Conversaciones

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—̅ Hola Katsuki. ¿Cómo has estado? - Preguntó con aquel tono dulce que no perdió al parecer.

Katsuki se sentía incapaz de merecer tal amabilidad sintió como se le secaba la boca, sus manos temblaban.

—Estoy bien tía y ¿usted?- Preguntó indeciso.

—Bien cariño, entraste a la UA, ¿Cierto?- Preguntó con un tono amable.

—Lo hice- dijo con incomodidad, mientras sentía como sus manos temblaban detrás de su espalda.

— Me alegro. Izuku estaría orgulloso. No sé por qué lo hizo, pero sé que no te culparía. Lo sabes, ¿no? Sé que Izuku te importa más de lo que demostrabas. Soy consciente de que mi hijo no va a volver. Pero sé que no aceptaría que te culparas. Quizá no sea tu madre, pero te conozco como una. Te amo como una. Incluso si no he estado en tu vida, puedo verlo en tus ojos.

Sentía cómo sus ojos se humedecían. Sentía cómo sus manos temblaban y su corazón se aceleraba. Levantó la mirada y pudo observar a su tía ahí, con una sonrisa tranquila y amable, lo miraba como lo hacía cuando era un niño. Se sentía lleno de alegría cuando lo miraba así. La última vez que lo miró, solo había dolor y decepción. Después de un año, por fin podía mirarla de nuevo, sin embargo, no se sentía merecedor de tal cosa se sentía incapaz de mirarla por más tiempo. Su tía se levantó de aquella cama, se acercó a él, no es que Inko fuera alta, más bien era muy bajita, pero aun así, cuando lo rodeó con sus brazos, se sintió tan pequeño e indefenso que le aterró, aun así no lloró, pues no era capaz de hacerlo. Aunque no lo admitiera, los abrazos de su tía siempre se sintieron cálidos, dulces, llenos de cariño, llenos de sentimientos, hacía mucho su tía había dejado de abrazarlo, quizá haya considerado que Katsuki, al crecer, despreciaría tales muestras de cariño. Pero muy en el fondo, extrañaba esos abrazos. Su madre no demostraba cariño de esta manera tan expresiva. Sin embargo, tenía sus maneras. Pero en cambio, su tía Inko lo hacía de manera clara. Katsuki creía que por eso se llevaba tan bien con su madre. Se complementaban entre ellas. Katsuki era consciente de que su madre estaba decepcionada de él. Pues, mientras la mayoría de las madres o amigas de Inko se alejaron en cuanto supieron que Izuku no tenía un don, su madre, Mitsuki, fue una de las pocas que se mantuvo a su lado. Esa lealtad y ese apoyo incondicional era algo que Katsuki siempre había admirado, aunque nunca lo dijera en voz alta. La conexión entre su madre y su tía Inko era profunda y sólida, y Katsuki sabía que era algo especial y raro.

Cuando finalmente se separaron del abrazo, Inko lo miró a los ojos con una expresión de comprensión y compasión. Katsuki no sabía qué decir, pero sentía que no necesitaba palabras. Su tía parecía entenderlo todo, sin necesidad de que él explicara nada. Era como si su corazón y su mente pudieran comunicarse con ella sin barreras.

—Siempre serás parte de esta familia, Katsuki,- dijo Inko suavemente. — Y siempre serás bienvenido aquí, sin importar lo que pase. Izuku también te querría aquí. Lo sé.- Katsuki asintió, tragando el nudo que tenía en la garganta.

—Gracias, tía Inko,- logró decir finalmente, su voz apenas siendo un susurro.

Su tía era sumamente paciente, amable y considerada. Pero si se enojaba, perdía los estribos y se volvía aterradora. Trató de ver algo de ira en su mirada. Se suponía que debía odiarlo, pero solo había cariño. Abrazó a su tía, sintiéndose como un niño. Volvió de alguna manera al pasado, antes de que todo se arruinara.

—No merezco ser un héroe,- dijo con un tono bajo.

—Lo mereces. Creo que ya te castigaste lo suficiente. Pero cuéntame, ¿cómo es la UA?

Fue sorprendentemente fácil hablar con su tía. Aun así se sentía que los observaban. Platicó sin importarle mucho aquella sensación. Estaba siendo paranoico, como todas las otras semanas. En frente del hospital había un enorme edificio. Eran oficinas de alguna compañía. La ventana de la habitación de la señora Midoriya. Estaba justo al techo de aquel edificio. Se veían de manera perfecta las habitaciones de los pacientes. El líder de la liga de los villanos, Shigaraki Tomura, se encontraba en el techo junto a uno de sus compañeros. Aquel chico tenía la vista fija a la habitación de Inko Midoriya. Tarareaba una canción, mientras tomaba notas. Era un chico bajo, traía puesta una sudadera. Shigaraki observó como el adolescente miraba a su madre, sonrió con algo de picardía a la vez que sintió un poco de celos y un poco de angustia. Quizá un atisbo de culpa tan pequeño y pasajero que le divirtió.

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⏰ Última actualización: Oct 06 ⏰

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