Capítulo 17

50 10 0
                                    

Fort se tomó un momento para estudiar a Peat mientras dormía la siesta en su cama. Una cama que nunca había compartido con nadie. Una que ni siquiera había soñado con compartir con nadie.

Sin embargo, allí estaba, desnudo y enredado en las sábanas de color marrón oscuro. Su cabello castaño oscuro derramado sobre la almohada. Tenía una mano acurrucada debajo de la barbilla, una pierna doblada y saliendo por debajo de la tela.

Su brazo derecho colgaba a un lado de la cama. Arrodillándose, le tocó la muñeca y se inclinó para aspirar el maravilloso aroma a valeriana que desprendía. Un olor que le perseguiría siempre, junto con la suavidad de su tacto.

—Te amo —susurró mientras apretaba los labios en su muñeca, luego hociqueó la mejilla contra su palma. Habían pasado las últimas horas juntos, explorando cada centímetro de sus cuerpos.

Y era sin duda delicado.

Peat pensó que esto era el comienzo de su futuro juntos.

Fort sabía que era el final. Tenía que serlo. No había otra opción. Gris le devoraría y se reiría mientras lo hacía. Peor aún, haría que Fort observara.

Te echaré de menos. Siempre.

Su única esperanza era que un día encontraría a alguien digno de su amor, y le haría tan feliz como Fort lo habría intentado si hubiera tenido la suerte de tenerlo con él.

Pero no estaba destinado a ser.

«Sabes, Fort. Mi abuela siempre decía que la vida no se trata de saber quién eres tanto como el saber quién no eres. Quién eres siempre se puede cambiar. Nos esforzamos por superarnos, y deberíamos saludar cada día que vivimos con el deseo de hacer lo mejor. Pero, quién no eres nunca cambia. Y tú, mi tesoro, eres un héroe. Incluso cuando estabas herido y enojado, sólo perseguiste a aquellos que te hicieron sufrir. Nunca a los que no te hicieron nada. Porque no eres hombre que mata sin razón alguna. No eres la persona que arremete contra los inocentes y les hiere. Nunca serás ese hombre. Y es por eso que tú eres un héroe ante mis ojos, y siempre serás único».

Guardaría esas palabras para el resto de la eternidad y dejaría que le ofrecieran consuelo mientras Gris le inundaba de miseria.

Levantándose, se inclinó sobre Peat y le besó en la cabeza. Con una última mirada, cambió a su forma de cuervo y lo dejó bajo la protección de su amigo y aliados.

Debido a las tormentas que se avecinaban, los vientos de la noche oponían resistencia contra las alas. Se sentía como si ellos también estuvieran intentando destruirle, y le condujeran a la tierra mucho más abajo. En poco más de doce horas, el equinoccio llegaría y el camino se abría para dar rienda suelta al infierno.

A menos que Peat llegara al Valle a la tres de la madrugada.

Él lo lograría. Los otros se asegurarían de ello. Su trabajo consistía en facilitarles el viaje todo lo posible.

Temiendo lo que se encontraría cuando llegara, Fort voló hacia el lugar donde su hermano se sentía seguro. La cueva donde Coyote siempre se retiraba cuando quería sacar fuerzas.

Fort entró bajo para inspeccionar el panorama antes de hacer notar su presencia a sus enemigos. El túnel estaba vacío. Le tomó un segundo transformarse en un hombre y cubrirse con la armadura. Coyote era un tramposo. Nunca debería ser subestimado.

Con el mismo sigilo que una vez había utilizado para rastrear la escurridiza caza, Fort se deslizó por el pasadizo hasta que éste se ensanchó en un espacio de tierra. Las paredes estaban decoradas con glifos antiguos. Algunos tenían la apariencia de extraterrestres, pero sabía que eran máscaras ceremoniales tomadas de la memoria colectiva de los demonios que hacía tiempo habían sido desterrados de este reino.

˗ˏˋ 23 FortPeatˎˊ˗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora