Capítulo 3

51 13 3
                                    

Lo siento - Beret & Sofía Reyes

Amber

-Más te vale volver pronto, porque como yo me entere de que has hecho cualquier tontería, verás -Me dice mi madre antes de que yo salga corriendo de mi casa.

Unos pasos después, me recompongo y sigo caminado. Todavía recuerdo lo que era ir al colegio cuando tenía cinco años. Me levantaba con ilusión. Desayunaba con ganas. En mi casa se oían esas risas que hoy en día faltan... No sé en que momento dejaron de oírse. En que momento desaparecieron sin dejar rastro. En cambio, una sombra se apoderó de mi entorno familiar. Todo lo que quedaba a día de hoy eran cristales rotos, migajas del pasado, y pequeños trazos de los que fuimos. Miro hacia ambos lados de la calle por la que camino, no veo a nadie, así que me permito tener uno de mis momentos de vulnerabilidad que hacía tanto necesitaba. Por primera vez desde hace años, dejo que algunos de mis recuerdos más dolorosos crucen mi mente.

<<No entendía nada de lo que me había dicho mi abuela Grace. Ninguna de sus palabras tenían sentido para mí.

-¿Qué es un divorcio?¿Papá y mamá están bien?-Pregunté

Mi abuela me miró con cariño, antes de que me acaricia la mejilla y me susurrara:

-No te preocupes, cielo.  No te va a pasar nada. Ni a ti ni a ellos. Tus padres no se casaron por amor. Se casaron por cometer una locura. Y ahora eso ha tenido sus consecuencias. Ya no es lo mismo. Y tus padres lo han aceptado. Tú te quedarás con tu madre, mi hija, mientras que a tu padre lo verás unas cuantas veces al año. Pero los dos te seguirán queriendo, porque eres una parte de ellos, pase lo que pase. -Me da un abrazo y nos quedamos así. En ese momento, no sabía nada de lo que iba a pasar. No sabía que los brazos de mi abuela se convertirían en mi refugio. Un refugio temporal>>

Noto mis mejillas húmedas. No debería haber dejado que esos pensamientos entraran en mi mente. Me seco las lágrimas con el dorso de la mano. Mi móvil comienza a sonar. Es Chloé.

-¡Amber! ¿Se puede saber dónde estás? Llevo esperándote en la puerta del insti veinte minutos. Te he llamado porque me da que no vas a aparecer de aquí a una hora, viendo el retraso que llevas. ¿Vienes ya o voy entrando?

-Estoy llegando. En tres minutos estoy allí. Si quieres espérame.

-Mejor voy entrando, y ya te espero sentada. La fiesta de ayer me dejó reventada. No sé por qué no viniste. Christian y yo te echamos de menos allí.

-Ya te dije que había quedado... -me detengo un momento al darme cuenta de lo que había dicho- ¿Christian? ¿Qué hacía él allí ayer? ¿No tenía entrenamiento?

Chloé se queda callada, y un nudo se me vuelve a formar en la garganta.

-Amber, solo estuvo cinco minutos. Se pasó para ver cómo iba todo. Ya está. No tienes que preocuparte. Además, creo que ya es mayorcito -Añade intentando quitarle hierro al asunto.

Lo que más me molesta de eso no es que Christian fuera y no me haya dicho nada, porque no me molesta que se vaya solo, no soy quién para controlarlo, ni que me dijera que tenía entrenamiento. Igual que todas las tardes. Lo que más me duele, es que haya podido sacar tiempo para eso y no para estar conmigo. Solo espero que este mal presentimiento que se ha instalado en mi cuerpo al completo se calme al obtener la explicación que Christian debe darme cuando nos veamos ahora. Chloé se despide y cuelga. Y al mismo tiempo, me llega una foto de la noche anterior en la que se ve perfectamente a Christian hablando con Chloé en un lugar apartado. Yo, por mi parte, aprieto el paso para llegar antes.

Cuando lo veo un rato más tarde en la cafetería, es un choque de realidad. Llevaba dándole vueltas a lo que había pasado el día anterior una y otra vez sin parar. Intentaba encontrarle sentido o una explicación. No debería de afectarme tanto, al fin y al cabo es una tontería. Pero verlo ahí como siempre, y no como me he imaginado que lo iba a encontrar me descoloca. Por fuera no ha cambiado nada. Pero por dentro no estoy tan segura. Y no sólo de él. También de mí. Soy una persona que le da vueltas a todo mil veces, por pequeño que sea.

-¿Qué hay? -Me dice Christian al verme, y me da... un abrazo. Un abrazo. No un beso. ¿Seré yo la paranoica o algo ha cambiado por completo? De todas formas de devuelvo el abrazo. 

Pasamos el rato de la cafetería hablando de cualquier cosa con los demás y saludo a unas cuantas personas que no conozco pero que me hablan como si fuéramos amigos de toda la vida. Es verdad que me conoce muchísima gente en el Instituto. Y a todos les caigo bien. Muy poca gente consigue eso. Me siento afortunada de no tener problemas en la parte social de mi vida, ya que, si los tuviera, no sé que haría si le añadimos los familiares. 

Cuando los demás se van yendo porque es tarde y nos quedamos Christian y yo en la mesa, decido que es el momento de hacer frente a lo que lleva todo el día rondándome por la cabeza. No sabía como comenzar, no quería ser brusca, pero tampoco andarme por las ramas.

-Christian, ¿qué hiciste ayer? ¿Fue bien el entrenamiento? -pregunto

Christian me mira a los ojos, y juro que me está analizando. No sé que me esperaba, pero que no me diera la respuesta al momento me ponía nerviosa, aunque de todas formas sonrío para inspirar esa confianza que ahora mismo me falta. Tras analizarme detenidamente, se decanta por responder:

-Bien. Fue como siempre. Acabé tarde, y llegué a mi casa reventado. No hay mucho más que contar. -Mira su reloj- Pero ahora que tengo algo de tiempo, voy a ponerme a preparar una tarea para mañana, que si no suspendo. -Me da un apretón en el hombro y se marcha tan tranquilamente. 

Yo, por mi parte, no sé cuánto tiempo pasa mientras que sigo intentando comprender lo que ha ocurrido, y cuando lo hago, la realidad me sienta como una jarra de agua fría. Me ha mentido. Pero lo que comienzo a sentir dentro de mí no es furia. Es una sensación nueva que no sentía desde hacía mucho. Una que se comienza a sentir cuando tu mundo y tus pilares se tambalean por completo. Una sensación de alarma. Inseguridad.

Tentando a la suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora