Capítulo 2

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Cuando experimentas sentimientos vacíos es fácil desmoronarte. No sabes qué sucede, por qué te sientes así, tampoco entiendes por qué se dan cuenta de que tu corazón está roto. Alberto tuvo algunas exnovias antes, no era tan inexperto en el tema del amor, pero era la primera vez que sentía que iba a durar mucho tiempo con alguien. Por eso se estaba desmoronando y no quería sentirse así. Cuando perdemos a alguien tendemos a intentar sanar sin importar qué tan grande sea la herida; pero entre más intentamos sanar, es menos sencillo olvidar. Los recuerdos de ambos juntos, los detalles, las palabras, incluso cosas mínimas hacen que todo te recuerde a esa persona. Es como si el mundo no quisiera que olvidaras. Alberto no dejaba de sentirse mal aun estando en la escuela. Antes de salir de su casa dudó de hacerlo, pero nada evitaría que faltara a sus clases, pues él amaba asistir. El chico tomó la decisión de irse en el camión hasta la universidad con lentes oscuros que ocultaran lo rojo de sus ojos por haber llorado. Le avergonzó que lo vieran así de indefenso.

Cuando llegó a su facultad decidió dirigirse al mismo lugar donde un día antes había tenido, quizá, la última oportunidad de arreglar algo de su relación. Llegó a la cafetería donde vio a varios alumnos comiendo o descansando en las bancas y él decidió sentarse en una de las mesas. Puso la mochila en sus piernas y después acomodó sus codos en la mesa, además sus manos estaban sobre su cabeza adolorida. Alberto rogaba por no encontrarse con ningún compañero de su facultad porque sabía que si lo hacía le daría pena, porque nunca solía ser muy expresivo; le gustaba más ser un chico que parecía alegre y ya.

Por otro lado, alguien que sabía que sí era preocupante lo que sucedía era Armando. Cuando su amigo lo dejó en visto supo que era momento de buscarlo. Pensó en ir a su casa, pero sabía que era más probable que estuviera en su facultad. Por eso mismo decidió ir ahí primero. Buscó a los lados sin cesar hasta que notó en su cafetería a un joven que emitía tristeza alrededor. Le alegró verlo bien, pero sabía que no lo estaba. Después de encontrarlo decidió caminar lento hasta llegar a su mesa y sentarse para hacerle compañía. Suspiró para hacer notar su presencia lo que funcionó y causó que Alberto levantara la mirada a verlo, aunque Armando no era bueno animando.

—Viejo... Te ves terrible —mencionó el estudiante de enfermería.

—No me digas —respondió Alberto irónico agachando la mirada.

Armando suspiró después de lo sucedido. Alberto volvió a sobar su cabeza con su mano para intentar soportar la migraña. En ese momento Armando había agradecido pedirle ayuda a una amiga de Alberto de la que siempre le hablaba. Una joven que de cierta manera le intimidaba, pero sabía que podía ayudarle en caso de ser necesario. La encontró en una de las sendas caminando a economía y como sabía quién era, no dudó en comentarle lo de Alberto. Ella prometió que iría a verlo cuando lo encontrara. Armando sacó su celular antes de hablar más con su amigo y le envió un mensaje en la única red social donde se tenían agregados; lo hizo para que fuera a verlo. Después de realizar lo debido volvió con lo importante en ese momento. Alzó la mirada y le devolvió las palabras a su amigo.

—¿Fue tan malo lo que sucedió ayer? —preguntó Armando tratando de entender.

—Sinceramente, fue lo mismo de siempre, a excepción de que esta vez se siente más real.

Armando abrió grande los ojos mientras presionaba sus labios. Algo dentro de él trataba de decirle que debía animarlo, pero en realidad solo quería decirle una última vez que ya olvidara a esa mujer. Por suerte para ese momento fue cuando llegó una mujer hermosa de piel morena, delgada y con cabello chino teñido de rojo. La mujer caminó con prisa hasta llegar con su amigo y después sentarse a su lado con prisa. Alberto al ver a su amiga se sorprendió y miró de reojo a Armando.

—Sí, bueno, yo la llamé. Creí que podría ayudar más que yo —comentó Armando apenado viendo a la mujer sentarse—. Hola Arlet.

Arlet, la amiga de Alberto, sonrió amable al enfermero y después volvió a ver a su amigo a quién acarició el hombro con consuelo. En el momento que lo vio mal comprendió que nuevamente se trataba de la misma mujer con quién había tenido problemas antes y se preocupó por su amigo. Después de todo ambos habían sido amigos desde la secundaria; ahora iban en la misma universidad con la única diferencia de que Arlet estudiaba Psicología y Alberto Economía y Finanzas.

El fallo de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora