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El sonoro tintineo de una copa llamó la atención de todos los presentes, la orquesta deteniendo su armonía, las parejas congelando el vaivén de sus pasos entre romanzas. Cada mirada recorrió el recinto hasta los inmensos peldaños de mármol, de donde descendió una figura de sagrada femineidad; su cabello platinado reposaba sobre sus hombros, el bronce de sus ojos era una entremezcla con la tonalidad de su vestido y su figura, a pesar de los años, permanecía tan deslumbrante como lo fue en su juventud. El público murmuró sobre su belleza y los aplausos no hicieron esperarse al llegar ella al inicio de la aglomeración. Peggy Carter extendió una grata sonrisa en sus labios carmín y alzó el cristal con whiskey, dispuesta a brindar en honor a la conmemoración.

Entretanto, Rogers se abrió paso por la multitud en la desesperada búsqueda de sus compañeros de trabajo, sus manos fallando en el intento de arreglar su pajarita mientras escuchaba el discurso de la querida mujer, siendo tomado repentinamente del brazo por Natasha, quien le detuvo y ayudó a perfeccionar su aspecto, más tarde dejando un suave beso en su mejilla como saludo. Sam se unió a ellos con un trío de bebidas para sus respectivos colegas, las cuales entregó y al instante fueron saboreadas en un primer sorbo. Las miradas entonces centraron su entera atención al resto de las palabras, no habiendo reparado en la introducción de una nueva presencia. Incluso cuando Steve escuchó rumores de obnubiladas mujeres a su alrededor tras la lluvia de alabanza, no tuvo ningún certero indicio de quién se trataba hasta que un hombre de majestuosa elegancia se aproximó a Margaret, agradeciéndole cordialmente con un saludo.

Anthony Stark fue la viva representación en ausencia de su padre, el segundo fundador del periódico.

—Gracias —expresó él con gratitud, haciendo una modesta reverencia. Steve crispó su entrecejo desde su lugar—. Es un completo honor haber sido invitado por esta maravillosa mujer, especialmente en el aniversario de uno de sus tantos logros. Así que, ¡brindemos por el periódico con mayor reconocimiento a nivel mundial, por todos aquellos que han hecho esto posible y por su fundadora!

Tras la exclamación, todos gritaron con efusividad y comenzaron a beber, las risas inundando el recinto, la música atronando en un festivo ritmo. El tumulto de personas se esparció ansiosamente, mas el hombre de ojos cerúleos permaneció quieto, vislumbrando a lo lejos la manera en que Stark besaba el dorso de la mayor y ésta le sonreía amplia y cariñosamente. Le fue imposible mantenerse encubierto cuando Carter le atrapó en su oteo y le pidió acercarse con un gesto suave de su mano, incapaz de negarse al pedido.

—¡Oh, querido! —Soltó la dulce voz en cuanto Steve se encontró a unos pasos de distancia—. Estuve buscándote toda la noche, ¿dónde te habías metido? —preguntó y luego le tomó en un cálido abrazo.

Inevitablemente la vista de él y la meliflua del conocido magnate se toparon después de que Peggy deshiciese la cercanía.

—Steve Rogers —habló el tercero, como si ellos nunca se hubiesen visto antes en aquel museo—. Es todo un placer. Mi tía Margaret me ha contado mucho de usted —prosiguió y le tendió la mano con recta educación, contrario al descarado visaje en su semblante.

—Señor Stark. —Fue su seca contestación, estrechando sus palmas un efímero momento.

—¿Por qué siento que ustedes dos ya se conocen?

Ambos llevaron sus ojos a la mujer. Steve negó de inmediato con su cabeza, pero Tony le interceptó.

—Tengo el placer de haber leído sus artículos.

El otro hombre debió contener una risa irónica, apretando sus labios en una fina línea.

—Oh, Steve es sumamente talentoso y sin duda uno de los mejores periodistas que tenemos. Me alegra que le hayas leído, Anthony. Debiste habérmelo comentado antes.

Syndrome ↠ StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora