Capítulo 1

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Observar su belleza era como apreciar las estrellas, no había cosa más hermosa que mirarlas bajo la luz de la luna. Eso era lo que Alberto sentía cada vez que veía a Regina Torres, su novia. Era difícil no darse cuenta de que Alberto solía entregar toda su vida a su relación, volviéndolo algo cansado, así como difícil de llevar. Sabía que él solo no podía ser el pilar de ambos para que siguieran juntos, pero de todas formas siempre trataba de poner mucho más compromiso que Regina para que las cosas no se derrumbasen. Lo que Alberto no comprendía era que eso estaba acabando más con su relación que dejar ir a su novia. Por otro lado, Regina solía sentirse culpable al notar que Alberto era la persona más comprensible y amable del mundo, carismático, así como un chico que ponía todo de su parte; pero que, por lástima, en más de un año de relación jamás habían llegado a un grado más íntimo. Estaban en un momento donde ambos dudaban acerca de quién era el otro, no había confianza ni mucho menos deseo de seguir unidos.

No importaba cuánto pensaran que debían estar juntos, habían dejado de quererse hace mucho tiempo, porque a veces las cosas así suceden. No tenían conexión, ni intimidad. Ellos, como muchas personas, no sabían que a veces ni el tiempo puede crear el grado de confianza que querían conseguir. Cuando no es, no será. Su amor era inestable, poco trabajado y sobre todo vacío. Ninguno de los dos se sentía cómodo ahí, sin embargo, eso no los había separado hasta ahora.

Regina era la más alterada por su relación, posiblemente, la primera en darse cuenta de que si no cortaban solo se estaban aferrando a algo absurdo que los llevaba a peleas sin sentido. Fue por ello que decidida citó a su novio en la cafetería de su facultad, la facultad de economía, donde ambos estudiaban la misma carrera y se conocieron. Necesitaban hablar.

Alberto planeaba llegar puntual como era costumbre. Él era un chico disciplinado, ordenado, cumplido y lo que alguien describiría como un hombre cuadrado. Al llegar a la universidad, antes de ir a la cafetería midió su tiempo para poder hablar con un amigo suyo muy cercano que estudiaba en la Facultad de medicina.

Su amigo, Armando, estudiaba enfermería en dicha facultad. Ambos eran lo bastante cercanos a su manera. Siempre hablaban de cualquier cosa una vez al día, salían a tomar juntos o simplemente eran la persona que buscaban de vez en cuando para hablar y sentir confianza. No siempre eran las pláticas más profundas del universo, pero a Alberto le agradaba ese tipo de conversaciones que a su vez mantenían en calma a Armando.

El ruido era intenso en la ciudad universitaria, llena de estudiantes de diferentes edades en un entorno joven donde era fácil recordar que, mientras uno está creciendo aprende de maneras deprimentes y la vida nunca deja de enseñarnos cosas. Era el ruido de otros estudiantes y más almas aprendiendo, viviendo mil y una experiencias, lo que rodeaba la conversación de los amigos.

Ambos se recargaron contra la pared de uno de los salones de enfermería en la planta baja del edificio, viendo el patio en el que pasaban muchas personas con batas de medicina y quirúrgicos. Empezaron a hablar del tema que atormentaba a Alberto, pero que para Armando ya había una respuesta clara.

—Quiero ofrecer todo lo que esté a mi alcance para que nuestra relación mejore, pero es la tercera vez en el mes que tendremos esta conversación.

—Güey, ya te he dicho muchas veces que la termines. No van a llegar a ningún lado, ustedes no funcionan juntos. Ni siquiera se besan cuando se ven, nunca hablan si no es para intercambiar ciertas palabras. No se soportan.

Alberto le dio una mueca a su amigo en ese momento, sabía que tenía razón, pero él no estaba dispuesto a que esa relación muriera. Él demostraba estar cautivado con Regina, por eso no se rendía tan fácil. Para Alberto, ella era la mujer más hermosa que había conocido. Era material perfecto para pasar el resto de su vida juntos, no había nada que se los impidiera.

El fallo de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora