Pioneros del Mañana

Capítulo V

Acusación Oficial - Pioneros del Mañana

Jurado # 30 Román Augusto Giraldo Puerta

Transmisión En Vivo - Octubre de 2051

Buenas tardes. El día de ayer, hice allegar al Despacho de Acusaciones del reality show, Pioneros del Mañana, la documentación que conecta a la ciudadana Rebeca Sánchez con el comandante fallecido del Ejército, Domingo Arbeláez, responsable de varias masacres que voy a referir más adelante. Lo primero que tengo que aclarar es que esta ciudadana... absolutamente nada tuvo que ver con la historia personal que tengo que contarles, ya que ella ni siquiera había nacido cuando... pasó todo eso. Pero quiero que con esta acusación oficial quede muy claro por qué Rebeca Sánchez es heredera de la responsabilidad de esos hechos y, por lo tanto, merece ser ejecutada en el programa de Nuestra Sagrada Presidenta.

Yo quisiera... yo quisiera que esta historia no fuera tan larga. De verdad. Pero no puedo contarla de otra forma. No sé contarla de otra forma. Y necesito que entiendan muy bien por qué no la puedo contar de otro modo. Necesito que sepan por qué no puedo dejar de pensar en mi hermano mayor mientras la cuento.

La gente que me conoce sabe que fui un guerrero desde niño, sobre todo, desde ese año: el año en que el Bloque X-604 de las Águilas Doradas arrasó con Cerro Alto, el pueblo donde yo vivía con mis papás y mis dos hermanos.

¡Todavía! Todavía hay noches en que vuelvo a soñar con los incendios, con toda la gente que vimos morir. Me despiertan los alaridos de... las familias... a las que fusilaron en sus propios patios. Oigo a las mujeres que pedían ayuda, ¡a gritos!, desde la Cancha Polideportiva San Joaquín. Uno de los gritos era un nombre, un nombre... de hombre... y la voz parecía la de una muchacha, y repetía el nombre tantas veces y con tanto dolor que... a veces salgo de las pesadillas sintiendo que de verdad oigo esa voz, oigo cómo vuelve y lo llama y lo llama ¡y lo llama!... como si el eco llevara años persiguiéndome. Como si fuera mi nombre, y la voz me estuviera llamando a mí.

Ese mismo día, por la mañana, el rector de la escuela nos había llevado a la cancha para enseñarnos el Himno a la Bandera. Por la tarde-noche, varios niños de esa misma escuela aparecieron, unos, ahorcados en los postes de la luz, y otros... estampados como frutas podridas contra la pared de la parte de atrás de la Alcaldía. Varios de ellos eran amigos míos; lástima que... ya no me acuerdo... Ya no sé cómo se llamaban.

Pero a pesar de los años, no se me ha olvidado ninguno de los insultos que escribieron con aerosol en las paredes de las tiendas, y de la iglesia, y de los dos colegios. Me acuerdo cómo olía el aire por las explosiones en el parque, cómo se reventaban las ventanillas de muchos carros que vimos prendidos en mitad de la calle mientras corríamos con mi mamá para la casa... cómo ardían y brillaban los buses que primero hicieron detener para bloquear varias cuadras y que luego incendiaron con la propia gasolina de los tanques. Me acuerdo de haber visto destellos de rayos láser de una montaña a otra al sur del pueblo; me acuerdo de la gente corriendo desesperada. Pero sobre todo...

Discúlpenme. De verdad. Ojalá fuera fácil contar todo esto. Sobre todo, oigo llorar a mi mamá en nuestra casa del barrio Las Termópilas. No es que me la imagine o la recuerde: la oigo. Veo a Leo, mi hermanito, persiguiéndola por todas partes y llorando también, preguntándole por Luis Carlos y por mi papá. De verdad lo veo: hay noches en que me levanto al baño y me cruzo con él por los pasillos a oscuras de mi casa. Lleva siempre la misma ropa de ese día, los tenis con luces en las suelas, la camiseta de Rick & Morty, un bluyín muy desgastado en las rodillas. Y pregunta, dónde está Luisca, dónde está papi. Esa noche, acababan de matar a mi hermano mayor en el Parque Central, aunque en ese momento, pues... no sabíamos... y mi mamá estaba como loca porque había estado hablando con él por el celular antes de que llegaran Las Águilas y empezara el tiroteo contra el Cuartel de Policía.