"Parte 15: El Diario Desgarrador De Jacqueline"

83 10 22
                                    

Claudio se encontraba solo, sentado en el pasto de su patio en una tarde espectacular. El cielo estaba despejado, con el sol bañando todo con una luz dorada y cálida. Este era su momento favorito del día, cuando podía sentarse, escuchar música y dejar que sus pensamientos vagaran libremente mientras observaba las nubes pasar.

De repente, escuchó un suave "Alo" que lo sacó de su ensueño. Bajó el volumen de su música y se levantó rápidamente, dirigiéndose a la puerta. Al abrirla, vio a un joven repartidor con un ramo de flores rojas bellísimas en sus manos. Las flores parecían recién cortadas, llenas de vida y color.

El repartidor le sonrió y le dijo, "Necesito que firme algo". Claudio, sin poder ocultar su curiosidad y emoción, firmó rápidamente. El repartidor le entregó las flores y se marchó, dejándolo con el ramo en sus manos.

Claudio entró de nuevo a la casa, sintiendo una sonrisa dibujarse en su rostro. El aroma de las flores era embriagador, fresco y dulce. Al inspeccionar el ramo más de cerca, notó un pequeño papel atado con una cinta delicada. Con manos temblorosas, lo abrió y leyó las palabras escritas con una caligrafía que reconoció al instante:

"Ven aquí, toma mi mano 
Y llévame al país perfecto 
Por favor, confía en nosotros 
Y en nuestro amor indestructible. 
J.G."

El corazón de Claudio se aceleró al leer el mensaje. Jorge. Solo Jorge podía ser tan poético y sincero al mismo tiempo. Sintió una mezcla de emociones: alegría, esperanza y una punzada de tristeza por las circunstancias que les mantenían separados más de lo que deseaban. Se quedó allí, con las flores en una mano y el mensaje en la otra, permitiéndose sentir la profundidad de las palabras.

Sentándose de nuevo en el pasto, rodeado por el suave murmullo de la tarde, Claudio apretó el papel contra su pecho. Cerró los ojos, imaginando el rostro de Jorge, su sonrisa y la calidez de su abrazo. A pesar de todo el dolor y las dificultades, estas pequeñas muestras de amor le recordaban por qué valía la pena seguir luchando por su relación.

Las flores y el mensaje eran un testimonio del amor de Jorge, un amor que, aunque a menudo complicado y doloroso, era también hermoso y profundo. Claudio se prometió a sí mismo que seguiría adelante, que confiaría en Jorge y en su amor indestructible, porque momentos como este le mostraban que, al final del día, el amor verdadero siempre encuentra la manera de florecer, incluso en los terrenos más difíciles.

Desde el día en que recibió aquellas flores rojas, la vida de Claudio comenzó a cambiar de manera inesperada. Las flores se convirtieron en un ritual de amor y consuelo que iluminaba sus días solitarios. Jorge, ocupado con sus obligaciones, rara vez podía visitarlo, pero se aseguraba de que Claudio sintiera su presencia de otras maneras.

Pronto, las flores empezaron a llegar con más frecuencia. Cada semana, un nuevo ramo adornaba la casa de Claudio, llenando cada habitación con colores vibrantes y fragancias embriagadoras. Además de las flores, Jorge enviaba regalos pensados cuidadosamente: cremas para la piel, lociones de aromaterapia y pequeños lujos que transformaban la rutina de Claudio en algo más soportable. Jorge le había mandado un perfume francés exquisito, cuyo aroma hacía que Claudio se sintiera sofisticado y deseado. Ese perfume se convirtió en su favorito, una esencia que lo hacía sentir más cerca de Jorge.

Cada vez que Claudio se arreglaba, se aplicaba el perfume con cuidado, disfrutando del proceso. Miraba su reflejo en el espejo, tratando de ver lo que Jorge veía en él. Se preparaba como si cada día pudiera ser el día en que Jorge apareciera por sorpresa. Estas pequeñas rutinas se convirtieron en su ancla, una manera de mantener la esperanza viva.

Cuando Jorge finalmente podía visitarlo, la llegada de su amado era un evento que transformaba por completo el ambiente de la casa. La presencia de Jorge era como un rayo de sol en una tarde nublada, llenando de calidez y luz el corazón de Claudio. El sonido del auto estacionándose, la puerta abriéndose y cerrándose, los pasos firmes de Jorge acercándose... Cada uno de estos sonidos hacía que el corazón de Claudio latiera más rápido.

Entrelazados En Silencio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora