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Ven, acércate lector.
Tengo una historia que contarte.



Era una noche lluviosa, de la que muchos hablan y pocos recuerdan.
El suave sonido de las gotas golpeando una y otra vez la ventana, creaba una melodía reconfortante, la cual, no dejaba que la habitación se sumiera por completo en un profundo silencio.

Me encontraba sentada en el escritorio de mi actual psicóloga, Karla, una gran persona y muy buena oyente. Le contaba desde lo más sencillo hasta lo más complicado, desde lo más feliz hasta lo más triste. Sentía que en ella podía confiar plenamente y sin ninguna preocupación que me atormentase.
En ocasiones, a pesar de estar rodeados de personas nos sentimos solos, vacíos e incompletos. Pero gracias a Karla estos últimos dos meses no me he sentido así. Ha sido mi lugar seguro desde hace ya mucho tiempo y no se cómo debería de pagarle, porque si de pagar se tratara vendería mi alma solo para compensarla por todo lo que ha hecho por mi.

El fresco perfume de la lluvia impregnaba el aire, mezclándose a su vez con el delicado aroma del relajante incienso.

—Escucha,—Habló por fin.— ahora necesito que te centres en ti y dejes al resto del mundo atrás. Quiero que imagines que sólo estamos tú y yo en este mundo, ¿entiendes?.— Asentí y cerré mis ojos para hacer lo pedido.

«Centrarme en mi, en nadie más. Solo estamos yo y Karla en este mundo. Tengo que dejar el resto de el mundo atrás y comenzar a centrarme en mi persona.»

Recité una y otra vez para mis adentros, hasta que al fin pude creerlo, sentirlo. Solo yo y mi querida psicóloga Karla en este mundo. Un mundo tranquilo, sereno, en el cual no hay que preocuparse de absolutamente nada ni nadie.

—Ahora te pido por favor que te abras a mi. Cuéntame que te  atormenta. Quiero que me revéles el por qué has comenzado a ir al psicólogo.

Al momento de ella pronunciar esas últimas palabras, mi mente viajó al pasado, topándome así con aquellos recuerdos desgarradores. Poco a poco, mis ojos se inundaron en un mar de lágrimas las cuales no me esforcé en retener.
Cada escena se reproducía en mi mente, grabada en esta como si de un pergamino se tratase.

Abrí mis labios con dificultad, tratando de pronunciar aunque sea una sola palabra, pero nada salía de mi interior. Absolutamente nada.

Karla me miró y pude notar un ápice de preocupación en sus ojos, mezclado con la latente necesidad de saber que es lo que me ha carcomido la cabeza durante estos últimos meses.

—Si no te sientes preparada para hablar de eso, yo-

—No,—La interrumpí con dificultad.— está bien, te contaré.

Cerré los ojos y respiré hondo, lista para contar mi perversa historia. Pero cuando comencé a hablarle de lo sucedido, nadie pudo cerrar mi boca.

Que comience el juego [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora