6. Ni uno menos

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La puerta de la casa tenía una tonalidad grisácea y era de una madera especial, similar al olivo, pero más dura y resistente. Estaba fabricada en un tipo de planeta que se llamaba ctónico, esto es, un planeta que con el tiempo había perdido todas sus capas gaseosas y del cual quedaba un resto rocoso con una fina capa a título de atmósfera. Estos planetas contaban con una superficie muy rica en minerales, y el hecho de que hubiera una cobertura vegetal con gran abundancia de cierto mineral y una atmósfera con escasa iluminación solar hacían que los cultivos leñosos crecieran lentamente pero con una robustez impresionante. Le costó una fortuna, pero Renaak estaba orgulloso de que dicha fuera la frontera entre su tranquila propiedad y el desolado exterior.

Había terminado de trabajar un rato antes y se había dirigido al centro de la ciudad para comprobar si el calendario de carreras se había retomado, pero se llevó una decepción cuando comprobó que no era así. Las acusaciones cruzadas de fraude después de la pillada que hicieron a uno de sus compañeros de oficio habían causado una interrupción del torneo y habían abierto una investigación que pretendía sacar a relucir la verdad. Aquello no era más que el esperado teatro al que recurrían cada vez que pillaban a los que se escondían dentro de las cavernas para favorecer a un corredor o a otro, y no había más alternativas al hecho de que todo terminara con algunas penalizaciones a los corredores que acababan equiparando los resultados y reducían las ventajas comparativas. Esas pilladas no eran habituales, pero ya había precedentes que señalaban cuales iban a ser las decisiones a tomar.

Entró en su casa y en un instante llegó al salón, donde se detuvo de golpe. Una luz muy tenue estaba encendida y, a un lado, semiescondida entre la sombra que una esquina vertía sobre un pasillo distribuidor, estaba la silueta de una mujer que le miraba con expresión seria. Inmediatamente al verla, el rostro de Renaak, inicialmente marcado por una expresión de preocupación y desaliento, se transformó en otro rostro de seriedad que enmarcaba una mirada amenazante.

La mujer dio varios pasos al frente, saliendo por completo a la luz y desvelando un cuerpo esbelto. Ambos quedaron enfrentados con miradas penetrantes.

Al momento, la mujer movió su pierna izquierda a un lado, y él hizo lo mismo. El sonido de un instrumento rítmico comenzó a sonar el en ambiente.

La mujer movió su pierna izquierda de nuevo al centro, e inmediatamente la derecha hacia afuera, y lo hizo con la entrada de un nuevo instrumento en el ritmo. Renaak hizo lo mismo. Ambos se miraban con expresión seria.

Al cabo de un instante, ella levantó los brazos y comenzó a moverlos de un lado a otro zarandeando su cabeza y haciendo que su larga cabellera se vertiera desordenadamente por los aires, comenzando a realizar pasos con las piernas que iban al ritmo de una melodía más intensa y profunda que se escuchaba venir de algún lugar de la casa. Él hizo lo mismo y ambos comenzaron a moverse en dirección el uno al otro mientras su mirada seria se mantenía entre ellos. Al cabo de unos segundos quedaron enfrentados y moviendo sus cuerpos en un baile dinámico y repetitivo, y en el que contactos ocasionales de sus cuerpos hacían que sus miradas dejaran de estar serias y pasaran a representar sentimientos de júbilo. La canción duró unos minutos más y ambos bailaron hasta que terminó, momento en el que se abrazaron y rieron.

—Hola padre —dijo ella sintiendo sus fuertes brazos a su alrededor.

—¿A qué debo esta inesperada pero grata visita? —preguntó él, elevando el rostro de su hija hacia el suyo y pasando a darle una caricia por toda la cabellera.

Ella se quedó mirándole sin contestar. Por un instante su mirada se volvió ligeramente cristalina.

—¿Qué ha sucedido, Adwa? —preguntó su padre al advertir la tristeza en los ojos de ella—. ¿Han cerrado la mina?

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⏰ Última actualización: Sep 13 ⏰

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