Capítulo 19☀️

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Mis ansiadas vacaciones para alejarme del caótico trajín de Nueva York se agotaron en el instante en el que me encontré con Luna García en el vuelo de Qatar Airways. Sin embargo, y lejano a mis expectativas, las cosas parecieron alcanzar un equilibrio durante un momento.

Y ahora la balanza se había inclinado por completo al lado catastrófico. Charlotte, mi ex novia, era la encargada de la organización de la boda de mi hermano. Mis padres me estallaban en móvil todos los días porque James no les respondía los protocolares mails que desbordaban su mensajería. Y, aunado a todo eso, estuve a un solo segundo de besar a Luna.

Se me comprimía el pecho de pensar que si no hubiésemos sido interrumpidos, algo más hubiese llegado a suceder. Y lo que es más, en el fondo de mí, sabía que era una idea que no me disgustaba. Solo que no entendía esta metamorfosis que se extendía por mis redes neuronales y colapsaba el ritmo de mi corazón.

El amanecer nos acobijó hasta que llegamos al puerto en el que, plantados en la orilla, observamos mientras la colina de humo cruzaba la atmósfera como un riel. El atronador sonido del barco nos envolvió con desgana. Y los nervios no tardaron en aparecer.

—¡No puedo creer que nos ha dejado el Ferry! —gruñó Luna, atiborrandose la frente a golpecitos.

—Tomaremos el siguiente. —Traté de mediar con calma.

—¡Todo esto es tu culpa! —prosiguió.

—No es el fin del mundo.

—¡Pues estando aquí solos los dos pareciera que fuese el apocalipsis!

—¿A quién saliste tan dramática? —Le dediqué una mirada con una ceja arriba y observé la expresión iracunda que brillaba en su rostro. Sus mejillas rosadas y sus enormes ojos enmarcados por sus largas pestañas echaban chispas. Mis ojos sobrevolaron la comisura de sus labios. Suaves y brillantes. Humectadas. Y me pregunté cómo era posible que un ceño fruncido pudiera lucir así.

Ella hizo un ruidito con la garganta mientras me alejaba en dirección a las taquillas del terminar de barcos. Sus pasos repiqueteaban detrás de mí con determinación y beligerancia

—¡¿Y tú de dónde saliste tan...?!

Me detuve en seco y me di la vuelta de refilón. Su rostro se estrelló contra mi pecho, y sus ojos subieron lentamente hasta mi cara.

Otra vez sus labios me saltaron a la vista.

Pero maniobré para deshacerme del irracional impulso que me cosquilleaba detrás de las costillas. Desperecé mi sonrisa más audaz.

—Tomaremos el siguiente barco, Luna. No te sucederá nada.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque estás conmigo. No dejaría que te pasara nada malo mientras estás conmigo, Luna.

El verano que nos juntó © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora