Capítulo 6

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La última - Aitana Ocaña

Evelyn

-A despertarse, cariño- dice mi madre mientras que entra a mi habitación para darme en la frente un beso de buenos días. Va seguida de mi padre, quien me da un achuchón cariñoso en cuanto mi madre se separa.

- Odio los lunes, de verdad - digo frotándome los ojos.

- ¡No digas eso! ¿Quién ha dicho que no pueda pasar algo increíble hoy? -dice mi padre mientras sale de mi habitación para preparar el desayuno.

Cuando los dos se van de mi habitación, me levanto y me visto para ir al instituto. Pienso en lo que me ha dicho mi padre, pero ¿qué cosa increíble le va a pasar a alguien como yo? Entro en la cocina y encuentro a mi madre preparando su café y a mi padre desayunando en la mesa del comedor. Vivimos en un pequeño y acogedor piso, en un barrio alejado del centro de la cuidad y el ruido. Miro a mis padres. Catherine, mi madre, tiene el pelo negro azabache como yo, y unos ojos marrón oscuro. Y mi padre tiene el pelo castaño pero los ojos grises, los cuales he heredado. Me siento al lado de él en la mesa.

- Bueno, bueno...-dice mi madre sentándose enfrente nuestra. Fija sus ojos en mí.- Ayer me llamó tu profesora Claire, la de física.

Me quedo muy quieta. No sé qué le habrá dicho mi profesora. Si le habrá contado mi pequeño accidente en el cuarto de la limpieza o si se habrá dado cuenta de lo que pasa con Becky. Espero a que mi madre continúe hablando.

-¿Tienes algo que decir, Evelyn?

Me aclaro la garganta antes de hablar con toda la tranquilidad que puedo reunir:

-Creo que te refieres a que el otro día en clase de arte...Tuve un pequeño percance -me quedo callada, por si he metido la pata al hablar de eso. Y me doy cuenta de que así es, ya que mi madre me mira con desconcierto antes de añadir:

- ¿Un percance? Lo que me ha dicho Claire es que ha estado observando tus calificaciones durante unas semanas, y está maravillada contigo, Ev.

Mi madre me sonríe con ternura, y noto como mi padre me coloca una mano en el hombro mientras me pregunta:

-¿Y ese percance del que hablabas?

Bajo la mirada a mi plato mientras me acabo lo que me queda de desayuno.

-Ah, eso... No fue nada. Se me derramó un poco de pintura.

Noto como mis padres se miran en silencio, pero no hay tensión en el ambiente. Una de las mejores cosas de mi vida es la confianza que tengo con ellos, porque sé que me creen en todo momento, aunque omita algunas partes de la historia. Mi madre se levanta de la mesa y comienza a recoger sus cosas. Antes de irse a trabajar, me dice:

-Pues, ¿sabes qué? Para celebrarlo, cuando salgas del colegio, nos vamos a pasar por esa librería que tanto te gusta, ¿vale?

Se me ilumina la mirada, no lo puedo evitar. Muchos no lo entenderán, pero la sensación de perderse entre las páginas de un libro, de vivir mil y una vidas que no son la tuya o de poder ver todo de otra manera, es simplemente.... Maravillosa. Me levanto de un salto y asiento enérgicamente con la cabeza.

Mi madre se va de casa, seguida de mi padre. Ambos trabajan en la misma empresa, y se pasan las mañanas en la oficina. Salen del trabajo cuando yo acabo el instituto a las tres, y ya nos reunimos todos en casa.

Miro la hora, y me preparo para irme. Antes de salir, le devuelvo la mirada a mi reflejo en el espejo de la entrada. Mis ojos grises contrastan con mi pelo negro, corto por el hombro. No me he preocupado nunca por mi físico. Lo que se debería de valorar de una persona no es su cuerpo, ni su cara, ni su belleza. Es su forma de ser. Y a mí nunca me han dado esa oportunidad. Nadie se ha parado a conocerme. Nadie excepto... Aparto a Becky de mi mente. Ella me conocía mejor que yo, y usó todo lo que sabía para herirme en mis puntos débiles. Cierro los ojos, cuento hasta tres y salgo por la puerta.

Tras caminar por las calles de siempre, llego a mi instituto. Y pasan las horas. Pasa la primera, la segunda, la tercera... Y llega el recreo. Como siempre, me doy prisa por salir de la clase. Hoy Becky también me ha estado molestando, pero se me ha hecho más ameno, y estoy segura de la razón: tengo la ilusión de la librería. Me propongo ser feliz hoy. Pero esa determinación no dura mucho, porque cuando llego a las escaleras que bajan a la sala en la que paso sola los recreos, oigo unos pasos a mis espaldas.

-Hola, Ev.

Me giro de golpe, y me encuentro de nuevo cara a cara con Becky. No hay nadie detrás suya, ni siquiera Rick. Ella me sonríe, y se acerca un paso a mí.

-El recreo no es por ahí, ¿sabes?

Pongo los ojos en blanco, intentando no dar un paso atrás para poner más distancia entre nosotras.

-Ya lo sé

-¿Entonces? ¿Pasas los recreos en la sala de abajo, sola? -baja la voz antes de añadir- Me das pena, Evelyn.

Siento un tirón en el estómago. Retrocedo unos pasos. Siento las escaleras detrás mía, pero ahora mismo me centro en la chica sin corazón que tengo delante. Me armo de valor y susurro por lo bajo:

-Tú a mi más. No eres la misma Becky.

Ella entorna los ojos, y vuelve a acercarse a mí.

-¿Qué has dicho? -al ver que no respondo, se cruza de brazos mientras sigue a unos escasos centímetros de mí- Yo no doy lástima, Ev. Tengo la vida resuelta. Tengo a gente me apoya y me quiere. Tengo amigos. ¿Te suena eso de algo? -da otro paso- Claro, se me había olvidado. Tu careces de esas personas.

-Eso no es verdad -me llevo una mano a la boca. Lo he dicho sin pensar, pero ya no siento miedo. Siento paz. Por haber expresado en alto lo que sentía. Así que continúo hablando- Sí recibo amor. Lo que pasa es que llevas tanto tiempo fuera de mi vida, que ya no sabes nada de ella, ni de mí misma. Además, yo no he tenido que usar una máscara o ponerme otra cara para ganarme a la gente. Me quieren por como soy. Y tú... -la miro de arriba abajo- Tú tienes más caras que todas las monedas del mundo juntas. -hago una pausa. El pecho me sube y me baja muy rápido, acompasado a mi respiración.- Y lo sé porque tengo pruebas. No eres la Becky que conocí. Y no es que hayas cambiado. La cosa es que esa chica que se hizo mi amiga, la tienes escondida en lo más profundo de tu ser. Y no quieres mostrarla.

La miro. Tiene las mejillas rojas, y los ojos vidriosos. Creo que he hablado más de la cuenta. Así que, como siempre, mientras la culpa se apodera de mí, trato de justificarme. Levanto las manos y añado:

-L-lo siento mucho... Yo...

No me da tiempo a acabar, porque veo como Becky levanta las manos y me empuja. Y noto que vuelo. Se escuchan golpes. Y después silencio. Lo último que distingo es a Becky mirando sus manos desde lo alto de la escalera, con las lágrimas corriendo por sus mejillas, y la silueta de una mujer adulta acercándose. Finalmente, todo se vuelve oscuro.

Tentando a la suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora