¿Venganza?

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5 años después...

Adriana llegaría a la casa con una sonrisa en el rostro, en uno de sus brazos trae una bolsa llena de comida, había salido a hacer las compras.

Mientras sacaba las llaves de la puerta en el suelo estaban un ramo de rosas marchitas, eso la asusto, inmediatamente miro hacia todos lados, metió la llave y abre la puerta de un empujón, entro y después cerro la puerta de una patada.

Detras de ella aprecio un pequeño niño con muchos golpes en el rostro, con sus brazos y piernas llenas de marcas de cigarros, no trae zapatos, a duras penas trae puesta una camisa corta negra y un short verde, su cabello está algo largo pero bastante sucio, bastante descuidado.

—Hola, mamá—dijo el niño sonriendo mientras abrazaba su peluche con una sonrisa, pero noto a su madre extraña, eso lo alerto que provocó que apretara su peluche con mucha fuerza—. ¿Son otra vez esas rosas secas?

—¡Que te importa, cabron!—dijo Adriana mientras caminaba hacia la cocina sin antes arremeter un empujón con la bolsa de compras.

El niño se sobó lentamente el rostro apunto de llorar ya que el golpe le había lastimado de nuevo su boca la cual anteriormente su madre le había roto. Adriana dejo las cosas sobre la mesa y comenzó a sacarlas.

—Nicolas ¿Limpiaste bien la arena del gato?—pregunto la madre mientras acomodaba cada compra en su lugar mientras se detiene mirando a su hijo y ladea lentamente la cabeza.

—Si, mamita...—contesto Nicolás con su voz algo cortada

—Confio en qué lo hiciste...—dijo la mujer mientras cerraba los cajones—. Recuerda que si no lo haces bien haré que te la trages.

El niño abrió los ojos de par en par asustado, sintió su cuerpo temblar y como por poco se orina del miedo al ver esa mirada tan llena de odio y enojo se dirigía hacia el.

Después de terminar Adriana tomaría una cerveza y tomaría asiento sobre el sofá mientras sostenía el control de la tele.

—Vendra Alejandro a la casa, necesito que te encierres en tu cuarto ¿o prefieres irte a la caja?—diria Adriana mientras ve la tele y toma un trago de cerveza.

El pequeño Nicolás se quedó pensando, realmente le daba miedo irse a su habitación que preferiría esa caja que es un lugar obscuro, pero tampoco le gustaba porque no podía ir al baño en ningún momento, soltó un suspiro y solamente nego con la cabeza.

—Bien, entonces largo de aquí, no tengo ganas de ver tu horrorosa cara—dijo la mujer mientras mueve su mano de arriba abajo para que se fuera.

El niño corrió y se metió a la habitación, en eso cerro la puerta y le puso el seguro. Lentamente tomo asiento sobre el suelo, retrae sus piernas y se recuesta suavemente sobre ellas, jala la sabana que estaba en el suelo y se cubre, se tapa los oídos e intenta dormir.

Pasaron unas horas hasta que escucho la manija de su puerta moverse, eso lo alarmó que lo obligó a ponerse de pie rápidamente, abrió la puerta ahí estaba ese hombre que por unos instantes dirigio su mano hacia el y le sostuvo de las mejillas comenzado a empujarlo hacia dentro del cuarto eso lo asusto aun mas sintiendo sus piernas flaquear del miedo y como comenzaba lentamente a orinar sobre su ropa, comenzó a llorar en silencio porque el hombre le hizo una seña poniendo uno de sus dedos sobre su labios para que guardara silencio.

Miro un poco hacia afuera y vio a su madre tirada sobre el suelo dormida y vomitada, pero el hombre le regreso la mirada mientras lentamente comienza a cerrar la puerta, en eso se soltó de la mano del hombre dándole una mordida.

—¡MAMÁ!—grito con fuerza, el hombre soltó un quejido sacudiendo su mano.

—Pequeño hijo de puta me las vas a pagar...—dijo el hombre entre dientes mientras ve como Adriana lentamente se pone de pie, se tambalea lentamente.

—¿Ahora que, chamaco?—dijo Adriana mirando a Nicolás.

—¡El quería hacerme algo!—dijo el niño mientras señalaba al hombre.

—Estábamos jugando y tu maldito escuincle me mordió—contesto Alejandro mirando a Adriana.

—¿Que te dije sobre ser educado, Nicolás?—dijo Adriana mientras se acerca y le arremete una bofetada haciendo que el niño caiga al suelo—. No tienes porque morder a la gente, imbécil de mierda.

—¡No estábamos jugando!—reprocho Nicolás estando en el suelo sobándose la mejilla e intentando ponerse de pie.

—Y eso no es nada, tambien se hizo del baño...—dijo Alejandro sonriendo burlonamente y señalando el charco de orines que está sobre el suelo.

Adriana no lo pensó, se acercó a Nicolás lo tomo de  los cabellos y lo arrastró rapidamente por todo el pasillo. Nicolás lloraba e intentaba sacarse del agarre de su madre pero no podía, estaba temblando.

Llegarían a la habitación de la mujer, ahí había un cajon de dos puertas, algo amplio pero estrecho, lo abre lentamente y aventó a Nicolas dentro del cajón.

—Ahi te vas a quedar todo el fin de semana, por ser un malcriado—dijo Adriana mientras comienza a atarle las manos, pies y boca—. Espero que aprendas a comportarte.

Así fue con Nicolás se quedó horas y horas dentro de esa caja de madera con puertas escuchando como su madre y ese hombre tenían relaciones sexuales como dos malditos animales depravados.

Sufrió mucho los dos días, tenía hambre, se hizo del baño, no durmió absolutamente nada, estaba cansado, hinchado y lastimado de las manos y de los pies. Ya se había acostumbrado a que esto pasara, a veces lo dejaba días o semanas ahí dentro y cuando se acordaba su madre le llevaba comida, pero era muy raro cuando lo hacía, tal vez cuando estaba en sus cinco sentidos y hacia esa personalidad de madre cariñosa  y empática para después pasar a ser una madre cruel y sádica que tortura a su hijo todos los días sin parar, no hay un solo dia en el que el pequeño Nicolas reciba un rechazo departe de su madre ¿Qué clase de madre le hace esto a su hijo por venganza? ¿Realmente se merece ser llamada "mamá"?

Pasaron 3 días después de ese suceso, así que Adriana al acordarse de la existencia de su hijo fue a verlo, se acercó al cajón y lentamente abre la puerta, el niño cae por ese cajón al suelo, estaba hecho un asco. Su ropa estaba sucia, sus manos estaban atadas, estaba pálido y lleno de orines y eses.

Adriana lentamente usando guantes lo desata de las manos y los pies, ella estaba con una sonrisa en el rostro, después tomo asiento sobre la cama y lo miró ladeando la cabeza viendo cómo su hijo apenas se podía poner de pie.

—Eres un buen niño ¿Sabes?—dijo la mujer mientras se acomoda el cabello suavemente—. Así de silencioso debes estar siempre, no importa cuánto te cagues  encima y cuánta hambre tengas.

El pequeño solo le miraba con una pequeña sonrisa, había hecho un buen trabajo después de todo. Realmente vale la pena lo que hace su madre con el con tal de verla feliz.

𝔗𝔬𝔡𝔞𝔰 𝔩𝔞𝔰 𝔯𝔬𝔰𝔞𝔰 𝔮𝔲𝔢 𝔫𝔲𝔫𝔠𝔞 𝔱𝔢 𝔡𝔦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora