Veintiséis

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Me preocupaba la apariencia de Arquin, su rostro se encontraba bastante pálido, podía sentir él bajo nivel de energía de su cuerpo. Él intentaba hacerse el fuerte, pero yo sabía que le costaba bastante mantenerse en pie.

Quizás Nidin conocía más de una manera de salvar a Arquin de la muerte, Nidin no salvaría a Arquin, no cuando representaba a su peor enemigo.

También me preocupaba que la máquina destructora de mundos se tragara Halam. Nos acercamos hasta el lugar donde se había accionado la máquina destructora, un enorme hoyo de energía plateada se expandía, mantuve una distancia considerable del círculo plateado.

Recordé cuando me lancé al hoyo de energía de la máquina destructora de mundos que Itzmin había accionado en uno de los pocos planetas cuyos gobernantes no habían cedido a someterse ante él, prefiriendo morir.

Note algunas diferencias entre las dos máquinas, la que me había tragado había sido un enorme agujero negro y la que se encontraba enfrente de mí contenía un líquido de color plateado que remolineaba. Solo Nidin sabía qué haría con el alma del ser que se atreviera a entrar en ella para detenerla.

Una vez accionada una máquina destructora de mundos solo podía detenerse desde su interior, no cualquiera podía apagarla, el ser que quisiera hacerlo debía renunciar a su vida y dejar que la máquina hiciera con su alma lo que quisiera, solo un sacrificio voluntario la detenía.

Un alma no era nada comparado con todas las que la máquina se tragaría en cualquier lugar que fuera accionada, era un pequeño sacrificio a cambio de salvar a un planeta entero, el detalle era que muy pocos estaban dispuestos a cambiar su existencia a cambio de almas de menor grado y un planeta que podían reemplazar yéndose a vivir a otro.

Solo los Dioses y los inmortales más poderosos podían hacer tal sacrificio. Un sacrificio que para muchos no valía la pena.

Pocos sabíamos la manera de detener la máquina destructora.

Talvez había más de una forma de detenerla, pero solo el que la construyo lo sabía. Muchos aseguraban que Itzmin era su creador, pero él nunca lo había aceptado.

Podía salir corriendo como todos los demás del planeta antes de que este fuera tragado completamente, dejando a todos los seres de rango inferior a su suerte, pero la voz en mi interior no me dejo. No podía dejarlos morir cruelmente, no cuando tenían familias y una vida que querían seguir viviendo

Además, Arquin estaba muriendo, nos quedaba poco tiempo para encontrar una cura o un antídoto para contrarrestar el veneno que parecía incurable, después de que él dejara de existir, yo ya no tendría muchos motivos para seguir con vida.

Para cuando volví de mis pensamientos me di cuenta de que Belth sostenía el cuerpo de Arquin y le hablaba muy cerca del oído, por un instante sentí celos y quise matarla.

—Esta vez no te dejaré que entres en esa cosa —me aseguro Itzmin.

Itzmin había adivinado mis pensamientos, él sabía que yo pensaba entrar a la máquina y detenerla, pidiéndole a la energía que reconstruyera Halam a cambio de mi sacrificio.

—Entonces detenla —le ordené.

—No puedo —me dijo.

—No puedo quedarme sin hacer nada mientras que mi hogar se destruye —le regale una mirada a Arquin —Lo siento.

—Vámonos —me ordeno Itzmin mientras de sus manos emergía fuego azul y todo su cuerpo se envolvía con él.

Gracias a Lalahin yo sabía lo que significaba que Itzmin se envolviera en su fuego azul. Tenía una ventaja en contra de Itzmin y era que él no sabía que yo tenía las memorias de Almira. Tenía que jugar mis cartas de la mejor manera.

La Diosa Perdida #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora