capítulo O8.

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Lisa tenía la sensación de que una piedra enorme se instalaba sobre su diafragma impidiéndole el flujo de aire. Ahora la crisis que había sufrido hace tres días tenía sentido. Estaba experimentando el principio de un celo. Su loba estaba intentando salir a flote, "revelarse" ante la humana, pero Lisa había entrenado demasiado su naturaleza a lo largo de los años como para echar todo a perder ahora.

Había algo que su loba hace poco había descubierto y la muy hija de puta no dejaba de intentar acercarse. Lisa todavía no encontraba la razón de porque estaba todo tan revuelta dentro suyo pero juraba que al momento de saberlo podría por fin poner a dormir a su parte animal de una vez por todas.

Sin embargo, ahora no era el momento ni el lugar para apaciguar el ataque. No tenía sus supresores a mano, iba a comprarlos en la tarde, pero parecía que el destino gozaba de molestarla.

—No... Esto no puede estar pasando... —se desesperó incluso más cuando el potente aroma a vainilla explotó por la oficina entera. Debía controlarlo rápido si no quería que alguien se enterara de su sucio secreto.

A duras penas, e intentando ignorar el gruñido que amenazaba con salir y a su loba rasgar justo en el centro de su pecho, se arrastró hasta uno de los armarios que descansaba en una de las esquinas de la habitación. Ese era su último recurso, ahí todavía debía quedar algo que la ayudara a salir del paso.

Con manos temblorosas y uñas ensangrentadas sustrajo una de las pequeñas llaves que colgaba de la cadena de su cuello. Costó dar con el agujero pero una vez que la introdujo giró el pomo y se abalanzó dentro.

Sus piernas temblaban, volviendo todo mucho más difícil pero tantos años de represión tenían que servir de algo.

—¡Maldita sea! —farfulló entre dientes cuando al revolver todo solo dio con papeles y cosas inútiles. Ni una sola pastilla, mucho menos un aerosol inhibidor.

Se dejó caer de rodillas al suelo, ya no había mucho por lo que pelear, solo esperaría que su jefa ingresara por la puerta y la despidiera a patadas. Todas las personas que conocieron alguna vez a la Lisa del pasado se lo dijeron, era cuestión de tiempo para que la gente supiera su realidad y todo se fuera por la borda. Se maldijo, se maldijo una y mil veces por haber tenido la desdicha de haber sido una omega. Si el destino la quisiera aunque sea un poco ahora podría ser una estúpida beta y vivir la vida que siempre quiso.

Estaba a punto de desmayarse, o más bien cederle el control a su lado animal, cosa que no había hecho en los últimos diez años, cuando la puerta se abrió de golpe. El potente aroma a café recién hecho la invadió de lleno y un diminuto gimoteo escapó de sus labios.

Ya no valía la pena seguir luchando, luego de ese alfa muchos más vendrían detrás y terminaría vendiendo su cuerpo como la mayoría de los omegas estaban destinados en esa porquería de sociedad a la que se encontraban atados.

¿Lisa? —sintió que la llamaban de cerca.

¿Acaso esa era Rosé?

—Lisa, ¿Qué sucede? —quiso responder, pedirle ayuda o patearla fuera de su oficina pero le era imposible emitir sonido alguno más que débiles gimoteos y jadeos.

El potente aroma la estaba mareando y haciendo que su loba luchara con mayor ímpetu para salir a la luz. Era como si ese olor junto a las cálidas manos que ahora le recorrían el rostro y la gruesa voz hicieran que su omega se volviera lo más salvaje posible.

—Mierda, Lis... Estás hirviendo. —luego sintió el suelo desaparecer de debajo suyo, algo envolverla y el potente calor y aroma invadiendo cada uno de sus sentidos.

—Rosé... —intentó pese a que le dolía demasiado.

Shh, tranquila, vamos a salir de aquí. No te preocupes.

i know your secret ଓ chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora