1. Recuerdos.

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Se abre la puerta del consultorio con brusquedad, ahí entra un hombre alto de ojos grises, los policías lo tenían esposado y lo empujaban hasta la silla. Al llegar lo sientan empujándolo de los hombros.

Aquellos ojos grises se dirigieron al psiquiatra que se quedaría viendolo con atención notando la mirada pesada y tan profunda que emanaban, era tan agresiva que sentía que le decía que lo iba matar en cualquier momento. Le hizo señas a los policías para que se alejaran y salieran del consultorio, se quedaron ambos ahí en un silencio eminente.

—¿Por qué estás aquí?—pregunta el psiquiatra con tranquilidad.

El de los ojos grises simplemente soltó una risa irónica y desvío la mirada con una leve sonrisa.

—Estoy aquí porque unos cabrones me traicionaron—diria el hombre negando suavemente con la cabeza—. Pero no saben con quién se meten y me las voy a cobrar.

El psiquiatra asiente suavemente con la cabeza mientras miraba el expediente, se preguntaba como es que este hombre seguía vivo después de tantas cosas que le han pasado, al instante voltea porque el hombre lo estaba viendo nuevamente con esa mirada tan siniestra, eso dejo en silencio nuevamente, pero el hombre volvió a hablar.

—¿Le puedo hacer una pregunta?—diria el hombre mirándolo atentamente, parecía ver hasta el fondo de su alma.

—Adelante—contesta el psiquiatra.

—¿Tendré un final feliz?—pregunta el hombre mientras lentamente lo voltea a ver directo a los ojos.

—Todos podemos ser felices...—diria el psiquiatra mientras asiente lentamente con la cabeza observando como aquellos ojos grises le miraban esperando una respuesta—. ¿Quieres empezar hablándome un poco de lo que paso cuando eras pequeño?

—Yo creo que no, doctor—contesta el hombre mientras se remueve suavemente en su lugar—. ¿Pequeño?...—su mirada se abre y su pupila se dilata fuertemente—. ¿Por qué primero mejor hablamos del clima?

El psiquiatra al notar esa reacción simplemente se limita a asentir suavemente con la cabeza. Ambos miran por la ventana atentamente y podría notar desde su posición como aquella mirada amenazadora y agresiva comenzó a cambiar a una cansada y melancólica.

—Amo el invierno, doctor...—diria el hombre mientras lentamente se pone de pie dirigiéndose a la ventana, sus manos esposadas se ponen contra el vidrio suavemente.

—¿Por qué te gusta tanto?—pregunta el doctor mirándolo con atención e intentando mantener la calma.

—Es cosa simple..—contesta con tranquilidad el hombre mirando por la ventana como la nieve cae del cielo—. Me recuerda a ella, a esa mujer tan hermosa, pero tan cruel...—cerro lentamente los ojos, podría lograr verla de nuevo mirándolo con desprecio—. A mí madre...

El doctor abrió los labios para poder decir algo, pero el hombre lo volteo a ver directamente los ojos, su mirada estaba levemente cristalizada, podría observar como aquel hombre que se veía tan imponente y rudo podría romperse al hablar de la mujer que le dió la vida.

—Tanto el frío como el calor del verano es como tenerla cerca de mi.—el hombre lentamente solto una suave pero triste sonrisa—. Al momento de mirarme con sus ojos grises y su pupila negra. Me gustaban tanto pero al mismo tiempo también los odiaba, jamas logré entender porque me miraba con tanto desprecio—regreso lentamente su mirada hacia la ventana mirando nuevamente el paisaje nevado.

—¿y el calor? —pregunta nuevamente el psiquiatra.

—Me gusta porque se siente cálido—diria el hombre mientras retrae sus brazos y manos esposadas contra su pecho encogiéndose suavemente de hombros—. Quiero un abrazo cálido que pueda descongelar este corazón tan frío...

𝔗𝔬𝔡𝔞𝔰 𝔩𝔞𝔰 𝔯𝔬𝔰𝔞𝔰 𝔮𝔲𝔢 𝔫𝔲𝔫𝔠𝔞 𝔱𝔢 𝔡𝔦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora