Cómo nos conocimos

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Percy

—Percy, hijo, apúrate o vas a llegar tarde a la escuela —dijo Sally gritando.

—Sí, mamá, ya voy.

Agarré mi mochila, bajé donde mi mamá y tomé una tostada para salir disparado a la escuela porque era cierto, faltaban cinco minutos para entrar y no es que yo viva muy cerca que digamos.

—Bye, mamá, cuídate.

—Sí, hijo, tú también.

Ok, déjenme presento de manera correcta: mi nombre es Percy Jackson y soy lo que podemos llamar un adolescente despistado, pero oigan, en mi defensa, todos los adolescentes actuales parecen ser muy distraídos. ¿Qué más pueden pedir de mí? Ah, y sí, desde que soy joven, hay una cosa atada a mi meñique. No tengo ni la más mínima idea de qué es, pero dejé de darle importancia hace mucho tiempo, pues parece que soy el único que lo tiene, así que aprendí a solo seguir con mi vida y esa cosa que nunca se va.

—Percy, hermano, pensé que no ibas a llegar —dijo mi mejor amigo.

—Por favor, Grover, es el primer día de mi último año. Obviamente tenía que hacer la entrada Jackson.

—Claro, obviamente no estás buscando una excusa para tus constantes retrasos.

—Annie, se supone que eres mi amiga. ¿Cómo puedes decir eso? —dije con un tono de voz más dramático.

—No exageres, sesos de alga, todos sabemos que Ann solo está diciendo la verdad.

—Yo no exagero, cara de pino, solo doy mi opinión de manera abierta.

—Como sea, mejor olvídalo, Percy, y vamos a clases porque se está haciendo tarde —comentó Grover con un aire más cansado.

Y dicho y hecho, los cuatro nos dirigimos a nuestras primeras tres clases que, la verdad, para mí fueron un desastre, pero ¿qué más podía hacer? Si quiero graduarme y estudiar biología marina, tengo que atender y prestar atención a todas mis clases, aun si la maestra me cae tan mal. Es que esa mugre maestra, nunca le entiendo nada y estoy seguro de que tiene algo en contra mía.

—Percy.

Tipo, yo hago lo mejor que puedo, pero no, nunca le agrada nada.

—Percy.

¿Por qué no es como el entrenador? Él parece estar súper bien con todo lo que hago, aunque eso es sumamente entendible. Por favor, estamos hablando de Percy Jackson en el ámbito deportivo, no hay nada que no se me dé.

—Percy.

Aunque ahora que lo pienso, ¿por qué me odiará la maestra? ¿Acaso le hice algo alguna vez?

—¡Percy! —le grita Grover al oído.

—¡Ahhh! Hermano, ¿qué te pasa? ¿Por qué me gritas?

—Será porque te vengo llamando como mil veces y tú no me haces caso. Te estoy intentando decir que se canceló la siguiente clase, así que tenemos más tiempo libre.

—¿Y por qué no me lo dices antes, hermano? Vente, vamos a comer —le dije y salí corriendo del salón con Grover detrás para poder encontrarnos con nuestras amigas en la mesa de siempre.

—¿Por qué tan tarde, amigos? —dice Thalia con algo de burla.

—Ya sabes cómo es Percy, está en cualquier lado menos en el salón de clases.

—Oye, eso no es cierto.

—Claro que lo es, todos lo saben, Percy.

—Annie, esta es la segunda vez en el día que no estás de mi lado. Si ya no me quieres, solo dilo.

El hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora