𝕍𝕀𝕀𝕀

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En el tercer día sentado junto a Vernon como el compañero del Rey, no podía permanecer en silencio mientras los guardias arrastraron a un hombre delgado a través de la habitación y lo arrojaron delante del trono. El hombre trató de pasar a los guardias, pero ellos lo acorralaron y algunos se burlaban de él y uno lo tiró de una patada al suelo, odiaba este tipo de brutalidad, estaba a punto de levantarse cuando su compañero le tomó la mano, su Rey apretó y se relajó, confiando que sabia que hacer frente a la situación y tal vez ese era el problema ambos veían el mundo de manera diferente.

El hombre se encogió, su pelo negro oscuro cubría su cara cuando se volvió para mirarlos y sus ojos violetas se estrecharon, el rostro del hombre estaba sucio y magullado, pero lo que le sorprendió fue la edad del hombre, parecía más joven que él y trató de darle una sonrisa tranquilizadora, pero se encontró con una mirada menos que amable, no quería irritarlo. No, para enfrentar el mundo tenía que ser desconfiado, eso le puso triste.

― ¿Cuál es el cargo? ― Preguntó Vernon.

― Él estaba pidiendo comida en las calles en la estación espacial, ya había habido informes durante algunas semanas, pero finalmente lo encontramos.

― Le tomó tanto tiempo porque todos ustedes son idiotas.

Los rostros de los guardias se pusieron rojos de ira y algunos se acercaron y levantaron un puño.

― Suficiente ― su compañero dijo con un tono que envió miedo por él, y él amaba al Rey. Sólo podía imaginar cómo se sentían todos los demás, el hombre de pelo oscuro levantó la barbilla, pero mantuvo la boca cerrada y dio gracias en silencio al hombre por tener un poco de sentido común.

Vernon se rascó la barbilla. ― Tienes un olor.

Volvió la cabeza hacia atrás y miró al rey.

― ¿Lo niegas? ¿Cuánto hace que tomaste una ducha?

― ¿Importa si estoy limpio o no? ― Él trató de parecer valiente, pero hubo un ligero temblor que traicionó su miedo.

― ¿Cuál es tu nombre? ― Preguntó y sonrió, tratando de tranquilizar al hombre, que todo iba a estar bien, Vernon apretó un poco la muñeca con más fuerza, pero no lo suficiente como para hacer daño, él le golpeó el brazo y se liberó. No, su compañero tenía que entender que se trataba de un hombre y que todos los hombres tenían nombres.

― MingHao ― Se hinchó el pecho como si estuviera orgulloso del nombre.

― MingHao, eso es un nombre poco común. ― quería la historia detrás de esa expresión satisfecha.

MingHao se encogió de hombros. ― Me lo di a mí mismo. No recuerdo que nadie me llamara por un nombre y yo quería uno.

Las palabras sonaron infantiles y lo dejaron triste alguien le había dado un nombre y si no lo hubieran hecho, ¿habría anhelado uno, también? ¿Cómo llamaban a MingHao antes de eso?

― Esclavo ― Vernon gruñó. ― No hables con mi compañero, él no es alguien que guste de ti y puedas comunicarte con él.

Se congeló, una vez había estado en el lugar de MingHao, indefenso y asustado. ― Vernon, está bien. Me gusta este hombre. Tiene un espíritu fuerte.

Ojos de oro―marrón fríos silenciosamente ordenandole estar en silencio, pero inclinó la cabeza en desafío, él tenía mucho en común con MingHao para no ayudarle.

― No existen esclavos en este mundo y las marcas en el brazo del hombre muestran propiedad.

― MingHao ― dijo, interrumpiendo a Vernon. ― Su nombre es MingHao. ― cuanto antes el Rey reconociera esto, mejor.

2_ VerKwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora