Born to die

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Nadie te advierte de la ola de emociones que llega cuando vuelves a ver a esa persona, primero sientes que te vas a desmayar y el mundo dejará de existir, después intentas recuperar el aliento, las manos te tiemblan y un nudo se forma en tu garganta. Todo esto debe pasar sin que la otra persona se de cuenta, pues no quieres que se note cuanto efecto puede causar en ti. 

Este era el caso de Max, que se había sin movimiento mientras contemplaba a Checo, definitivamente era un encuentro que no esperaba. Una parte de Max quería huir, no quería estar cerca de Checo pero una fuerza inexplicable lo acercaba a él, habían pasado años desde la última vez que se vieron, y bueno, no había salido bien. 

Max tenía tantas explicaciones que decirle a Checo, tantas cosas que contar, tenía tantas palabras en su boca, pero ninguna salía. Solo logró esbozar un sonrisa que parecía más una cara de desagrado. 

—Creí que no te volvería a ver—las palabras se deslizaron como mantequilla sobre pan caliente de la boca de Max. 

Checo bajó la vista, estaba sorprendido de ver a Max, pero sus movimientos y expresiones no reflejaban algún sentimiento. 

—Yo...—la voz de Checo fue casi un murmuro, como si no quisiera hablar.

Carlos se aclaró la garganta, estaba detrás de Checo, cierto, Max lo había olvidado por completo. De pronto el mundo a su alrededor comenzó a tener movimiento y regresar a la normalidad, ya no se sentía aislado de todo. Todo se sentía como un error enorme. 

—Chicos no hace falta que crucen palabras—Carlos se acercó a Max en un intento de evitar que la situación de saliera de control. 

Entonces Max se dio cuenta que no debía estar ahí, que debía huir, otra vez. 

—Tienes razón, debo irme—dijo Max de repente—Jaime me espera en casa y debe estar preocupada por la hora, además los entrenamientos van a estar pesados mañana—Max se calló en cuanto se dio cuenta que había hablado de más.

Checo lo veía casi sin parpadear, en su mirada ya no estaba ese brillo característico de él, algo se había apagado. 

—¿Jaime?—preguntó Checo sin más.

—Es mi prometida—soltó Max arrepintiéndose casi al instante. 

No, definitivamente Checo no tenía que saber todo eso, aunque si hace años que había terminado su relación no tenía porque importarle, pero Max no sabía donde había estado metido Checo todo este tiempo, lo que lo hacía cuestionarse que tanto sabía de su vida ahora mismo. 

Checo solo hizo una mueca de desaprobación pero pareció quitarle la importancia al instante, como si fuera algo fácil de digerir, aunque quizá lo era, quizá Max era el único pasándola mal. 

—Max—dijo Carlos. 

—Sí bien, ya me voy—Max entendió el mensaje. 

Quiso darle un abrazo a Carlos, pero también quería abrazar a Checo, era pura inercia, pura costumbre. Movió la cabeza como si eso hiciera que se le quitará la idea de la cabeza, y con un movimiento ligero de mano se despidió de los dos sin agregar más palabras a la despedida. 

Mantuvo la calma mientras cruzaba el bar lleno de personas, quería voltear atrás y ver a Checo, pero no podía hacerlo, no debía hacerlo. Al poner el primer pie fuera del lugar, se apresuró más que nunca en caminar a su casa. El corazón le latía con fuerza, no podía respirar o quizá sí, solo estaba muy agitado como para pensar en llenar sus pulmones de aire. 

No entendía que acababa de pasar, ni porqué Checo había vuelto, una parte de él le decía que era mera coincidencia pero otra le decía que todo era planeado. Necesitaba respuestas, buscar porqué...de pronto Max se detuvo en seco. 

No podía seguir pensando de esa manera en Checo, no podía actuar así por un simple encuentro, se supone que hace años Max había superado la partida de Checo, había aprendido a amar a otra persona y dejar atrás el pasado. Sus pensamientos y sentimientos se estaban contradiciendo montones. 

Sin embargo, pensó que era normal sentirse así después de todo lo que había pasado, no podía obligarse a reprimir sus sentimientos pero sí podía encontrar la causa de ellos. Un poco más calmado, siguió el camino hasta su casa, esta estaba a una calle antes de llegar a la playa principal de San Sebastián, era una casa simplemente bonita y con estilo clásico francés con una mezcla de arquitectura clásica española, a Max le gustaba mucho su casa, sentía que era alguien más en este mundo y no el campeón mundial de formúla 1. 

Abrió con cuidado la puerta principal, encontró a uno de sus gatos en el pasillo de entrada pero no le tomó importancia, subió las escaleras de mármol y se detuvo ante la puerta del cuarto principal, su cuarto, el mismo que compartía con su prometida Jaime. Contarle de su encuentro con Checo a Jaime sonaba algo innecesario, al final del día no había pasado a más, y nadie los había visto. Jaime no tendría porqué saber que Checo había regresado.

Al abrir la puerta, descubrió que la luz estaba apagada y Jaime dormía profundamente en la cama,  pues claro, ya eran pasadas las tres de la madrugada, todos dormían a esta hora. Max se quitó los zapatos silenciosamente y sin debatirse tan siquiera si usar una pijama o no, simplemente se desabrochó la camisa y de dejó caer a la cama, estaba exhausto. 

Intentó cerrar los ojos, pero era imposible, al segundo ya los tenía abiertos como plato, se movía de un lado a otro en la cama intentando encontrar una forma cómoda de dormir, también era imposible. Algo no lo dejaba dormir. A su lado, Jaime se movió delicadamente y su mano acarició suavemente la mano de Max, estaba despierta, Max la conocía suficientemente bien. 

—¿Te ha ido bien?—Jaime preguntó con voz adormilada. 

Max se calmó al escuchar su voz.

—Me he encontrado a Carlos Sainz y por eso regresé tarde—Max no entendía porque daba explicaciones si nadie se las había pedido. 

—No te preocupes, yo lo entiendo—dijo Jaime. 

Max sonrió en la oscuridad, quizá debía ser honesto con ella después de todo. 

—Corazón, ¿Qué tal si un día desaparezco?

Jaime soltó una risa, seguro no entendía porqué Max de pronto estaba con preguntas extrañas. 

—Te iría a buscar hasta el otro lado del mundo.

—Pero, y si no quiero que me encuentres, y si no quiero que nadie me encuentre-

Jaime se quedó en silencio un momento. Luego respondió;

—¿Max? ¿Planeas dejarme plantada en el altar?

Entonces Max se dio cuenta que Jaime no entendía nada y no lo iba a entender.

—No es solo que...

—¿Estás pensando en Checo?—la voz de Jaime sonaba comprensiva como siempre lo había hecho con este tema. 

Max soltó un suspiro, claro que lo iba a descubrir.

—Olvidaló, no tiene sentido.

—Hey, hey, tranquilo—Jaime abrazó a Max—mil veces pienses en eso, mil y una voy a estar para escucharte. 

Y entonces Max se sintió la peor persona del mundo, porque tenía a la persona perfecta su lado pero en ese momento se sentía completamente solo. Era increíble como en una noche los sentimientos cambian, como se transforma todo y por más que intentará volver al presente su cabeza solo tenía recuerdos de Checo, de una vida pasada, de una vida que pudo haber sido y no fue. 

—Lo sé, corazón.




El amor de mi otra vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora