4. Un planteamiento insospechado

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La casa de Donnee era una más entre muchas de las que había en la región, pero estaba exquisitamente decorada. Se encontraba en un complejo residencial donde un despliegue larguísimo de viviendas se disponía a lo largo de una amplia pero poco transitada vía.

La entrada estaba precedida por una escalinata de estilo imperial, formada por unos escalones de hormigón que tenían un acabado en mármol y que estaba flanqueada por dos balaustradas inclinadas y rematadas con textura de roca. El acceso, en lugar de dar a la estancia principal de la vivienda lo hacía a un lateral de la misma, donde descansaba un patio cerrado con césped decorado con plantas y una serie de butacas de mimbre, algunas de las cuales se distribuían alrededor de una mesa monopie que parecía bastante robusta. Daba la sensación de que se trataba de un lugar donde descansar y observar el cielo a través del techo acristalado.

Haoran subió y se encontró la puerta principal abierta. En el interior del patio encontró a Dania y Donnee sentados ocupando un espacio central del mismo. No estaban utilizando las incómodas butacas, que parecían tener una finalidad puramente decorativa, sino que estaban acomodados sobre unas auroras que subían desde el suelo y les rodeaban el cuerpo como si fueran la imitación de unas llamas de fuego estáticas. Los tres se saludaron y Haoran se dejó caer cerca de la posición donde se encontraban los otros dos, momento en el cual se levantó una nueva aurora desde el suelo que le recogió a él para que quedara acomodado.

—¿Y bien? ¿Puedo saber a qué se debe esta quedada inesperada? Me he tenido que inventar una excusa boba para que mi mujer no sospechara nada.

Dania ya imaginaba que eso podía suceder, de ahí que había planteado verse los tres en casa de Donnee, un lugar que no levantaría sospechas en Andya en caso de que se dedicara a investigar. Haoran vio que en el centro de su posición había una aurora más grande que emergía del suelo para formar una mesa, y cuyo borde superior se alisaba perfectamente para conformar una superficie plana. Sobre la mesa había unos aperitivos y algunas bebidas; Haoran tomó un poco y comenzó a comer con discreción. La propia superficie de la aurora mesal servía de pantalla virtual donde se apreciaba una representación a escala de la Apoesfera, lo que le hizo pensar a Haoran que la conversación entre ellos había comenzado algo antes de su llegada.

—Gracias por venir, Haoran. Nos gustaría comentar contigo algunos detalles sobre tu trabajo en la minería —explicó Dania—. Como ya sabes, Donnee es profesor en la universidad y todo lo relacionado con el arte de descomponer asteroides para obtener sus minerales es de mucho interés en casi cualquier universidad, hasta el punto en que se pueden cruzar conocimientos con otras disciplinas para conseguir avances conjuntos.

Haoran asintió y se emocionó mucho de ver que un intelectual de la enseñanza se preocupaba por los pormenores de su oficio. A partir de ahí comenzó una interesante conversación en la que les estuvo explicando, en primer lugar, cómo se clasificaban y cómo eran las mecánicas resultantes de los asteroides (no desde el punto de vista observacional, sino desde el punto de vista geofísico); y, en segundo lugar, cómo esas propiedades imponían las características y la manera de trabajar que se daba en su sector.

—¿Y cómo conseguís descomponer los asteroides en partes muy pequeñas con un uso mínimo de energía? —preguntó el profesor.

—Haciéndolos girar muy rápido —respondió. Tras ver la expresión de incredulidad de sus interlocutores, advirtió que debía explicarse mejor—. Os explico para que me entendáis.

»Como os he comentado hace unos instantes, la mayor parte de los asteroides que vagan por el espacio oscuro de nuestra cápsula son el resultado de la interacción de masas muy pequeñas y, por tanto, de choques de baja gravedad y poca energía cinética. Eso hace que, aunque con el tiempo parezcan cuerpos sólidos, la cohesión de la materia en sus capas más externas no sea elevada, por lo que es relativamente sencillo desgranar su superficie solo con hacer que gire rápido y que sus capas más externas se levanten por las fuerzas de inercia.

APOESFERA. Al encuentro del nuevo universo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora