Alberto comenzó a jugar con una basurita en una mesa de la cooperativa de su facultad, lo hacía teniendo una gran sonrisa en la cara. En su mente solo estaba la joven con la que no dejaba de hablar desde que le habló la primera vez que la vio. Alberto estaba ilusionado de ver a Claudia, lo cual lo confundió por un momento. Dejó de jugar con el papelito cambiando su mirada a una confundida, se le hizo extraño pensar que en el tiempo que llevaba conviviendo con Claudia ni siquiera había pensado en su exnovia. Incluso sintió que era cruel no pensar en cómo recuperar a su supuesto amor y en cambio estar con Claudia en la mente todo el día. También recordó a todas las personas que hablaban mal de ella a sus espaldas, eran personas crueles que la molestaban por su apariencia, así como burlas del pasado que no entendía, pero él sabía que no tenían derecho a tratarla así. Por eso se alegró de volverse su amigo. Se le hacía una persona muy real.
Claudia por otro lado, estaba sorprendida de que el chico no tenía ni idea de jugar la mayoría de los videojuegos que existían. Le era sorprendente que la mayoría de los juegos que conocía fueron inventados por el mismo Alberto y eran relacionados a la contabilidad; incluso los que no lo eran, logró que lo fueran, como el juego de DOS donde en vez de simples números había fórmulas de Excel. Nunca entendió cómo se jugaba, pero le había prometido a Alberto jugar con él, razón por la que el chico le estaba esperando en la cafetería. Cuando Armando se enteró de que su amigo vería a la loca fue a buscarlo a su facultad para salvarlo de seguir creyendo que Claudia solo era su amiga y no más. Armando caminó hasta la mesa de su amigo y al verlo tan feliz después de haber terminado con su novia, supo que no era normal verlo sonreír. Una vez llegó con Alberto y se sentó a su lado decidió verle a los ojos con la mirada más seria que podía darle y preguntó.
—Se sincero, desde que te juntas con Claudia has estado muy feliz, ¿qué droga te dio?
Alberto rio al escuchar eso.
—Intentó aprender mi juego de DOS —respondió Alberto con una sonrisa adorable.
Armando puso cara de asco al oír eso.
—¿Seguro no están saliendo? —cuestionó el amigo al saber que eso no era normal.
—No. Es una excelente amiga, la estoy esperando, vamos a ir por helado para pasar la tarde.
Armando miró confundido a su amigo. Se sintió triste porque se dio cuenta de que su amigo no sabía que se estaba enamorando de otra chica y aún era demasiado joven para entender sus propios sentimientos, al menos desde la perspectiva de Armando. Su amigo procedió a negar con la cabeza y Alberto alzó los hombros tratando de aceptar el rechazo que su amigo le había demostrado.
—¿Sabes? —empezó a decir Alberto—. Claudia me enseñó bien. Tenía que superar a Regina, me siento más feliz desde que terminamos y siento que he crecido emocionalmente desde ese momento.
—¿Enserio? —preguntó una voz conocida que impresionó a Alberto.
Alberto se levantó al momento de escuchar la voz de su ex frente suyo, se puso nervioso al interactuar con la mujer que había compartido un año de relación, pero después se atrevió a dirigirle la mirada de forma tímida.
—Regina...
—Alberto —contestó la mujer nerviosa.
Armando solo rodó los ojos al ver aquella escena, le pareció ridículo que se hicieran los sorprendidos al encontrarse estudiando en la misma facultad. Armando desvió la mirada por completo hasta otro punto de la cafetería, lugar en donde observó a Claudia sorprendida por la escena de los antiguos amantes y decidió esconderse mientras aquella conversación sucedía. Eso le causó curiosidad a Armando, cosa que por primera vez le hizo prestar más atención de la debida a algo que parecía no importarle.
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El fallo de Cupido
RomanceAlberto Rojas es un joven universitario cuyo mundo se desmorona cuando su novia Regina decide terminarlo. Determinado a recuperarla, Alberto enfrenta un viaje emocional que lo lleva a un encuentro inesperado con Claudia Romero, una estudiante de psi...