Stereo Love

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Max se encontraba en un debate interno constante sobre Checo, no sabía si debería intentar ser un poco más amable o tratarlo con indiferencia por el resto de su vida. Eso era, para él no existía el gris entre los negros y blancos, era uno u otro, no había más. Por lo que quizá, la mejor decisión era fingir que Checo era uno más y no una amenaza real. Aunque tampoco debería estar pensando tanto en Checo, seguramente Charles no pensaría en Carlos Sainz en lo absoluto. Estaba exagerando, sí eso era todo. 

Así que Max decidió ocupar su mente en el entrenamiento del día, debía estar en forma para la temporada, así que aprovechó el gimnasio del hotel en el que estaban hospedando. Esa era su última noche en Barcelona, al día siguiente iría a Países Bajos para seguirse preparando. 

Ya había hecho un par de  ejercicios de fuerza con éxito, se sentía realmente bien. Sin mencionar el factor que el gimnasio estaba completamente solo, podía hacer lo que el quisiera, así que tenía la calefacción al máximo, música electrónica sonando y sentía la libertad de bailar un poco entre series. Oh sí, Max era feliz. 

Hasta que sintió una bocanada de aire frío golpear su rostro y el ruido de una pelota rebotar por todos lados. Max dejó de lado la barra con la que hacía desplantes y con el ceño muy fruncido se dirigió a la ventana, estaba abierta.

¿Pero qué?

La cerró y volvió a lo suyo, a los pocos minutos la ventana volvió a abrirse, tonto aire. Cuando regresó a acerrarla unos movimientos captaron su atención, un hombre de corta edad bailaba a un ritmo extraño mientras jugaba con un balón, Max no estaba solo. 

Justo antes de darse la vuelta y seguir con lo suyo el hombre captó la mirada de Max. Max tragó salivo arrepentido al instante. Checo. 

—Tú—dijo Max sin emoción.

—¿Yo?—Checo parecía perdido. 

—Ejea de abrir la ventana, no estás solo—Max reclamó.

—El aire es bueno. 

Era plena invierno en Barcelona y Checo quería algo de aire. 

Max rodó los ojos. Había venido a alejarse de los pensamientos y el pensamiento intrusivo había aparecido. 

—¿Por qué todo el tiempo estás feliz?

Checo torció la boca. Max hizo lo mismo, no debía haber preguntado. 

—¿Y por qué no estarlo?

—Puedes estarlo, pero en silencio.

—Tu eres el que te estás fijando en eso, yo solo estoy existiendo. 

Diablos, tenía un punto.

—Obvio que lo noto porque lo haces notorio, todo el maldito tiempo, siempre estás contando chistes o hablando con alguien, basta—dijo Max con tono nefasteado.

—Bueno, cuál es el punto de estar bien si no tiene con quien quién compartirlo, además puedes hacer sentir bien a los otros. 

—Claro que no—dijo Max con tono tajante. 

—Debatible.

Okay, Max acababa de cambiar su decisión, tratar a Checo con indiferencia era imposible. 

—Da igual, déjalo así—Max quería parar la conversación. 

Checo pareció analizarlo unos segundos, a Max no le gustaba que hiciera eso, a nadie le gusta sentirse observado. 

—Supongo que por eso todos los pilotos piensan lo que piensan de ti—dijo Checo con un tono sutil pero de alguna manera atacando. 

Max sabía que lo que los demás pensaban de él, y más que darle igual, sabía que eso era irrelevante para conseguir sus objetivos. Si los otros pensaban en él  como alguien agresivo, enojón, competitivo, era problema de ellos. Él sabía que sólo era así en la pista. 

El amor de mi otra vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora