1."Maldición."

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Años atrás

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Años atrás...


El viento azotaba las ramas desnudas de los árboles, creando un siniestro murmullo que se perdía en la noche. Al final del bosque, una pequeña cabaña se erguía como un vestigio de tiempos antiguos, su fachada oscura y desmoronada casi invisible bajo la luz menguante de la luna. La joven Elena Darkmore avanzaba con pasos inseguros, sus manos temblorosas protegiendo su vientre abultado. Dentro de ella, una nueva vida latía, una vida que sería la única conexión restante con su amado.

Habían pasado solo dos semanas desde que Lucian, el amor de su vida, había sido arrebatado por un destino cruel e inesperado. Su risa, su calidez, todo lo que era él, se había desvanecido en un suspiro final, dejando a Elena sola en un mundo que ahora parecía vacío y hostil. Desesperada y rota, había escuchado rumores de una bruja que habitaba en lo profundo del bosque, una mujer con poderes oscuros capaz de devolver la vida a los muertos.

La puerta de la cabaña se abrió antes de que Elena pudiera golpear, revelando a una anciana de ojos brillantes y crueles. Su sonrisa era una mueca torcida, y su voz resonó con una suavidad engañosa.

—Sabía que vendrías, niña —dijo la bruja, su mirada fijándose en el vientre de Elena—. Desesperación y amor, una combinación poderosa.

—Necesito a Lucian de vuelta —suplicó Elena, apenas pudiendo contener las lágrimas—. Haré lo que sea, cualquier cosa.

La bruja la miró con una mezcla de compasión y burla antes de asentir lentamente.

—Hay un hechizo, un ritual antiguo, que puede devolver la vida a tu amado. Pero, como con todo en la magia, hay un precio. Debes darme algo de igual valor.

Elena tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que la magia oscura siempre tenía un costo, pero estaba dispuesta a pagar cualquier cosa por una oportunidad de tener a Lucian de vuelta.

—¿Qué quieres? —preguntó, su voz apenas un susurro.

La bruja sonrió, sus dientes amarillentos brillando a la luz de las velas.

—Tu hija —respondió con serenidad—. No en cuerpo, sino en espíritu. Ella nunca podrá amar a nadie, nunca conocerá el calor del amor verdadero. Este será el precio por traer a tu amado de vuelta.

Elena retrocedió un paso, su mente envuelta en una tormenta de dudas y temor. Miró a la bruja, luego a su vientre. ¿Podía condenar a su hija a una vida sin amor? La desesperación por recuperar a Lucian luchaba contra su instinto maternal.

—Tómate tu tiempo —dijo la bruja, casi en tono de burla—. La decisión debe ser tuya, y solo tuya.

Las horas parecieron eternas mientras Elena sopesaba la decisión. Finalmente, con lágrimas cayendo por su rostro, tomó una resolución. Si aceptaba, Lucian volvería, y su hija tendría una vida, aunque incompleta. Si se negaba, perdería a ambos.

—Acepto —dijo al fin, su voz firme pero cargada de dolor—. Haré lo que pides.

La bruja asintió con satisfacción, moviéndose con una gracia inquietante mientras preparaba el ritual. Dibujó símbolos oscuros en el suelo y recitó palabras en una lengua antigua, susurrando secretos al viento. Elena observó, su corazón dividido entre esperanza y remordimiento.

Cuando el ritual terminó, un resplandor llenó la cabaña, y la figura de Lucian se materializó lentamente, como un sueño hecho realidad. Sus ojos se abrieron, llenos de vida y confusión, y Elena corrió hacia él, abrazándolo con toda la fuerza que le quedaba.

—Lucian —sollozó—. Estás aquí, estás de vuelta.

Él la sostuvo, sus manos cálidas y su voz suave devolviéndole un fragmento de la paz perdida.

—Elena, ¿qué has hecho? —preguntó, sintiendo la perturbación en el aire.

Ella no respondió, solo lo sostuvo más fuerte, sabiendo que había pagado un precio terrible. Su hija, la vida que crecía dentro de ella, nunca conocería el amor. Pero en ese momento, abrazada a Lucian, Elena se permitió creer que había hecho lo correcto, aunque su corazón sabía que las sombras de la decisión la perseguirían para siempre.

—¿Nunca te dijeron que no debes confiar en una bruja, niñata?— La mano de la fea bruja atravesó el pecho de Lucian, dejando a una Elena perpleja, quien cayó de rodillas al suelo, desconsolada.

Ahora había perdido todo.

INCAPAZ DE AMARTE -DESCENDIENTES-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora