Nueve

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La noche de la promesa había llegado. Después de que Arquin y yo diéramos nuestros votos, sería llevada a su planeta, Zargan, donde nos esperaría una gran ceremonia y varios días de celebración. No podría quedarme en Halam.

Mi padre no accedería a ninguna de mis peticiones. Estaba contento de que mi salud hubiera mejorado considerablemente. El hecho de no poder consumir el veneno que me había enfermado me había vuelto muy irritable.

Solo Arquin podía posponer la fecha de nuestro compromiso. Nidin no aparecía por ningún lado y no tenía forma de localizarlo.

El jardín de las orquídeas era el mejor lugar para hablar con Arquin. La luz se reflejaba en los pétalos de las flores. Mi corazón se sintió un poco aliviado al ver a Arquin sentado en uno de los bancos.

—Esperaba ver a tu amante secreto en tu lugar —me señaló Arquin mientras buscaba con la mirada.

—Te he llamado porque quiero hablar contigo sobre nuestro compromiso. —Fui directa al grano.

—Estamos a punto de comenzar la ceremonia de nuestro compromiso. ¿Dónde está él? —clavó sus ojos dorados en los míos. Su mandíbula estaba tensa y sus manos a los costados.

—Él está resolviendo un asunto de gran importancia. Muchas cosas de su vida dependen de eso —justifiqué a Nidin.

—Lo intento, pero no lo entiendo —negó con la cabeza—. ¿Qué puede ser más importante que defender el amor de la mujer que dice amar? se levantó del banco y se acercó a mí.

—Realmente es muy importante lo que está resolviendo —traté de no pensar en las palabras que acababan de salir de su boca.

—No lo justifiques. Él no merece tu amor. Date cuenta —gruñó—. Él ya ha elegido sus prioridades y tú no estás entre ellas.

—Estoy segura de que algo debe haberlo retrasado —volví a justificarlo—. Por favor, te pido más tiempo. Detén la ceremonia de compromiso.

—No te permito que supliques en su nombre. El plazo ha terminado.

—¿Por qué insistes en continuar con esta farsa? A pesar de saber que pertenezco a otro hombre y que lo amo. Estaba desesperada.

—Porque siento algo especial por ti. —Fijó su mirada en la mía—, más de lo que he sentido por cualquier otra mujer. No puedo permitir que te quedes con alguien que no te valora, que no te trata como mereces, que no lucha por ti y que no se preocupa por tu bienestar. Me casaré contigo porque deseo que seas mi esposa y te aseguro que si en algún momento encuentras a alguien que te ofrezca más de lo que yo puedo darte, tendrás la libertad de irte.

Sus palabras resonaban en mi mente como un eco constante. No podía rendirme tan fácilmente, debía confiar en Nidin y luchar por nuestro amor, a pesar de todo.

—¿Estás seguro de tu decisión? —pregunté.

—Sí. Nos vemos en la ceremonia —respondió antes de alejarse.

.

Ocho Nefalas me ayudaron a prepararme para la ceremonia esa noche. Sentí que me convertía en una más de ellas, obligada a seguir un destino impuesto. La envidia también se apoderó de mí al ver que al menos ellas tenían la posibilidad de elegir con quién casarse.

Mientras caminaba por los pasillos del castillo, sentía que el inmenso vestido de color durazno cubierto de pequeños diamantes era una prisión. A medida que me acercaba, una suave melodía resonaba en el eco; era relajante.

Cuando llegué al gran arco de la entrada, decorado con copos de nieve, todos los inmortales, vestidos con sus mejores galas, se retiraron a las esquinas y me hicieron una reverencia. Fue una lástima no conocer a ninguno de ellos, habría sido agradable saludarlos y ponerme al día sobre los recientes acontecimientos en nuestras vidas.

La Diosa Perdida #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora