Capítulo 1 "Un toque de realidad"

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Aquel día llovía sin parar. El día que comenzó todo. A muchas personas les gusta ver como cae la lluvia a través de la ventana, pero no a mi. Soy más de sol, que el día esté iluminado y lleno de fuerza. Me da vitalidad, ayuda a mi creatividad. Quizás por eso llevaba toda la mañana intentando terminar aquel dibujo, y lo único que había conseguido era un montón de hojas de papel opalina echas bola a mi alrededor. O quizás carecía de motivación. "Tal vez mi vida necesita un cambio" pensé mordiendo la goma de mi lápiz. Y es que a veces el universo te escucha ,mas no siempre se ajusta a tus deseos.
Comenzó a sonar mi teléfono móvil. Dudé en responder. No tenía ganas de volver a discutir con Sandra. Pero me di cuenta enseguida que no era su número. Atendí la llamada con las manos sudorosas y el corazón casi en pausa.
            
         — Zoe, le habla el Dr. Triana. - reconocí la voz al instante – Debes venir al hospital cuanto antes...es urgente!

   No pude articular palabra. Tomé las llaves de mi carro y salí del estudio temiendo lo peor. Ni siquiera sentí la lluvia empapando mi pelo mientras cruzaba al otro lado de la calle donde lo tenía aparcado. Conduje de la manera más prudente que mi ansiedad lo permitía. No quería pensar en nada, pero todo se amontonaba en mi cabeza de golpe. Sabía que ese día llegaría en algún momento, pero no estaba preparada, aún no. Y quizás no lo estaría nunca.
La lluvia no cesaba. Era difícil ver a través del parabrisas. Intenté limpiar los cristales de mis espejuelos con una toallita que llevaba en la guantera. Aparté solo un segundo la vista de la carretera, lo suficiente para estar a punto de atropellarla. Detuve el auto en seco.
"¿Quién rayos camina bajo este aguacero?"pensé asustada. Bajé para asegurarme de que no había pasado a mayores. Ella sostenía un paraguas con una mano y con la otra apretaba contra su pecho un portafolios. Su cara de terror indicaba que estaba aún en shock.

             — ¿Estás bien? - alcancé a decirle una vez me acerqué.

            — Pude haber muerto ...- me dijo molesta- así que sí, estoy bien.

    Arrugaba la frente haciendo unas pequeñas zanjas entre sus cejas. Por un segundo aquel gesto me pareció gracioso. Estuve a punto de sugerirle que tuviese más cuidado al cruzar la calle, pero noté que estábamos paradas encima de un paso de cebra, lo que me hizo sentir doblemente culpable de aquella situación.

            — Discúlpame - le dije apenada-, es que no tengo un buen día, la verdad.

          — Ya somos dos - respondió con una mueca de desagrado.

         — ¿Puedo llevarte a algún lado? - le ofrecí sin saber qué más hacer para resarcir mi error.

         — No te preocupes, mejor intenta no matar a nadie hoy - fueron sus últimas palabras antes de alejarse caminando intentando esquivar los charcos a su paso.

Me sentí estúpidamente empapada. Entré de vuelta al auto, me sacudí el pelo como pude agradecida de llevarlo corto, y seguí mi camino hasta el hospital.

Llegué a la sala de espera, donde el Dr. Triana conversaba con familiares de uno de sus pacientes. Vi a uno de ellos, una jovencita, romper en llanto hasta casi desplomarse en el suelo. Triana atendía la sala de pacientes con enfermedades terminales desde hacía muchos años, quizás por ello ya se había curtido ante los gritos de dolor y desesperación de quienes acababan de perder un ser querido.
Sentí una punzada fuerte en el pecho. Era un dolor agudo. Lo vi caminar hacia mi y ya lo percibía en su mirada. Me tomó del brazo y me condujo hasta el cubículo donde estaba mi madre.

Cuando las Almas se encuentran Donde viven las historias. Descúbrelo ahora