Trece

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Las lágrimas habían abandonado mis pupilas para siempre, por más mal que me sentía se rehusaban a salir. Llegue a la conclusión que yo era peor que todos los seres malvados que había conocido y que llegue a repudiar algún día.

Me había quedado sola, muy sola, aquella soledad me quemaba. Sabía que aun tenia un corazón porque lo podía escuchar en mi pecho, cada latido representaba un quejido de dolor.

Loth se había tenido que ir de emergencia, pero ya me había dicho suficiente, uno de sus comandantes había venido por el, rogaba porque no fuera nada grave, ya habían ocurrido suficientes cosas malas, mi mundo estaba bastante herido.

Mi padre estaba ciego, le habían arrancado los ojos. Sus ojos de lava era una de las cosas más preciadas que el tenía. ¿Cómo había sido posible? Yo, su única hija era la culpable de su desgracia, lo había ofrecido en bandeja de oro a sus enemigos, facilitándoles derrotarlo.

El rey negro había aprovechado la presencia destructora y atemorizante de Dilrub en el castillo de Halam, con la ayuda de su ejército de bestias había sometido a mi padre, no se había conformado con colocarlo de rodillas, sino que también le había sacado los ojos.

Desde ese día la guerra había comenzado ya que ninguno de los gobernantes de los reinos del planeta lo aceptaban cómo supremo rey, estos gobernantes se apoyaban de Arquin y su ejercito, impidiéndole tomar el poder absoluto.

Mi padre había sido rescatado por Arquin, el gobernante del planeta Argán le había dado asilo en su reino. Mi cuerpo temblaba al imaginarme lo mal que se encontraba sin el poder que tanto amaba. El reino que había construido con tanto empeño y dedicación durante casi toda su vida estaba destruido.

Dilrub había destruido Halam; derribando cada construcción, incendiando el lugar, matando y devorando a quien obstruyera su paso. La simple idea de ser la causante de la destrucción de mi mundo hizo que quisiera morir en ese mismo instante.

¿Cómo pude haberles echo eso a los seres que más amaba? ¿Cómo?.

El rey negro se había llevado a mi madre con el y la había tomado como su esposa. Había construido un enorme castillo en el valle negro. Lo peor de todo es que este nuevo rey era mi tío. Me habían ocultado su existencia toda mi vida.

Loth se referían a Dilrub cómo el arma del rey negro, a la cual de manera inteligente habían implantado en el castillo, sin que nadie se diera cuenta, alimentándola y haciéndola invencible para que en el momento justo atacará, me rehusaba a qué fuera cierto, no podía ser real ya que yo no conocía al rey negro y todo había sido producto de uno de mis impulsos.

El hermano de mi padre era demaciado fuerte, gracias a que tenía un importante aliado que procedía del ya inexistente planeta de los constructores, el cual hace miles de años durante la gran guerra había explotado. Lo único que sabían sobre de él es que era un miembro de la realeza, un sobreviviente, uno muy poderoso, lo llamaban el constructor de mundos.

Este aliado le había otorgado a mi tío un ejército de bestias, terroríficas, con las cuales había sembrado el miedo en todo el planeta. Dilrub era la peor de todas, sanguinaria, poderosa e invencible. Arquin, el asesino de bestias, el culpable de que se hubieran extinguido durante tres mil años, no había podido asesinarla.

Esa noche comensé a sospechar de Nidin, el podía crear réplicas exactas y mejoradas de las bestias extintas, en el tiempo que estube con el nunca había visto una sola viva, solo diminutas figuras inertes. Estaba demaciado confundida, me rehusaba a aceptar qué Nidin fuera capaz de aliarse con alguien como mi tío, no quería aceptarlo.

Como segunda posibilidad opte porque fuera alguien más el que estaba detrás de todo, otro sobreviviente del planeta del caos, algún familiar de Nidin.

La Diosa Perdida #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora