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Discúlpenme por la—GRAN—tardanza. Pero bueno, lo importante es que ya tienen el capítulo aquí. Espero que lo disfruten.
*se va corriendo*



—¿Hola, compañera, estás aquí?.— Pregunté, adentrándome a la acogedora habitación que me rodeaba con sus luces-entre comillas-naturales.

El lugar era simplemente hermoso.
Un cuarto diseñado para dos personas, con una litera como pieza central. Esta, estaba hecha de madera con algunos detalles tallados. Las escaleras que conducen a esta, estaban elegantemente diseñadas, con barandillas de madera pulida que garantizaban la seguridad y la comodidad a la hora de subir y bajar.
En cada cama de ella habían edredones y almohadas, los cuales, por mera curiosidad me apresuré a tocar.
Eran muy suaves y blanditos.
La ropa de cama estaba cuidadosamente elegida, creando una armonía visual en el espacio.
Junto a esta habían pequeñas mesitas de noche—También hechas de madera.—con lámparas que emitían una luz cálida y tenue, perfecta para leer antes de dormir.

En una esquina de el lugar, se observaba un rincón acogedor con un par de cómodos sillones tapizados en tonos neutros y una mesita auxiliar de color ocre.
Mientras el suelo de madera se encontraba cubierto por una suave alfombra color caoba.

En las paredes se podían ver algunas obras de arte sencillas y naturales, que compaginaban con la estética de la habitación. Estas eran un bodegón, o más conocidas como naturaleza muerta.

Grandes ventanales permitían la entrada de la luz natural—¿Ya dije entre comillas?—del día, iluminando ligeramente el espacio.

Oh, cierto.
Se me olvidaba mencionar que las ventanas no eran ventanas, eran pantallas.

Al mirar a través de ellas la vista se distorsionaba, al igual que con la pared de hace rato. Los colores y formas del exterior se volvían borrosos, creando un efecto onírico.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por un fuerte estruendo, como si algún objeto de cristal se hubiese roto.
A unos metros de mi se encontraba una chica de piel muy pálida y de largos cabellos negros, los cuales, le cubrían por completo su rostro. Estaba tirada en el piso y con las manos apoyadas en este. A su lado había un jarrón roto, con muchos de sus pedazos esparcidos por todo el suelo.

Al ver que no se movía, corrí hacia ella. Me paré enfrente de la susodicha y le tendí mi mano, pero tampoco se movió.
Ni un milímetro.

—Ayuda... creo que me he cortado la mano izquierda.— Habló la chica.

Rápidamente la tomé del brazo y la ayudé a levantarse. Le guié hacia la cama y la senté en ella.

—Gracias.

—De nada.

Al ver que una de sus manos estaba completamente herida y manchada de sangre, corrí hacia una puerta, la cual, deduje que era el baño.

Y tenía toda la razón.

Esta vez, sin fijarme tanto en la decoración del lugar, cogí el primer paño que encontré, abrí el grifo del lavabo, remojé el paño en el agua y salí de ahí.
Enseguida volví con la chica comencé a limpiarle la mano.

—Por favor, no te muevas.— Le pedí.

¡Por Dios!
Mientras más limpiaba su sangre más salía a borbotones. Parecía que fuese un volcán en plena erupción.

Al no saber nada de medicina o de cómo tratar una herida, le amarré el paño a la zona lesionada como último recurso.

—Listo.

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⏰ Última actualización: Jul 17 ⏰

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