4. Las mentiras que el viento presenció.

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19 de marzo, 2222.

Han pasado tres semanas desde que todo el caos con Rose empezó. Tres semanas desde que nos conocimos. Tres semanas desde que nos comprometieron. Tres semanas desde que mi mente está hecha un caos.

Estos últimos días han sido caóticos a más no poder.

En el juego de Polo, Rose me llamo Eddie, y para mi desgracia me hizo sonreír. Le pedí matrimonio tal y como mi padre y yo lo habíamos planeado, con el pianito y el discurso de mierda que ni siquiera recuerdo. Ella se vio complacida así que supongo que fue lo suficientemente creíble. Fuimos al orfanato que frecuento y me di cuenta de lo mucho que ama la música de Lana del Rey y lo dulce que es con los niños.

También hemos estado a punto de besarnos, varias veces, y nos han interrumpido todas y cada una de ellas. Quiero cortarle la cabeza a todos los que osaron hacer tal cosa, especialmente cuando le confesé mis fantasías sobre ella.

Ahora bien, hace unos días ocurrió algo incluso más raro. Algo que nunca podría haber previsto. Rose me confesó que estaba embarazada. Me compartió su miedo, se vulnero ante mi y me explico porque no quería tenerlo como si tuviera que justificarse por algo que es solo su decisión. Toda esa noche me olvide por completo de todo y me mantuve a su lado como un amigo, joder hasta le dije que iba a hacerme cargo del bebe si decidía tenerlo. Fue aterrador aceptarme a mí mismo que no era mentira esa propuesta.

No me gustó verla tan desesperada y desolada. Estoy sobrepensando todo y no debería de ser así, pero no puedo evitarlo. Esa mujer está destruyendo poco a poco mi confianza con respecto al maldito plan y no puedo permitir que sea así.

- ¿En que piensas? - Me pregunta Alex, mi mejor amigo, cuando me ve tomarme la copa de champagne en mi mano de un solo trago.

Estaba en Inglaterra, pero obviamente el miserable Alexander Ferguson jamás se perdería la miserable boda de su miserable mejor amigo.

- En que estoy jodido.

- ¿Jodido en qué sentido?

- No tengo ni puta idea, Alexander - Le respondo con desespero.

Se me queda viendo un momento, como si tratara de leer lo que está pasando por mi cabeza, y eso me pone de los nervios.

- Lo que sea que quieres decir, solo dilo de una puta vez - Le ordeno.

- Creo que Rose te está importando más de lo que debería de importarte. Y como tu mejor amigo se que cuando decides hacer algo, lo haces, así que no me queda duda de que asesinaras a Rose, pero estoy casi seguro que si las cosas siguen como van y mis teorías son ciertas, acabar con ella va a acabar contigo.

- El romanticismo inglés te esta jodiendo la cabeza, Alexander.

Se pone de pie y se acomoda el traje tomando toda la botella de champagne para el solito - No es muy romantico que estés planeando su asesinato, la verdad. Pero las mejores historias de amor que existen usualmente empiezan por odio.

- No es posible amar a una persona que odias.

Encoje los hombros para después darle un sorbo a la botella - Tal vez no la odias. No tienes razones para hacerlo. Ninguna que no sean fábulas convertidas en historia, porque en realidad, nadie sabe con certeza lo que ocurrió entre Adelaide y Michael, e incluso si lo que ocurrió entre ellos dos fue una traición titánica, ya han pasado dos siglos, no tiene nada que ver contigo ni con Rose.

Después de decir eso se larga dejándome alterado, desesperado, y ansioso.

Se que lo que ha dicho es verdad, no tengo ni una sola razón para odiarla, más que por el hecho de que es una maldita irreverente, imprudente, y arrogante con aires de egocentrismo.

Omnipotencia [Poder #3].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora