Pistas Ocultas

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La mañana siguiente, Anna y Lucas decidieron que era hora de presentar sus hallazgos a alguien con autoridad. Necesitaban a alguien que pudiera validar sus descubrimientos y proporcionarles la protección necesaria, ya que sabían que se estaban enfrentando a fuerzas poderosas y posiblemente peligrosas.

Contactaron al profesor Richard Caldwell, un respetado historiador y experto en crímenes históricos que había trabajado con la universidad en varias ocasiones. Después de una llamada telefónica, Caldwell accedió a reunirse con ellos en su oficina en el campus.

—Esto es asombroso y profundamente perturbador —dijo Caldwell, después de revisar las cartas y el análisis de la tinta—. Si esto es cierto, Victor Armand no solo fue un escritor talentoso, sino también un asesino meticuloso.

—Estamos seguros de que estas pruebas son auténticas —dijo Anna, mostrando determinación—. Hemos seguido cada pista y realizado cada análisis con el máximo cuidado.

Caldwell asintió, pensativo.

—Necesitamos corroborar todo esto con más evidencia. Hay registros judiciales y archivos de la policía de la época que podrían contener información sobre las desapariciones. Además, deberíamos consultar a un experto en criminología para que nos ayude a interpretar estos documentos desde un punto de vista forense.

Con un nuevo plan en mente, Anna y Lucas se dirigieron a los archivos municipales. Después de varios trámites burocráticos, obtuvieron acceso a los registros judiciales y policiales de mediados del siglo XIX. Los archivos eran vastos y desorganizados, pero contenían una mina de información potencial.

Horas de búsqueda finalmente dieron sus frutos cuando encontraron informes de desapariciones que coincidían con las fechas y nombres mencionados en las cartas de Victor Armand. Cada informe detallaba circunstancias similares: jóvenes mujeres desaparecidas sin dejar rastro, muchas de ellas vinculadas a eventos literarios o artísticos.

—Aquí está —dijo Lucas, señalando un informe en particular—. Esta es una de las mujeres mencionadas en la carta. Desaparecida después de asistir a una lectura de poesía en la casa de Armand.

Anna sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las piezas del rompecabezas estaban encajando, y la imagen que formaban era cada vez más aterradora.

Decidieron tomar una pausa para comer y discutir sus próximos pasos. En una cafetería cercana, Anna revisó sus notas mientras Lucas estudiaba las copias de los informes policiales.

—Creo que debemos intentar rastrear a los descendientes de las víctimas —sugirió Lucas—. Tal vez puedan proporcionarnos más información o incluso objetos personales que nos ayuden a entender mejor sus historias.

Anna asintió, pensando en cómo abordar a personas que probablemente no sabían nada de estos oscuros eventos del pasado de sus familias. Sin embargo, sabía que era un paso necesario.

Esa tarde, comenzaron a buscar a los descendientes. Utilizaron registros de censos, genealogías en línea y recursos de la biblioteca para rastrear las líneas familiares de las mujeres desaparecidas. Después de horas de búsqueda, lograron identificar a varios posibles descendientes.

La primera persona a la que decidieron contactar fue Claire Hartman, una profesora de literatura cuya tatarabuela, Eliza Hartman, había sido una de las mujeres desaparecidas mencionadas en las cartas de Victor Armand. Anna y Lucas se reunieron con Claire en una pequeña cafetería cerca de su casa.

—Es increíble pensar que mi tatarabuela estuvo involucrada en algo tan oscuro —dijo Claire, después de que Anna y Lucas le explicaran sus hallazgos—. Siempre supe que había desaparecido de manera misteriosa, pero nunca imaginé algo así.

—Necesitamos saber si tienes algún objeto personal de Eliza, algo que pudiera haberse conservado a través de los años —dijo Lucas—. Cualquier cosa podría ser útil para nuestra investigación.

Claire pensó por un momento antes de responder.

—Mi abuela siempre guardó un baúl con cosas antiguas de la familia. Está en el ático de la casa de mis padres. Tal vez haya algo ahí que les pueda ayudar.

Esa noche, Anna y Lucas acompañaron a Claire a la antigua casa de sus padres. El ático estaba lleno de polvo y recuerdos olvidados. Juntos, abrieron el baúl y comenzaron a revisar su contenido. Encontraron cartas, fotografías y objetos personales, pero fue un pequeño diario lo que capturó su atención.

—Este es el diario de Eliza —dijo Claire, con voz temblorosa—. Mi abuela me habló de él, pero nunca lo había leído.

Anna abrió el diario con cuidado. Las páginas estaban amarillentas y frágiles, pero la escritura era legible. A medida que leía las palabras de Eliza, una imagen más clara de la joven y su vida comenzó a formarse. Pero fue la última entrada la que los dejó sin aliento.

"Voy a la casa del Sr. Armand esta noche para una lectura privada. Ha prometido mostrarme su último manuscrito. Siento una mezcla de emoción y temor. Espero que todo salga bien."

—Esto confirma nuestra teoría —dijo Anna, con el corazón latiendo rápidamente—. Eliza fue a la casa de Victor y nunca regresó.

Lucas asintió, sabiendo que estaban cada vez más cerca de desentrañar toda la verdad. Con el diario de Eliza en sus manos, sentían que tenían una conexión directa con el pasado y una responsabilidad aún mayor de revelar los oscuros secretos de Victor Armand.

A medida que la noche avanzaba, Anna y Lucas sabían que su viaje estaba lejos de terminar. Pero también sabían que estaban en el camino correcto para hacer justicia por las víctimas y finalmente arrojar luz sobre la verdadera naturaleza de Victor Armand.

TINTA DE SANGRE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora