Prólogo

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Alguna vez, ¿han escuchado ese mito? Ese que dice que estás unido a una persona por un hilo. Si no, déjenme se los cuento:

El mito del hilo rojo del destino cuenta que el abuelo de la luna ata un cordón de este color alrededor del dedo meñique de dos personas que están destinadas a encontrarse. Ninguno de ellos podrá querer y amar a otra persona de la misma manera que quiere a quien está atado. Además, la historia dice que todos estamos unidos a alguien.

De este modo, las dos personas conectadas por el hilo rojo están destinadas a encontrarse y quererse, independientemente del lugar o la circunstancia. El cordón mágico se puede estirar o enredar, pero nunca puede llegar a romperse.

Por alguna extraña razón, yo soy capaz de ver este hilo. No sé desde cuándo, si soy capaz desde que nací o un poco después, pero la primera vez que fui realmente consciente de él fue cuando tenía 10 años. Iba con mi mamá caminando hacia la casa después de hacer unas compras cuando, por el rabillo del ojo, lo pude notar: algo que brillaba en un rojo intenso. No pude evitarlo, así que volteé y lo vi, un hilo rojo. Después de seguir su rastro con la mirada, llegué a mi mano y me di cuenta de que estaba atado a mi meñique. Al principio, me sorprendí mucho, pues no supe si alguien lo había atado ahí y, si fue así, en qué momento y por qué no me percaté, pero luego recordé lo que me dijo mi abuelo. Y claro que, como todo niño, la curiosidad me llamó y decidí seguirlo. Corrí detrás de él como si mi vida dependiera de eso y entonces pasó el peor accidente de mi vida, pues mientras iba distraído en eso, escuché un estruendo muy grande y volteé. Era mi madre; había sido atropellada por correr detrás de mí, y fue entonces que mi vida se derrumbó. Ella murió, y todo por mi culpa, todo por culpa de este maldito hilo.

—¡Nico, apúrate o vamos a llegar tarde a la escuela y recuerda que es tu primer día en esta escuela después del incidente en la anterior! —dijo Bianca gritándome desde abajo.

—¡Ya sé, ya voy! —le contesté de la misma manera, y apenas terminé me puse mi chaqueta y bajé para desayunar con mi familia.

Creo que mi familia me odia. Hacer algo con ellos me parece tan sofocante. Puede que ninguno lo diga, pero yo sé que también me culpan por lo de mi mamá. Y aunque a veces parece que ya pasaron página, yo sé que no es así. Mi padre tiene una nueva pareja, eso es cierto, pero cada vez que lo veo, cada vez que cruzo una mirada con él, noto cómo me ve. Noto el desprecio en sus ojos y el asco que le produce decir que soy su hijo, porque él, de la misma forma que yo, me culpa por la muerte de mi madre. Y cómo negarlo, yo y este estúpido hilo fuimos los causantes de la desgracia de la familia Di Angelo. Puede que de niño fuera fan del amor, pero ahora, solo me consume el corazón. 

Porque desde que maté a mi mamá, dejé de buscar, dejé de seguir ese hilo, y lo único que he intentado desde entonces ha sido cortarlo, pero parece que, a pesar de poder verlo, no puedo tocarlo, no puedo dañarlo, simplemente no lo puedo arrancar.

Quizá, la única en la familia que no me odia es Bianca.

El hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora