Veintitrés

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Me dirigí hasta el castillo negro, Nidin me siguió. Yo procuré mantenerme a una distancia considerable de él. No quería seguir escuchando sus escusas, no cuando me había dejado sola en los momentos más difíciles.

Del cielo caían pequeñísimas gotas plateadas.

Cuando llegamos al castillo nos percatamos de la gran masacre que estaba ocurriendo, el suelo estaba tapizado con los cuerpos de guerreros de armaduras negras y armaduras de roca de estrellas.

A lo lejos, cerca de los jardines llenos de orquídeas negras, el rey negro y mi padre sostenían una lucha cuerpo a cuerpo.

Tome la espada que colgaba de la cintura de Nidin. Me abrí paso entre la multitud que luchaba ferozmente, asesinando a los guerreros sin importar a qué lado pertenecían, todos eran mis enemigos.

El rey negro era mucho más fuerte que mi padre. Lo golpeaba y lástima con mucha facilidad. Daba la impresión que el rey negro se estaba burlando de su hermano, se divertía con él, en cualquier momento le daría el golpe final.

No podía permitir que mi padre muriera, no en manos de su enemigo.

Mi padre se distrajo con mi presencia y dejo de luchar.

El rey negro me observo con indiferencia y le clavo la espada en una pierna a mi padre y luego en la rodilla de la otra pierna, colocándolo de rodillas.

Mi padre gritó por el dolor y puso ambas manos en la primera herida ejerciendo presión, sus dedos se mancharon con su sangre.

Me acerqué hasta el rey negro y le apunté con mi espada.

—Es un gusto princesa, lamento encontrarnos en esta situación, te pido que te retires, no quiero hacerte daño —sugirió mientras me miraba con un poco de indiferencia.

—No me iré hasta que te asesiné, con tu sangre limpiaras todos tus crímenes —le aseguré.

—He dicho que te vayas —me dijo casi gritando, luego apretó la mandíbula.

Empuñé la espada con fuerza y luego intenté cortar su piel con su hoja filosa, él evadió todos mis golpes. El rey negro era bastante ágil y yo demasiado torpe con la espada.

Me dio la impresión que se rehusaba a pelear conmigo. Esta acción me hizo enojar bastante.

El rey negro saco su espada para defenderse y de un solo golpe me desarmo. Luego me miro directamente a los ojos.

Mi padre se dejó caer sobre el suelo, corrí hasta él para ayudarlo. Levanté su cabeza con cuidado, sus ojos de cristal me observaban detenidamente. Me sentí terrible porque yo había ayudado a que estuviera en tan lamentable posición.

Esperaba que mi padre tendría otra reacción cal verme después de tanto tiempo, pero solo me miro con indiferencia. Lo abracé sin ser correspondida.

Datura se acercó hasta nosotros. Ella seguía siendo fiel a mi padre y lo procuraba como siempre. Me intrigaba la relación que ella sostenía con Nidin. No entendí como podía pertenecer a varios bandos y no haber salido lastimada.

—Yo me encargo —me dijo.

Obedecí, en esos instantes lo más importante era que curarán las heridas de mi padre, ya habría tiempo para nosotros, o al menos era lo que yo esperaba.

El rey negro caminaba lentamente, corrí hasta él, levante la espada del suelo y coloque su pico en su ancha espalda. Él se quedó inmóvil. Sin una corona que cubriera su cabeza se podía observar mejor su melena azul oscuro, era bastante parecido al tono de mi cabello.

—Pelea conmigo, no huyas cómo un rey sin honor —lo provoque.

El rey negro se giró y me miro directamente a los ojos. Luego cerro sus puños. En su frente se dibujaron unas líneas y su mandíbula se tensó.

La Diosa Perdida #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora