5. Estrellas de materia oscura

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Dania escuchaba en su cabeza las últimas palabras que se había intercambiado con Donnee, su profesor: «Dentro de un año volveré a estar aquí —le dijo—. No estaba previsto inicialmente, pero han adelantado la marcha al depósito de mi tercera bisabuela y tengo derecho a participar en su despedida por ser un familiar directo. Cuando vuelva, acabaremos de definir nuestro plan».

A todos les había pillado por sorpresa, incluso a su abuela. Poco antes de que Dania tuviera que abandonar la casa de sus padres para volver a la sociedad parahumana, una vez ya terminado su permiso, a una abuela lejana suya le llegó un mensaje oficial mediante el cual se le comunicaba que debía ser trasladada al depósito. Aquello era una noticia triste para todos, pues era similar a decir que iba a morir porque iba a quedar apartada de sus seres queridos y su conciencia sería transportada a un lugar especial. Pero en otro sentido también era motivo de felicidad, pues en la realidad que se alojaba al otro lado del depósito iba a encontrarse con antepasados propios a los que hacía tiempo que no veía.

La muerte, salvo por accidentes dramáticos, no era un resultado que estaba a la orden del día. Las personas estaban autorizadas a vivir un máximo de 5 rebotes de vejez; de manera que, desde su nacimiento, envejecían hasta los 50 años, momento en el que el cuerpo comenzaba a rejuvenecer hasta los 25 años, y comenzaba un nuevo ciclo de vejez-juventud. Así hasta 5 veces. Una vez alcanzada la quinta vez, que suponía unos 300 años de edad para el individuo, los parahumanos habían determinado por ley que todos debían ser transportados al depósito. Para ello, se retiraba el cerebro del cuerpo —desechando a este último— y se sometía a toda la masa neuronal a un proceso que lo convertiría en otro tipo de fluido bioplasmático, el cual se devolvía al interior de un cubículo más pequeño que el ordinario que contenía a todo el cuerpo. De este modo las personas, todavía vivas, pasaban a ocupar un espacio mínimo y a consumir una energía ínfima, permaneciendo en ese estado durante los siguientes miles de millones de años a la espera de que el nuevo universo llegara para ser dotados de un nuevo cuerpo, presuntamente a través de un clon.

Ese lugar al que se había bautizado con el nombre de «depósito» era un gran computador al que se conectaban todas las conciencias para vivir una segunda vida, y se decía que al otro lado existían seres de otras realidades a los que los parahumanos habían conocido antiguamente cuando el universo todavía existía. Esa realidad no era un mundo virtual alojado dentro del computador, sino que era un mundo distinto que se encontraba en algún lugar de las realidades. Era lo más parecido a decir que, al otro lado del depósito, había una nueva existencia esperando a los ciudadanos. Solo la conciencia podía atravesar realidades (según la ciencia había descubierto mucho tiempo atrás), y la decisión había sido que, una vez despojados de su cuerpo, todos los habitantes tenían el derecho de vivir dentro de ese lugar y descubrir nuevas y distintas experiencias al otro lado. Todo era muy bonito y reconfortante, y no había motivos para pensar que fuera un engaño por parte de los parahumanos, quienes habían demostrado tener un fortísimo aprecio por la vida. Pero, ciertamente, hasta la fecha no se había hablado de nadie que hubiera vuelto de esas otras realidades para confirmar que aquella historia era cierta.

Lo que sí era cierto y nadie parecía discutir era que, en caso de permanecer vivos desde el primero hasta el último ser que había nacido dentro de la Apoesfera durante los casi 50 mil millones de años en los que estaba prevista su existencia, posiblemente llegaría un punto en que no cabrían todos allí dentro y no tendrían recursos para tanto individuo. De ahí que hubiera un exhaustivo control de la población y también que, ya en fase de diseño, los parahumanos contemplaran llevarse consigo la tecnología, previamente conocida, para permitir que las conciencias pudieran atravesar a otras realidades y, gracias a ello, bendecir a las personas con una vida de duración casi infinita; una nueva realidad en la que el paso del tiempo era supuestamente diferente y, por tanto, los miles de millones de años de existencia no se apreciarían realmente como tales.

APOESFERA. Al encuentro del nuevo universo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora