5. Atracción.

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El silencio del lago aún resonaba en la mente de Mal mientras Becca, con una sonrisa enigmática, rompía la tensión entre ellas

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El silencio del lago aún resonaba en la mente de Mal mientras Becca, con una sonrisa enigmática, rompía la tensión entre ellas.

—¿Me acompañas a tu habitación? —preguntó Becca, con ese tono coqueto que hacía que Mal se sintiera extrañamente expuesta, como si cada palabra fuera un juego del que no podía escapar.

Mal, aún descolocada por la conversación anterior, solo pudo asentir. Era imposible decirle que no a esa mirada, a esos ojos que se iluminaban de manera tan intensa, como si la llamaran a seguirla a cualquier parte.

—Por supuesto —respondió, tratando de sonar más tranquila de lo que realmente se sentía.

Becca sonrió con ese aire arrogante y divertido, como si supiera exactamente el efecto que tenía sobre Mal. Se giró para recoger su ropa, que estaba tirada a un lado del lago. Mal, sin poder evitarlo, la observó con una mezcla de fascinación y deseo. Cada movimiento que hacía Becca, desde cómo se vestía hasta la forma en que se echaba el cabello hacia atrás, era perfecto ante sus ojos.

Mientras caminaban de regreso al castillo, la oscuridad del bosque las envolvía, pero Mal apenas notaba otra cosa que no fuera la presencia de Becca a su lado. La villana parecía reírse de todo, bromeando en cada oportunidad, y cada vez que lo hacía, Mal sentía un pequeño vuelco en su estómago.

—¿Te das cuenta de lo fácil que es robar algo aquí? —comentó Becca, girando la cabeza para mirarla con picardía—. Como esa comida en la cocina, que nadie se molestaría en cuidar.

—¿Estás diciendo que deberíamos robar algo? —preguntó Mal, fingiendo sorpresa, aunque la idea no le desagradaba en absoluto.

—Por supuesto. Sería una pena desaprovechar la oportunidad —dijo Becca, riendo.

Sin pensarlo dos veces, las dos chicas se desviaron hacia la cocina del castillo. Becca abrió la puerta con sigilo, y ambas se deslizaron dentro con una facilidad desconcertante. La cocina estaba vacía, oscura, y olía a pan recién hecho. Mal la observó mientras Becca abría despensas y refrigeradores, buscando algo interesante.

—Eres muy buena en esto, ¿sabes? —comentó Mal, divertida.

—Tengo mis talentos —respondió Becca, guiñándole un ojo mientras sacaba un frasco de mermelada y unas galletas—. ¿Quieres?

—Siempre —dijo Mal, riendo suavemente mientras tomaba una galleta.

La luz tenue de la cocina apenas iluminaba sus rostros, pero para Mal, Becca se veía más hermosa que nunca. Su cabello aún ligeramente húmedo, su sonrisa arrogante, y esos ojos que brillaban con una intensidad que le resultaba hipnótica. Era imposible ignorar lo que sentía, el deseo incontrolable de acercarse y tocar sus labios, de dejar que esa arrogancia la envolviera por completo.

Mientras caminaban de regreso a la habitación, Mal no podía evitar pensar en cómo lo abandonaría todo por tener el privilegio de besarla, de tenerla cerca en más de un sentido. Pero el silencio que cayó entre ellas al llegar al castillo hizo que la realidad la golpeara con fuerza.

INCAPAZ DE AMARTE -DESCENDIENTES-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora