Capítulo XI.

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Mile se mantenía sentado en su cama mirando hacia la nada, analizando lo que estaba permitiendo.

¿De verdad dejaría que Apo siguiera rondándolo?

La respuesta siempre era no.

Pero su cuerpo, opinaba diferente. Necesitaba tenerlo cerca, sentir su calor, su presencia, escuchar sus pasos, sentir sus manos acariciándolo, sus labios sobre su piel.

Mile se sentía como un verdadero imbécil.

Anhelaba tanto la presencia de Apo, que se conformaba con eso. Aunque, realmente él no fuera una buena persona.

Le había mentido y lo había lastimado de la manera más terrible que existían. Pero a pesar de todo eso. Aún seguía extrañando y necesitando su presencia.

Mile fingió que no sabía absolutamente nada.

Aquel día, bajo a desayunar encontrándose con algo realmente delicioso, que estaba casi seguro de que Apo había preparado.

No era por hacer menos a Ta, era un buen cocinero, pero en definitiva no conocía sus gustos como Apo.

Durante todo ese día, se sintió acompañado por Apo, aunque no sabía señales de él en la casa.

Cuando la noche cayo, Mile se acostó de lado y se mantuvo así hasta que finalmente escucho a Apo entrar por la puerta.

Durante esos cortos minutos, Mile se sentía vivo de nuevo. Era como tener un buen sueño.

Y así, transcurrieron las siguientes semanas, dos para ser exactos.

Mile seguía fingiendo no saber nada, disfrutaba de sentir la compañía de Apo por las noches.

En algún momento, Mile llego a pensar que estaría bien fingir para toda la vida y mantener a Apo cerca, aunque fuera de esa manera.

Pero nuevamente los sentimientos de tristeza y rencor invadían su cuerpo negándose a esa absurda idea.

Algunas veces quería enfrentar a Apo y hacerlo desaparecer para siempre de su vida, pero, aunque se encontraba decidido jamás lo hacía.

Simplemente se quedaba acostado sintiendo las manos de Apo sobre su rostro.

Era patético.

Pero solamente así se sentía vivo.

El tiempo transcurría y las cosas seguían de la misma manera.

Hacia un mes exacto desde que esa situación había comenzado.

Como era costumbre, Mile se acostó y espero.

Pero Apo no apareció.

Cuando el sol comenzó a salir, Mile se levantó de la cama y camino hacia la ventana, se asomó buscando esa figura tan conocida, pero no había señales de él.

Se coloco una bata y sus pantuflas y bajo las escaleras, salió de la casa sintiendo el aire cálido, camino muy lentamente hacia la casa donde Apo vivía con Ta, porque claramente sabía que Ta lo había ayudado y que eran cómplices.

La luz de la casa estaba encendida y podía escuchar voces dentro de ella.

Se acerco cuidadosamente y se asomó por una de las pequeñas ventanas que había junto a la puerta.

—No estoy seguro de esto Ta.

—¿Tienes miedo?

—Siempre dices eso. No tengo miedo Ta. Pero me va a doler.

—No te va a doler. Solamente tienes que quedarte quieto.

Mile trataba de ver que sucedía adentro de la casa, pero una cortina le impedía ver.

Anhelo- MileApoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora