Somebody Else

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Llega un punto en el que la vida empieza a perder sentido, el tiempo deja de sentirse como antes, el día a día se siente lo mismo y rara es la vez que algo te emociona, así se sentía Max. Llevaba sintiéndose así desde su tercer campeonato en formula 1, un sentimiento de haber logrado todo con lo que alguna vez había soñado lo invadía diariamente, la vida que tenía ya no lo llenaba, ir victoria tras victoria se sentía repetitivo, sin embargo, él sabía que no solo era la rutina que lo que lo orillaba a sentirse así, un suceso específico había marco un antes y un después en su vida, una huida repentina de alguien lo había marco de por vida. 

Max guardó sus pensamientos por un momento y volvió su atención al lugar donde se encontraba, una cena formal con su prometida Jaime Chadwick y sus futuros suegros, todos se veían completamente felices por la noche especial, a decir verdad, Max también estaba feliz cuando no se enfrascaba en su pasado, así que intentó enfocarse en el presente. 

—¿Qué tal un brindis por la boda?—el padre de Jaime alzó su copa con una sonrisa genuina en el rostro, era un señor más allá de los cincuenta años de edad que con el paso del tiempo había aprendido a ablandar su carácter. 

—Papá todavía falta un mes—Jaime ocultó una sonrisa discreta, como si le apenara que su padre fuera efusivo. 

Jaime era la perfecta definición de elegancia y delicadeza, cada uno de sus movimientos estaban sincronizados, su complexión delgada y alta la ayudaban a verse más estilizada, además siempre parecía tener la respuesta correcta para todo. 

—Está bien, cariño. Solo es un brindis—Max le pasó el brazo encima del hombro a su prometida y le sonrió en señal que él tenía todo bajo control—ya ven, la vida pasa volando. 

Max y Jaime se había conocido hacía cuatro años, y habían tomado la decisión de casarse después de todo, Max le propuso matrimonio un día soleado en el principado de Mónaco, y ahora su chica lucía un anillo de oro rosa con un diamante pequeño encima, el anillo perfecto para alguien que no quería llamar la atención, pero quería asegurarse que el mundo supiera que estaba comprometido con el holandés más exitoso de los últimos años. 

—Sí, pero aún faltan muchos detalles, por ejemplo, Max aún no sabe si invitará a sus padres—dijo Jaime tocando su frente con la punta de los dedos en señal que estaba muy preocupada por el evento.

El asunto con los padres de Max era que, simplemente Max había tenido suficiente de Jos Verstappen, un día decidió que era hora de tomar el control de su vida, su decisión no solo lo llevó a pedirle matrimonio a Jaime y aceptar que tenía que sentar cabeza, sino también, lo llevó a ponerle fin a su carrera dentro de formúla 1.

—No te preocupes por eso, nosotros estamos aquí—la madre de Jaime se unió a la plática y Max le dirigió una sonrisa pequeña. 

—Deberíamos de hablar de cosas más felices—interrumpió el señor Chadwick—Max, la temporada de padel está por empezar. 

Max no dudo ni una sola vez, y siguió el tema a su suegro, emocionándose por cosas banales de la vida humana. Para él era raro tener que tener ese tipo de conversaciones, durante toda su vida el mundo, su mundo, giro al rededor del mundo automovilístico, sin embargo, cuando se topó con Jaime la vida dejó de ser así, y quizá por eso le gustaba tanto. Podía tener una vida como cualquier otra persona, pues la familia de Jaime provenía de una familia con un negocio importante en el mundo de la moda y un mundo muy alejado de la formula 1, Jaime parecía comprender a Max completamente y al poco tiempo, entendió lo que Max necesitaba. 

—Basta ya, no puedo comer más pastel—Max movió la cabeza al ver que el mesero se acercaba con un plato lleno de un pastel de chocolate intenso. 

El amor de mi otra vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora