Día 6: Celos
Tomó el bolígrafo y comenzó a plasmar en su cuaderno las indicaciones que el profesor estaba escribiendo en la pizarra. Las cosas que él decía más de una vez o directamente decía que serían importantes las repasaba con un llamativo color rojo para cuando estudiara.
Escuchó un murmullo difícil de descifrar y despegó un momento la mirada del frente y la bajó hasta donde, en el asiento que estaba delante del que él y sus amigos ocupaban, se encontraba una cabellera rosada cubriendo el rostro que estaba aplastado contra la mesa con una mueca somnolienta.
¿Estaba durmiendo en clases de nuevo? ¿Cómo podía ser tan tonta? ¡Le iría muy mal si el profesor la pillaba!
Aunque eso no es asunto suyo, no debería importarle.
Es problema de ella.
A él no le incumbe.
No debería ni pensar en eso.
¿Por qué sigue pensando en eso?
Pero, por otro lado... ¿Qué clase de persona sería si, al ser consciente de las consecuencias, no interviene en una situación así? Eso no es un comportamiento digno de alguien como él, un caballero, más aparte un Desmond. Además, Blackbell se había ausentado después del almuerzo por algo que le había caído mal, por lo que no había nadie más que la despertara.
Solo por eso la ayudaría.
No por otra cosa.
No es que...
"¡HAZLO YA!", gritó su conciencia.
Con cuidado, arrancó una hoja de su cuaderno y la arrugó hasta darle forma de esfera con las manos. Miró disimuladamente a los lados y, tras ver que todos estaban concentrados en la pizarra, la lanzó en dirección a su cabeza.
"¡Bingo!", pensó cuando vio la bolita de papel rebotar en la cabeza de ella. Pero poco duró su celebración, pues ella tan solo se removió en su lugar y la bolita cayó al suelo y comenzó a rodar hasta que llegó a los pies del profesor.
Ay no... Por favor, que no la haya notado, por favor, por favor, por favor...
Fingió que estaba escribiendo cuando el profesor dejó de escribir y se agachó para tomar entre sus manos la bolita arrugada de papel y mirar con una ceja enarcada a toda la clase.
― ¿Quién ha lanzado...? ― en el momento en que su mirada se detuvo en una cabellera rosada, Damian maldijo internamente.
Todos se quedaron en silencio y voltearon para ver a Anya.
El profesor, con pasos lentos pero firmes, se acercó hasta su asiento y la observó por unos segundos. Finalmente, puso su mano sobre el escritorio con más fuerza de la necesaria, haciendo que Anya, con una hoja pegada en la mejilla, saltara en su lugar debido al ruido.
ESTÁS LEYENDO
Ethereal Finds | Damianya week 2024
RomantizmAunque cada uno de sus encuentros fueran tan efímeros que incluso dolía, trataban de hacer que la cantidad de ellos fuera tan inconmensurable como el amor que ambos sabían que sentían pero no se atrevían a confesar. Colección participante del Damia...