La Verdad

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Nico

En los días siguientes, traté de enfocarme en otras cosas, pero Percy siempre estaba en mi mente. Seguimos siendo amigos, saliendo juntos y disfrutando de nuestra compañía, pero siempre había una tensión subyacente, una sensación de algo no dicho.

Pasaron los meses, y aunque intenté mantener la distancia emocional, mis sentimientos por Percy solo se intensificaron. Cada sonrisa, cada risa compartida, cada momento juntos hacía que fuera más difícil ignorar lo que sentía. A fin de cuentas, mi abuelo tenía razón, este maldito hilo hace que ames a la persona conectada como a nadie más y no se puede cortar por más que uno quiera.

Finalmente, un día no pude más. Sabía que tenía que ser honesto, no solo con Percy, sino también conmigo mismo. Tomé una decisión y me dirigí al café Morningstar, esperando encontrar a Percy allí.

Cuando llegué, lo vi sentado en nuestra mesa habitual, con una expresión pensativa en su rostro. Me acerqué y me senté frente a él.

—Percy, hay algo que necesito decirte —comente con mi voz temblando ligeramente.

—¿Qué es, Nico? —preguntó, mirándome con esos ojos que siempre parecían ver a través de mí.

Tomé una profunda respiración y lo miré a los ojos.

—Cuando hablamos sobre el hilo rojo, tú me preguntaste si podía verlo y yo te dije que no, pero no es así. Sí puedo verlo y lamento mucho haberte mentido, Percy, pero simplemente no me gusta hacerlo, no me gusta voltear a verlo. Odio con todo mi corazón poder verlo.

—¿Por qué, Nico? —me preguntó con su voz llena de preocupación.

—La primera vez que lo vi, o al menos que me acuerde, tenía diez años y estaba regresando de hacer las compras con mi mamá. Íbamos por un camino no tan transitado, pero era la ruta más rápida a casa cuando, por el rabillo del ojo, lo vi, un hilo rojo brillante. Como buen niño, volteé lleno de curiosidad y luego vi que estaba atado a mi meñique. Al principio me pregunté cómo llegó ahí, quién lo había atado a mi meñique y por qué no lo sentí, pero luego recordé lo que me contó mi abuelo y decidí seguirlo, buscar el final y encontrar a la persona. Pero en mi búsqueda, crucé una calle. El cruce peatonal estaba activo, así que podía hacerlo, pero no me fijé bien, y cuando volví a ser consciente de mi entorno, ahí estaba yo, a los pies de la carretera con mi mamá muchísimo más atrás, atropellada. Ella me empujó para salvarme y pudo haber sobrevivido si el conductor no hubiera huido, pues al momento de hacerlo le volvió a pasar por encima. La calle no estaba siendo transitada, su teléfono quedó completamente destruido y no pude hacer nada, no puede llamar a nadie. Mi madre murió frente a mí por mi culpa. Desde entonces dejé de ver mi hilo, dejé de perseguirlo, tanto al hilo como al amor.

La atmósfera en el café se volvió más densa con cada palabra que decía. Percy me miraba con los ojos llenos de preocupación y tristeza, pero también de comprensión.

—Nico... —empezó, pero lo interrumpí, sintiendo que necesitaba desahogar todo de una vez.

—Desde ese día, me prometí a mí mismo que nunca más seguiría ese hilo. Pensé que, si ignoraba mis sentimientos, si no dejaba que nadie se acercara demasiado, no volvería a lastimar a nadie más. Pero luego llegaste tú, Percy. Llegaste con tu luz, con tu sonrisa, y sin darme cuenta, comencé a sentir algo que no podía ignorar y me hiciste volver a voltear, volví a ver ese hilo y me di cuenta de que mi destino eras tu, pero tampoco te lo dije porque estoy muy jodido Percy, estoy arruinado y no quiero anclarte a alguien que simplemente no esta bien.

Percy me miró en silencio, procesando todo lo que había dicho. Después de un momento, se inclinó hacia adelante, tomando mis manos entre las suyas.

—Nico, lo que pasó con tu mamá fue una tragedia, pero no fue tu culpa. No puedes cargar con esa culpa para siempre. Todos merecemos amor y felicidad, y eso te incluye a ti. No quiero que te alejes de mí porque crees que no lo mereces.

Las lágrimas comenzaron a llenar mis ojos, pero me obligué a mantener la compostura. No quería romperme, no aquí, no ahora.

—Percy, tú no entiendes. He intentado dejar esto atrás, pero siempre me sigue. No quiero arrastrarte a mi oscuridad. No quiero hacerte daño. Tu brillas demasiado para estar con alguien tan arruinado como yo

Percy apretó mis manos con más fuerza, sus ojos brillando con determinación.

—Nico, no me importa la oscuridad, no me importa cuán arruinado creas que estás. Todos tenemos nuestros demonios. Pero si puedo ayudarte a ver la luz, si puedo estar a tu lado y apoyarte, entonces vale la pena. No quiero que sigas huyendo de tus sentimientos ni de mí. Te quiero, Nico. Y no me importa cuán difícil sea, quiero estar contigo.

Sus palabras rompieron la barrera que había construido alrededor de mi corazón. Las lágrimas finalmente cayeron, y no pude contener el sollozo que brotó de mi pecho. Percy se levantó y rodeó la mesa para abrazarme, y me aferré a él, dejando que sus palabras me reconfortaran.

—No tienes que enfrentarlo solo —susurró, acariciando mi cabello—. Estoy aquí, Nico. Siempre estaré aquí.

Nos quedamos así por un tiempo, abrazados en el café mientras el mundo seguía su curso a nuestro alrededor. En ese momento, supe que, aunque el camino sería difícil, no tendría que recorrerlo solo. Percy estaba conmigo, y con él, quizás, podría encontrar una manera de sanar y dejar de huir de mi destino.

Después de un rato, nos separamos, aunque nuestras manos permanecieron entrelazadas sobre la mesa. La calidez de su contacto me daba la fuerza que necesitaba para seguir adelante.

—¿Qué hacemos ahora? —pregunté, mi voz aún un poco quebrada, pero con una chispa de esperanza.

Percy sonrió, esa sonrisa que siempre iluminaba cualquier habitación.

—Lo primero es que no te vas a deshacer de mí tan fácilmente —dijo con un guiño—. Y después, tomaremos esto un día a la vez. No hay prisa, Nico. Lo importante es que estamos juntos en esto.

Asentí, sintiendo que por primera vez en mucho tiempo, había una posibilidad de un futuro mejor. Salimos del café tomados de la mano, y mientras caminábamos juntos por las calles de la ciudad, sentí que tal vez, solo tal vez, todo podría estar bien.

El sol comenzaba a ponerse, pintando el cielo de tonos naranjas y rosados. A medida que avanzábamos, sentí que una parte de mí se liberaba de la oscuridad que me había envuelto durante tantos años. Con Percy a mi lado, podía enfrentar mis miedos, mi dolor y mis sombras. Y con él, podría encontrar la manera de sanar y, finalmente, aceptar el amor que siempre había temido.

Caminamos en silencio, pero era un silencio cómodo, lleno de promesas no dichas y de una comprensión mutua. No sabía lo que el futuro nos depararía, pero por primera vez, estaba dispuesto a averiguarlo. Porque con Percy a mi lado, sentía que cualquier cosa era posible.




El hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora