegrarte un poco.

Me miró, no tan convencido— ¿Y cómo puede hacer eso?

—Contándote mi vida —respondí simple—. ¿Algo que quieras preguntar? Tengo anécdotas de todo tipo. Unas más estúpidas que otras, pero algo puede calmarte.

Por un momento él sonrió y limpió algunas de sus lágrimas— Mi padre solía decirme eso… —inhaló con dificultad por el fluido nasal que se generó al llorar.

DEATH AT SCHOOL | SnK Donde viven las historias. Descúbrelo ahora