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La bebida carmesí embriagó su ansiosa boca y el amargo gusto se arrastró camino abajo por su garganta. Entre un destello de luz y parloteos incesantes, la humedad de su lengua acarició la carne de los propios labios, estos siendo el pecado en el cual las ajenas miradas sucumbieron. Féminas eran las cazadoras de la noche, dulces roces planeados de los dedos, divinos los movimientos de sus cuerpos como la mejor carnada ofrecida hacia su presa, banquetes servidos con el anhelo de ser probada su entera exquisitez. Mas indomable era aquél testigo de las pretensiones, verdadera su esencia de poseer a sus pies al mundo, demostrando que la corona tan sólo le pertenecía a él. Tony Stark se concedió una sonrisa de sorna en el instante en que su feroz y única reina hizo acto de presencia: Pepper Potts se abrió paso entre la multitud de obnubiladas damas para, con la firmeza suya, tomar de la corbata del magnate, estrechando la distancia entre ellos, sus labios carmín cercanos a los masculinos, aun intocables los unos para los otros.

—Escúchame bien, Anthony —amenazó ella, arrebatándole al contrario la extensión de su gesto burlón—. Estás aquí, en un evento benéfico, para comprar una valiosa colección de pinturas. —Su índice se enterró en el pecho de Stark con hastío, la mueca de viva furia endureciéndose en el rostro de Pepper—. Vuelve a distraerte coqueteando con mujeres y juro que...

—¿Juras qué? —inquirió, el aliento inundado a alcohol manifestándose, demasiado ebrio como para tomar el control de sus acciones.

—Juro que no volverás a verme por el resto de tu vida.

—No podrías.

—¿Quieres apostar? —cuestionó, soltándole para cruzarse de brazos.

La diversión en el semblante de el de hebras brunas se disolvió de repente, floreciendo entonces la sombría seriedad. Se recompuso en su sitio y, tras carraspear, se disculpó con las mujeres que lo rodeaban en un íntimo círculo, obteniendo de ellas suaves súplicas por su permanencia. Él se negó, contrario a sus deseos, librándose de las otras presencias, siguiendo a la de cabellos llameantes sin mayor demora.

—Estabas celosa.

—No, no es así —contraatacó, deteniéndose y volviéndose en dirección a su opuesto, lidiando con la clara malinterpretación de sus actos—. Conseguí que tu imagen pública no vaya en picada una vez más. Puedes agradecerme después.

Tony entreabrió sus labios, un grave suspiro rehuyendo de estos, después manchándolos una débil sonrisa, muestra única de su profundo aprecio por la bella mujer que se hallaba delante de él, encarándole con el porte sensual de su enfado. Ambos se concedieron un segundo de vulnerabilidad a través de ese mar de desconocidos. El de orbes melifluos estiró su palma hacia las finas facciones, su pulgar mimando el pómulo, las yemas del resto de sus dedos perdiéndose en el inicio de sus largos cabellos, apartándolos detrás de su oreja. La de ojos jade ladeó su cabeza en busca de entregarse a la inesperada dulzura, su faz resquebrajada en mansa tristeza.

—No sé cómo es que sigo trabajando para ti.

—Debe ser por la excelente paga.

Pepper rió amargamente, asintiendo para corresponder a la broma.

—Supongo que tal vez estaba un poco celosa —admitió.

—Sabíamos que no sería fácil dejarnos ir —respondió, refiriéndose a su reciente ruptura, la cicatriz aún calcinando a los dos, hendiéndoles cruelmente.

—No lo es cuando tengo que ver tu insoportable cara todos los días.

—¿Preferirías un largo descanso de mí? —Le interrogó, inclinándose con ligereza al impropio rostro, la conexión de sus ojos establecida—. Porque puedes tenerlo, Pepper.

Syndrome ↠ StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora